La ciudad de Buenos Aires está a punto de perder uno de sus emblemas más icónicos: el histórico Luna Park, escenario de inmemorables eventos deportivos, culturales y políticos, está en la mira de la piqueta. La decisión de demoler el recinto fue aprobada a puertas cerradas en una sesión relámpago el pasado 5 de enero, sin debates públicos ni disidencias en la Comisión encargada. Así lo denunció María Carmen Usandivaras, integrante de la ONG Basta de Demoler, quien señaló que la medida viola leyes nacionales y locales de preservación patrimonial.
«El Luna Park es Monumento Histórico Nacional desde 2007 por decreto del Poder Ejecutivo y también tiene protección integral por una ley de la Legislatura porteña. Modificar su estructura es ilegal, y lo que pretenden hacer es exactamente eso», alertó Usandivaras en diálogo con AM 750.
Un fallo exprés que huele a negociado
La aprobación de la demolición del Luna Park se dio en tiempo récord y sin respuestas a los pedidos de información realizados por las organizaciones que luchan por la conservación del patrimonio urbano. «Nos enteramos de que lo aprobaron de un día para el otro, sin comunicación previa, sin consulta pública, sin que la ciudadanía pudiera opinar», denunció la activista.
El predio pertenece en parte a la Iglesia Católica, que lo recibió por donación de la familia Lectoure, histórica dueña del estadio. Sin embargo, en este caso, el actor clave en la iniciativa de demolición es el empresario Diego Finkelstain, vinculado a grandes negocios inmobiliarios en la ciudad. «El Arzobispado no se ha pronunciado, pero el silencio también es elocuente», advirtió Usandivaras, dejando en evidencia la opacidad con la que se está manejando el tema.
Un vaciamiento inmobiliario que avanza sin freno
Este nuevo atropello al patrimonio histórico porteño se suma a una larga lista de emprendimientos inmobiliarios que han desfigurado la fisonomía de la ciudad. Desde Costa Salguero hasta el predio del ex Tiro Federal, el negocio de la construcción de torres de lujo para extranjeros y fondos de inversión sigue avanzando sin control, mientras crece el número de edificios vacíos. «Es la mejor vía para lavar plata. La más cómoda. Y nadie mete mano en eso», denunció Usandivaras.
El vaciamiento inmobiliario no es exclusivo de Buenos Aires: se replica en Punta del Este, Madrid y otras grandes ciudades, donde las corporaciones constructoras, amparadas por gobiernos cómplices, han convertido los centros urbanos en meros refugios de capital especulativo.
La memoria colectiva en peligro
El Luna Park no es solo un estadio. Es el lugar donde velaron a Carlos Gardel, donde el boxeo argentino escribió páginas de gloria, donde generaciones enteras disfrutaron de recitales históricos y donde, incluso, Juan Domingo Perón conoció a Eva Duarte. Cada ladrillo del Luna Park cuenta una historia que ahora pretenden borrar con una maniobra política disfrazada de modernización.
«Es parte de nuestra vida lo que se llevan. Y todo por negocios. No les alcanza con nada», lamentó Usandivaras. La batalla por evitar su demolición recién comienza, pero las cartas parecen estar echadas en favor del dinero y en contra de la memoria colectiva.
Si el Luna Park cae, no solo desaparece un edificio: se destruye un símbolo de la identidad porteña. Y con él, otro pedazo de la historia argentina.
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