La mayoría de los jóvenes votantes de Milei son los que están sufriendo el drama de la desocupación del modelo libertario

Promesas de libertad, realidades de exclusión: los votantes jóvenes que impulsaron a Javier Milei hacia la presidencia comienzan a sentir en carne propia las consecuencias de un modelo que los margina cada vez más del mundo del trabajo.

El discurso libertario sedujo a buena parte del electorado joven con promesas de meritocracia, eficiencia y fin de los privilegios. Pero a seis meses de gobierno, los números hablan por sí solos: la desocupación en menores de 29 años se disparó, los ingresos se desploman, y el horizonte laboral es cada vez más sombrío. Las juventudes que alguna vez corearon «la casta tiene miedo» ahora enfrentan la crudeza de una economía que los empuja al borde del abismo.

El desengaño libertario: cuando la motosierra apunta hacia los mismos que aplaudieron

Era el núcleo más entusiasta. En redes sociales, en los actos de campaña, en los debates universitarios, incluso en los grupos de WhatsApp, los jóvenes fueron, sin dudas, el motor fundamental del ascenso de Javier Milei. Muchos, hastiados de una política tradicional incapaz de ofrecerles respuestas concretas, apostaron por el «outsider» que venía a dinamitar los privilegios y a liberar el potencial argentino del yugo estatal. Pero la realidad, como siempre, es más terca que cualquier eslogan.

Hoy, el brutal ajuste que impuso Milei desde su llegada a la Casa Rosada recae, en buena medida, sobre los hombros de aquellos mismos jóvenes que confiaron en él. Según los últimos datos publicados por el INDEC, la tasa de desocupación en la franja de 14 a 29 años volvió a subir, alcanzando un preocupante 18,3% durante el primer trimestre de 2025. Una cifra que no solo es alarmante en sí misma, sino que duplica —y en algunos casos triplica— la de otros sectores etarios.

¿Qué significa esto en la vida real? Significa que uno de cada cinco jóvenes que busca trabajo no lo consigue. Significa que la promesa de movilidad social se transformó en una trampa. Significa que los «emprendedores» que iban a liderar la revolución capitalista libertaria hoy hacen malabares para pagar un alquiler o cargar la SUBE. Y, sobre todo, significa que el ajuste no es neutro ni “técnico”: tiene nombres, rostros, edades, y sobre todo, víctimas claras.

Del eslogan a la exclusión: el mercado que no llega

Milei insistió hasta el hartazgo con la idea de que el Estado era el gran enemigo. Que eliminándolo, los engranajes del mercado se lubricarían solos y la prosperidad sería inevitable. Sin embargo, en los barrios y ciudades donde más lo votaron, el único derrame que se percibe es el del desencanto.

En los 31 conglomerados urbanos relevados por el INDEC, se contabilizan más de 500 mil jóvenes desocupados. No es un problema nuevo, es cierto, pero lo que genera estupor es la velocidad con la que el modelo libertario profundizó esta situación. En apenas seis meses, la destrucción de empleo en el sector público y en áreas claves como ciencia, cultura, educación y administración, dejó a miles de jóvenes profesionales y técnicos afuera del sistema. Muchos de ellos se encuentran sobrecalificados para los trabajos disponibles o simplemente compiten en un mercado que se achica semana tras semana.

Los que tienen trabajo tampoco están a salvo. Según el mismo informe, el 65% de los asalariados menores de 30 años trabaja de manera informal, sin aportes, sin obra social, sin vacaciones. Y el ingreso promedio en ese grupo no supera los 300 mil pesos, una cifra que, con la inflación desbocada que trajo la «licuadora» de Caputo, apenas alcanza para sobrevivir.

Mérito sin condiciones: el nuevo mito del siglo XXI

Uno de los pilares del discurso mileísta fue la exaltación de la meritocracia. Cada uno debe ser responsable de su destino, decía el presidente, y el que no progresa es porque no se esfuerza lo suficiente. Pero ¿cómo se construye mérito en un país que desmantela sus universidades, reduce becas, elimina programas de primer empleo y dinamita los fondos para investigación? ¿Cómo competir cuando ni siquiera se puede estudiar en condiciones dignas o acceder a una pasantía paga?

La falacia meritocrática no resiste ni medio segundo de contacto con la vida cotidiana de millones de jóvenes argentinos. El mismo modelo que prometía libertad individual terminó encerrando a las juventudes en un presente asfixiante, donde el futuro parece cada vez más lejano.

La educación pública, históricamente un pilar de ascenso social, está en terapia intensiva. Las universidades denuncian parálisis presupuestaria, los institutos de formación técnica se quedan sin materiales, y las becas PROGRESAR se diluyen por efecto de la inflación. Todo mientras los discursos oficiales siguen culpando al pasado, al “adoctrinamiento” y a supuestas conspiraciones de “zurdos planeros”.

Silencio libertario: cuando la realidad no entra en TikTok

En la campaña, Milei y su equipo entendieron como nadie el poder de las redes. TikTok, Instagram y X (antes Twitter) fueron sus campos de batalla preferidos. Pero hoy, cuando los jóvenes enfrentan los efectos concretos de su política, el gobierno guarda un silencio ensordecedor.

Ni una sola medida de alivio fue pensada para los jóvenes desde diciembre. No hubo planes de fomento al empleo, no se creó ninguna línea de crédito para proyectos productivos ni se impulsó una política integral de inserción laboral. Por el contrario, todo lo que funcionaba fue barrido de un plumazo en nombre de una eficiencia que solo se traduce en recortes.

Lo más paradójico —y doloroso— es que ese mismo electorado, tan seducido por el marketing libertario, comienza a darse cuenta de que fue instrumentalizado. Que el discurso de la libertad era apenas una excusa para dejar al mercado hacer lo que quisiera. Y cuando el mercado decide, casi siempre lo hace en contra de los más vulnerables.

El costo de la utopía anarcocapitalista

La utopía que Milei vendió con estética rockera y modales disruptivos está mostrando su verdadero rostro. Y no es el de la prosperidad ni el de la «libertad de elegir», sino el de la exclusión, la precariedad y el abandono. A lo largo y ancho del país, miles de jóvenes sienten que apostaron a un futuro que ahora les da la espalda.

El problema no es solo económico. Es también simbólico. Porque al destruir las herramientas del Estado para garantizar igualdad de oportunidades, el gobierno deja en claro un mensaje: si te va mal, es tu culpa. No importa si naciste en una familia pobre, si tuviste que dejar la facultad para trabajar, si no conseguís empleo por falta de experiencia. El Estado ya no va a estar ahí.

¿Hay salida?

La pregunta que sobrevuela entre las juventudes es si todavía hay margen para revertir este rumbo. La respuesta no es sencilla. En el corto plazo, todo indica que el ajuste continuará. Pero en el mediano, la experiencia libertaria puede estar generando una nueva conciencia generacional. Una que empieza a entender que la política no es solo un show de redes, ni una catarsis contra los “chorros del Estado”.

Es posible que ese despertar no se traduzca de inmediato en militancia o participación activa. Pero el malestar existe, crece, se acumula. Y en un país con tradición de organización juvenil, subestimarlo sería, una vez más, un error estratégico.


Conclusión: la juventud que creyó en Milei empieza a pagar el precio de su experimento político.
El ajuste que prometía cortar privilegios terminó recayendo con toda su violencia sobre quienes tenían menos para perder. Y el discurso libertario, que se vendió como emancipador, hoy se revela como una máquina de exclusión que condena a miles a vivir sin empleo, sin futuro y sin respuestas. Tal vez, como dice el viejo refrán, «no hay peor decepción que la que viene de quien más esperabas». Y la juventud argentina, una vez más, deberá aprender a reconstruir su esperanza. Esta vez, con los ojos bien abiertos.

Fuente:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *