La complicidad de Clarín en crear la fantasía de un sistema financiero sólido

La complicidad de Clarín en crear la fantasía de un sistema financiero sólido

Mientras las empresas caen en default y la morosidad escala a niveles críticos, el multimedio más poderoso del país intenta convencer a la sociedad de que el sistema financiero argentino goza de buena salud. ¿Ignorancia o encubrimiento?

Un título que no resiste el más elemental análisis lógico. Una nota que expone la grieta entre la narrativa oficialista y la realidad económica. Y un multimedio que opera como blindaje mediático del plan Milei mientras el crédito se desploma y los cheques rebotan en cadena.

Que el sistema financiero argentino es “sólido” mientras las empresas se funden y la morosidad se dispara no es solo una frase irresponsable. Es una operación. Un intento de construir un relato de estabilidad en medio del derrumbe. Clarín, el viejo titán del periodismo empresario, acaba de publicar una nota que parece escrita por el Ministerio de Economía libertario, donde afirma sin pestañear que el sistema financiero está fuerte, a pesar de que en el mismo cuerpo del texto se detalla que los impagos se multiplican, los cheques rebotan como pelotitas de ping-pong y los bancos empiezan a registrar deterioro en sus carteras. La pregunta cae de maduro: si esto es solidez, ¿cómo se define una crisis?

No es la primera vez que Clarín se para del lado del poder económico, pero el nivel de disonancia entre el título de la nota y los datos que presenta es tan grosero que solo puede entenderse como complicidad o militancia. Porque sí, hay militancia también en los grandes medios. Militancia empresarial, financiera, ideológica. Y en este caso, alineada con un gobierno que ha desregulado todo, abandonado a su suerte al aparato productivo y empujado a miles de empresas a un pantano del que muchos ya no salen.

En la nota en cuestión, el diario reconoce que la morosidad en tarjetas de crédito trepó al 2,8 %, su nivel más alto en tres años. Que los préstamos personales alcanzan el 4 % de incobrabilidad. Que los cheques rechazados crecieron casi un 92 % interanual. Que el sistema está viendo “default corporativo” en firmas como Los Grobo, San Miguel, Petrolera Aconcagua, Celulosa Argentina, Agrofina, entre otras. Empresas grandes, conocidas, que dejaron de pagar. Algunas, con Obligaciones Negociables en dólares emitidas apenas uno o dos años atrás. Sin embargo, pese a este contexto sombrío, el medio insiste: el sistema financiero es “sólido”. Es como afirmar que una casa es segura justo antes de que se derrumbe el techo.

Lo llamativo no es solo la contradicción. Es el cinismo. Porque para que el sistema financiero sea “sólido”, al menos en la definición tradicional, debería tener niveles bajos de riesgo, morosidad contenida, liquidez operativa y una economía que traccione la devolución de los créditos otorgados. Nada de eso ocurre. Al contrario, estamos ante una economía en recesión profunda, con una inflación acumulada que pulverizó salarios y ventas, y con un gobierno que fogonea la bicicleta financiera mientras reprime al mercado interno. ¿Cómo podría estar sólido un sistema montado sobre una economía en estado de paro cardíaco?

Clarín, lejos de cuestionar esta contradicción, la acepta y la reproduce. Funciona como un vocero disfrazado de periodista. Camufla lo grave detrás de eufemismos técnicos. En vez de hablar de crisis crediticia, habla de “depuración”. En vez de describir impagos, menciona “procesos de reacomodamiento”. En lugar de alertar sobre la sangría empresarial, prefiere destacar que los bancos siguen prestando. Pero ¿a quién prestan los bancos? ¿Qué pyme en Argentina está tomando créditos hoy con tasas estratosféricas y desplome de la demanda? Las pocas que aún acceden al crédito lo hacen, muchas veces, para sobrevivir un mes más, no para invertir. Lo que Clarín omite —y lo omite porque sabe lo que hace— es que gran parte de ese supuesto dinamismo financiero es ficticio, alimentado por Leliqs y colocaciones de corto plazo, no por expansión productiva ni recuperación genuina.

El verdadero dinamismo hoy lo tienen los balances contables inflados por la devaluación, no la economía real. Los bancos ganan con el Estado, no con la gente. Porque en el fondo este gobierno, como el diario que lo defiende, apuesta a una Argentina rentista. Una en la que los bonos valen más que el trabajo y la timba financiera sustituye a la industria.

Resulta revelador también que la nota omita mencionar que muchos de los defaults actuales afectan a instrumentos en dólares. ¿Y por qué se calla ese dato? Porque expone otra mentira libertaria: la supuesta confianza en el “modelo”. Si las empresas no pueden ni siquiera pagar sus compromisos en moneda dura, emitidos hace apenas un par de años, entonces lo que estamos viendo no es una coyuntura, sino el inicio de una crisis de deuda privada que puede escalar. Ya lo vimos en otros momentos de nuestra historia. El 2001 empezó así: con empresas incumpliendo pagos, con cheques que no tenían fondo, con bancos diciendo que todo estaba bajo control mientras se gestaba la hecatombe.

Y si bien los contextos no son idénticos, hay patrones que se repiten. El discurso tranquilizador desde los medios. La negación del problema. El encubrimiento de las señales de alarma. La idea de que todo se acomoda con tiempo, cuando lo que realmente hace falta es un cambio urgente de rumbo.

Pero el gobierno de Milei no quiere cambiar el rumbo. Está convencido de que el ajuste brutal es necesario, de que los que cierran son “ineficientes”, de que el mercado lo resolverá todo. Y Clarín lo acompaña. Le presta sus tapas, su tinta, su credibilidad —ya tan erosionada— para que repita su mantra liberal sin obstáculos. En vez de informar, adoctrina. En vez de investigar, avala. En vez de alertar, adormece.

Hay algo profundamente obsceno en afirmar que el sistema financiero está sólido cuando miles de pequeñas y medianas empresas están colapsando. Cuando los trabajadores no llegan a fin de mes. Cuando los bancos comienzan a ajustar sus criterios de riesgo porque el impago se volvió la norma, no la excepción. Y que sea Clarín quien levante esa bandera, solo confirma lo que ya es evidente para muchos: que los grandes medios no están para cuestionar al poder, sino para preservarlo.

La fantasía de solidez es apenas eso: una fantasía. Alimentada por un ecosistema de medios, consultoras y voceros que siguen mirando balances, pero no miran la calle. Porque en la calle, lo que se ve, lo que se respira, es otra cosa. Es angustia, es cierre, es resistencia. Es un país que se resquebraja mientras le dicen que está firme. Una sociedad a la que le exigen sacrificios, pero le ocultan que los beneficios son para otros.

En tiempos así, el periodismo no puede ser neutral. Tiene que elegir de qué lado está. Clarín ya lo hizo. Eligió mentir.

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