Operación Milei-Bessent: El negocio financiero con las reservas del BCRA detrás del supuesto apoyo de EE.UU.

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Una operación de u$s 2.000 millones entre el Tesoro de Estados Unidos y el Banco Central argentino expone un esquema de endeudamiento disfrazado de auxilio financiero. El economista Christian Buteler lo explicó en redes: el “Tío Scotty” ganó, el BCRA perdió, y el gobierno de Javier Milei quedó otra vez atrapado en su dependencia del capital externo.

La intervención del Tesoro norteamericano en el mercado cambiario argentino, previa a las elecciones legislativas de octubre de 2025, no fue un gesto de apoyo sino un movimiento especulativo. En menos de un mes, Estados Unidos ganó millones de dólares y dejó a la Argentina con más deuda, menos reservas y una nueva muestra del fracaso de las políticas financieras libertarias.

La escena se desarrolló en el mercado cambiario argentino, pero los protagonistas centrales estaban a miles de kilómetros. A mediados de octubre de 2025, el Tesoro de Estados Unidos, dirigido por Scott Bessent —exfinancista cercano a Donald Trump y al presidente argentino Javier Milei—, desembarcó con una operación de u$s 2.000 millones para frenar la escalada del dólar. Según la versión oficial, era un gesto de “cooperación financiera”. Según el análisis del economista Christian Buteler, fue una jugada maestra de especulación que terminó dejando al Banco Central (BCRA) más endeudado y al Tesoro norteamericano con un retorno de ganancias extraordinarias.

Buteler lo explicó en una publicación que se volvió viral en X (antes Twitter), alcanzando más de 2700 likes, 1000 reposts y 173.000 visualizaciones: “El Tesoro Americano vende u$s 2.000 millones en el mercado de cambios, luego le da un crédito al BCRA (vía swap) para que le venda los u$s sin afectar el precio en el mercado, dejando una deuda al BCRA y embolsando una ganancia sustancial. Esta sí es una masterclass, con la tuya”. La frase resume el núcleo del problema: mientras el discurso oficial hablaba de “defender la estabilidad cambiaria”, en los hechos se montó un negocio financiero redondo, donde Estados Unidos ganó dinero a costa del Estado argentino.

El contexto es clave. En octubre de 2025, a pocos días de las elecciones legislativas, el dólar mayorista amenazaba con superar los $1.500, un techo que podía desatar una corrida y profundizar el malestar social. Para evitarlo, el Tesoro estadounidense intervino directamente en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), vendiendo alrededor de u$s 2.100 millones. Esa venta masiva, equivalente a más de cinco veces el volumen diario habitual del mercado, logró contener el tipo de cambio a $1.492. Pero el “rescate” no fue gratuito: con los pesos que obtuvo de la venta de dólares, el Tesoro norteamericano compró letras del BCRA a tasas descomunales, entre 4% y 6% mensual, lo que equivale a una tasa anualizada cercana al 80%. En otras palabras, un negocio financiero garantizado.

Pocos días después, el 31 de octubre, el balance del BCRA mostró una serie de movimientos que confirmaron las sospechas. Desaparecieron $2,7 billones en letras en pesos —exactamente la cantidad que había tomado el Tesoro estadounidense— y, simultáneamente, aumentaron los “Otros pasivos” en el equivalente a unos u$s 2.400 millones. Ese salto coincidió con la activación de un tramo de u$s 20.000 millones del swap firmado entre el BCRA y el Tesoro de Estados Unidos el 20 de octubre. Es decir, la Argentina no solo perdió reservas en el mercado, sino que además asumió una nueva deuda en dólares.

Lo que Buteler calificó como una “masterclass” fue precisamente eso: una maniobra de ingeniería financiera que permitió al Tesoro norteamericano obtener una ganancia en pesos —gracias a las altísimas tasas locales— y luego recomprar sus propios dólares a un tipo de cambio más alto, embolsando una rentabilidad en tiempo récord. Mientras tanto, el Banco Central quedó atrapado: con una deuda nueva en dólares, menos reservas netas y una presión cambiaria que solo fue postergada.

Economistas como Alejandro Giacoia, Gabriel Caamaño y Amílcar Collante coincidieron en su diagnóstico. Lo definieron como “tomar deuda para vender dólares y sostener bandas insostenibles”. En criollo, una operación que da una ilusión momentánea de estabilidad mientras se profundiza el endeudamiento. Para el gobierno de Javier Milei, que había prometido cortar con el “modelo de la deuda”, fue una muestra más de que su política económica depende de los flujos de capital extranjero y de la buena voluntad de Washington.

Las reacciones en redes sociales fueron inmediatas. Antonio Aracre, exfuncionario y defensor del gobierno, intentó relativizar el tema afirmando que “el precio del mercado hace varios días que no varía”. Buteler le respondió con ironía: “Vender 2000 millones en un mercado que mueve 400 millones diarios y que el precio no se mueva… es casi un milagro o un truco de magia. Pero acá no hay magia: hay deuda”. El debate se multiplicó y distintos analistas, tanto opositores como independientes, desmenuzaron los datos oficiales y los balances del BCRA para demostrar que la supuesta “ayuda internacional” fue en realidad una operación de corto plazo con beneficios concentrados para el Tesoro norteamericano.

Desde el entorno de Milei, la maniobra se presentó como una muestra de confianza del gobierno de Trump hacia el proyecto libertario argentino. Pero el resultado económico desmiente cualquier lectura política benevolente. Lejos de un respaldo desinteresado, se trató de un intercambio desigual que profundizó la dependencia del país respecto a los capitales externos. Estados Unidos utilizó su poder financiero para extraer rentabilidad en el mercado local y, al mismo tiempo, condicionar la política monetaria argentina a su favor.

La operación también reaviva una vieja discusión: ¿hasta qué punto el Banco Central puede ceder soberanía monetaria en nombre de la “estabilidad cambiaria”? En este caso, el costo fue doble. Por un lado, las reservas netas disminuyeron, ya que los dólares del Tesoro estadounidense se fueron del mercado pero regresaron al BCRA en forma de deuda. Por otro, el país asumió compromisos futuros en dólares que pagarán intereses en un contexto de tasas internacionales altas. Todo esto mientras la economía doméstica sigue en recesión, con inflación reprimida y sin señales de crecimiento.

En los días siguientes, consultoras y economistas de diferentes corrientes coincidieron en que esta operación fue una “inyección artificial” de dólares para sostener una política de bandas cambiarias que ya no se sostiene. “Es como tratar de tapar un pozo con otro pozo más profundo”, sintetizó un informe de Econviews. La intervención evitó una corrida en el corto plazo, pero comprometió aún más el futuro financiero del país. Y lo más preocupante: fue ejecutada con total opacidad, sin debate público y sin aprobación legislativa, en el marco de una política económica concentrada en la discrecionalidad del Ejecutivo.

En este sentido, la crítica de Buteler va más allá del tecnicismo financiero. Su “masterclass” irónica apunta a un modelo de país donde la política económica se subordina a los intereses del capital extranjero, mientras el gobierno vende la idea de “apoyo internacional” como sinónimo de éxito. Lo que en realidad ocurre es una nueva forma de dependencia, camuflada bajo el discurso de la eficiencia y la libertad de mercado. Milei, que en su campaña se jactaba de haber leído a Mises y Hayek, terminó repitiendo los errores clásicos de la economía neoliberal periférica: endeudarse para sostener una ficción de estabilidad.

Las cifras lo demuestran. En tres semanas, Estados Unidos se llevó sus dólares originales más un rendimiento en pesos de casi 10%. El BCRA, en cambio, perdió margen de maniobra, aumentó sus pasivos y cargó con una deuda en dólares que compromete futuras reservas. El supuesto “rescate” fue, en los hechos, un negocio financiero a costa de la economía argentina. Y el costo político, una nueva muestra de subordinación ante Washington.

Las reacciones opositoras no tardaron. En redes sociales, el economista Andrés Asiain ironizó: “Ya el tío Donald nos pasó la factura”. Otros, como el periodista económico Colo Costantino, mostraron los balances del BCRA línea por línea para evidenciar cómo el dinero desaparecía de las letras y reaparecía en los pasivos en dólares. La indignación creció cuando se comprobó que el tramo activado del swap con Estados Unidos fue de los más onerosos en la historia reciente, con intereses por encima de los acuerdos bilaterales con China.

La historia de la “masterclass” deja una lección amarga. Lejos de ser una muestra de “genialidad técnica”, la operación es la prueba de que el gobierno de Javier Milei recurre a mecanismos opacos y cortoplacistas para sostener su narrativa de éxito económico. En el fondo, la dolarización parcial y el endeudamiento encubierto solo confirman lo que muchos economistas advertían desde el inicio: que las políticas libertarias son insostenibles cuando se enfrentan con la realidad de una economía productiva, desigual y dependiente. La Argentina no ganó tiempo: lo vendió. Y lo peor, lo hizo al peor precio posible.

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