La diputada libertaria usó el origen israelí del candidato de Unión por la Patria para intentar cuestionar su identidad, y recibió una contundente respuesta que dejó en evidencia su doble vara y la hipocresía del oficialismo.
El mensaje de Sabrina Ajmechet en la red social X fue más que un exabrupto: expuso la matriz ideológica del espacio libertario, que mezcla xenofobia, ignorancia y manipulación política. La respuesta de Hagman, serena pero filosa, puso en evidencia lo que Milei y sus funcionarios pretenden ocultar: que el discurso del odio también se cuela entre quienes dicen defender la “libertad”.
La diputada libertaria Sabrina Ajmechet volvió a ser protagonista de un papelón en redes sociales. Esta vez, no por un exabrupto académico ni una provocación menor, sino por un tuit cargado de discriminación y prejuicio, dirigido al candidato a legislador porteño de Unión por la Patria, Itai Hagman.
“¿Por qué al cabeza de lista de diputados del kirchnerismo le cuesta decir que nació en Israel? ¿A qué le tiene miedo?”, escribió Ajmechet, en un intento de poner en duda la identidad de Hagman y su pertenencia política, apelando a un argumento que rozó peligrosamente la xenofobia.
La respuesta del dirigente de Patria Grande fue impecable: “Sabrina volvé a leer tu tuit e imaginate el escándalo que estarías haciendo si alguien de otra fuerza política dijera algo parecido sobre vos u otro candidato judío de tu lista”. Con ironía y precisión, Hagman desnudó la doble moral de quienes hoy gobiernan en nombre de la “libertad”, pero utilizan el origen, la religión o la nacionalidad como herramienta de ataque político.
El dirigente fue más allá y agregó una dosis de verdad incómoda para el oficialismo: “Y de paso contame qué se cuenta estar en una lista encabezada por alguien acusado de antisemita por la DAIA y defender un gobierno cuyo ministro de Justicia estuvo en cana por encubrir el atentado a la AMIA”.
Con una sola respuesta, Hagman invirtió la carga moral del debate: mientras Ajmechet intentaba estigmatizarlo por haber nacido en Israel, él le recordó que en las filas libertarias abundan los vínculos con figuras cuestionadas por antisemitismo y encubrimiento.
Ajmechet, conocida por sus afirmaciones negacionistas sobre la dictadura y su permanente hostilidad hacia todo lo que huela a kirchnerismo, volvió a demostrar que su discurso no se sostiene en ideas, sino en prejuicios. Lejos de ser un desliz aislado, su comentario encaja perfectamente en la retórica del odio que caracteriza al gobierno de Javier Milei, donde lo diverso se percibe como amenaza y lo popular como enemigo.
La intervención de Hagman, en cambio, destacó por su equilibrio y su claridad política. Sin caer en el agravio, logró exponer la hipocresía de quienes invocan la libertad de expresión mientras promueven un clima de persecución ideológica y simbólica. Su respuesta fue una lección de tolerancia, inteligencia y memoria política, virtudes escasas en el actual panorama institucional argentino.
El episodio también desnuda una tensión más profunda: el oficialismo libertario necesita construir enemigos todo el tiempo para sostener su narrativa. En ese contexto, cualquier referencia identitaria se convierte en munición política. Pero lo que para Ajmechet fue un intento de provocar, se transformó —gracias a la respuesta de Hagman— en una demostración de que el discurso de Milei y sus voceros no tiene sustancia, solo resentimiento y prejuicio.
La escena política argentina está atravesada por una peligrosa banalización del odio. Lo que antes habría sido repudiado de manera unánime hoy se relativiza, se disfraza de “opinión personal” o se justifica como “sinceridad brutal”. Pero cuando una diputada nacional utiliza el lugar de nacimiento de un adversario para cuestionar su pertenencia, no estamos ante una diferencia de ideas: estamos frente a un acto de discriminación política.
Itai Hagman, con su respuesta, no solo defendió su identidad, sino también una forma de hacer política distinta: basada en el respeto, la coherencia y la memoria. En tiempos donde el ruido de los trolls y la violencia verbal parecen dominar el espacio público, su tono fue un recordatorio de que la firmeza no necesita gritar para hacerse escuchar.
Porque en definitiva, la pregunta no es por qué Hagman nació en Israel. La pregunta que queda flotando, después de este episodio, es por qué figuras como Ajmechet siguen ocupando bancas en nombre de la libertad mientras promueven discursos que atentan contra ella.
Sabrina Ajmechet lanzó un tuit discriminatorio contra Itai Hagman y recibió una dura respuesta






















Javier
Lo discriminó?? Cualquiera. Me parece que no entendiste el intercambio de mensajes. Discriminar: es dar un trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos como la raza, la religión o la política.