Una investigación explosiva del diputado Rodolfo Tailhade desnuda el pacto de impunidad, lujo y corrupción que envuelve a los magistrados de Comodoro Py, quienes circulan en camionetas secuestradas a bandas narco, evaden impuestos, y se mueven con una impunidad tan flagrante que ni el ajuste salvaje de Javier Milei se atreve a rozar.
Se dicen custodios de la ley, guardianes de la República, hombres de la justicia. Visten togas negras y se paran con gesto adusto ante la sociedad como si llevaran sobre sus hombros el peso moral de la Nación. Pero basta escarbar apenas bajo esa solemnidad de mármol para descubrir que, en los pasillos de Comodoro Py, late un verdadero paraíso gangsteril donde los jueces federales se comportan más como capos narcos que como servidores públicos. Viven a lo grande, derrochando lujos, manejando camionetas decomisadas a traficantes de cocaína y acumulando infracciones que jamás pagan porque, a fin de cuentas, siempre hay un pueblo idiota que pone la plata. Y mientras el gobierno de Javier Milei asfixia a jubilados, trabajadores y pacientes oncológicos, estos magistrados ni se despeinan: su impunidad permanece intacta. Es más, se fortalece. Porque en la Argentina del ajuste libertario, la casta judicial es la única que Milei no se anima a tocar.
La denuncia es contundente y lleva la firma del diputado nacional Rodolfo Tailhade. No se trata de rumores, ni de filtraciones anónimas. Hay datos, nombres y hasta patentes de vehículos. La investigación revela que más de 300 autos decomisados a narcotraficantes —propiedad que debería subastarse para financiar al Estado— terminan siendo usados como vehículos oficiales de jueces federales. Y no hablamos de autos modestos: hablamos de camionetas 4×4 valuadas en decenas de millones de pesos, que circulan por las calles argentinas como símbolos de una obscena superioridad. Un signo de poder. Una ostentación mafiosa. Una narco-casta judicial.
¿Ejemplos? Sobran. Carlos “Boxitracio” Mahiques, juez de la Cámara Federal de Casación, pasea por la ciudad a bordo de una Toyota Hilux 4×2 motor 2.8, valuada en 64 millones de pesos. Pero lo más escalofriante es el origen de ese vehículo: pertenecía a Facundo Carlos Sieto Brizuela, un narco detenido en Perico, Jujuy, tras ser descubierto manejando casi una tonelada de cocaína. A la semana del decomiso, la Corte Suprema le asignó la misma Hilux a Mahiques. Ni tiempo de calentar el motor tuvo el vehículo antes de transformarse en carroza oficial del poder judicial. Tan desvergonzada es la historia que uno podría pensar que Mahiques mismo supervisó el operativo para que no le rayaran la chata en la persecución. En apenas ocho meses, el juez acumuló 63 multas en la Ciudad de Buenos Aires, incluyendo una por ir a más de 146 km/h en el Paseo del Bajo en plena tarde porteña. Las pagará él, preguntarán los incautos. Claro que no. Las pagamos todos. Porque cuando devuelva la camioneta, los seis palos de multas acumuladas los cubrirá el Consejo de la Magistratura. Y no sólo las multas: también el seguro, la nafta y hasta las patentes. Todo costeado por el bolsillo de los contribuyentes.
Pero “Boxitracio” no está solo en este sainete de narcovehículos. Mariano “el Chapo” Borinsky, otro juez de Casación, conduce una Chevrolet Trail Blazer 4×4, también valuada en 64 millones de pesos, que antes pertenecía a Brian Bilbao, alias “Barba”, un narco rosarino hoy prófugo de la Justicia. Para que la historia sea más jugosa, Borinsky debió devolver un Volkswagen Vento que manejó dos años, decomisado a otro narco: Julio Eduardo “el Turco” Sarquís. Mientras tuvo el Vento, Borinsky acumuló 66 infracciones impagas. Y, como si fuera poco, se da el lujo de compartir partidos de pádel con el mismísimo Mauricio Macri. Un hobby que, por supuesto, no figura en ninguna agenda institucional. Entre lujos y padel, la justicia parece un detalle menor.
Y si de descaro hablamos, Diego “Mameluco” Barroetaveña se lleva los laureles. Otro juez de Casación y consejero de la Magistratura, maneja una Jeep Compass Sport valuada en 52 millones de pesos, confiscada a Esteban “el narcozapatero” Tuli, quien tenía conexiones tan tenebrosas como su sobrenombre: su hija era novia de Fernando Lechuga Pérez Algaba, el trader hallado descuartizado en una valija en Lomas de Zamora. A Barroetaveña no le tembló el pulso para amasar 81 infracciones en menos de un año, incluyendo varias en días festivos. Porque claro, en Navidad, el resto del país puede estar celebrando, pero los jueces parecen estar a las corridas… o simplemente de paseo.
Y la lista sigue. Mariano Llorens, alias “el arquero de Macri”, custodia sus espaldas en un Chevrolet Cruze expropiado al narco mendocino Luis Alberto Nievas Quesada, condenado a 17 años de prisión por tráfico de estupefacientes. Antes de ese Cruze, Llorens ya había usado una Chevrolet Tracker que pertenecía a otro narco. Y Andrés “el Mayo” Basso, presidente del tribunal oral que condenó a Cristina Fernández de Kirchner, pasó de conducir una modesta Peugeot Partner modelo 2008 —con 125 infracciones impagas— a recibir una flamante Toyota Hilux decomisada a un narco boliviano. En apenas tres meses, Basso ya sumó 11 nuevas infracciones, todas impagas, todas costeadas por el Estado. Así se ingresa al exclusivo club de las “narcocamionetas”: basta con tener la pluma judicial para escribir condenas contra figuras políticas incómodas al poder real.
Si esto no es una casta, la palabra carece de sentido. Porque hablamos de hombres que cobran más de diez mil dólares mensuales, que podrían comprarse camionetas de lujo todos los años con su propio salario, pero prefieren meter la mano en el parque automotor de los narcos. Como si el lujo sólo se sintiera legítimo si antes fue manchado por el polvo blanco de la cocaína. Y, peor aún, lo hacen mientras predican moral y justicia, y con una impunidad garantizada por un sistema judicial que se cubre las espaldas entre sí. Entre narcochatas, padel con Mauricio y privilegios dignos de la mafia, los jueces federales han construido una casta blindada que ni el gobierno de Javier Milei —tan ruidoso a la hora de hablar de motosierra y ajuste— se atreve a incomodar.
Porque, y este es el punto más obsceno, mientras Milei recorta jubilaciones, elimina medicamentos para el PAMI, abandona a los discapacitados y aniquila presupuestos de salud y educación, los jueces siguen disfrutando de narco-lujos financiados con el dinero de los mismos argentinos que hoy no pueden pagar ni la SUBE. No hay nada más cobarde que un gobierno fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Néstor Kirchner lo dijo hace más de veinte años y su frase retumba con una vigencia escalofriante. Milei corta por lo más fino, por la carne del pueblo, pero no toca ni un solo pelo de la casta judicial que hace décadas maneja los hilos de la impunidad.
Es cierto, el ajuste debe llegar a todos los rincones del Estado. Pero ¿cómo se explica que haya jueces que, mientras condenan a ex presidentes con causas dudosas, sigan manejando camionetas decomisadas a narcos y acumulando infracciones que pagamos todos? ¿Cómo se puede exigir sacrificio a un jubilado que cobra la mínima mientras estos tipos gozan de un sistema que les costea desde el seguro del vehículo hasta el tanque lleno? Es tan grotesco, tan irritante, que dan ganas de gritar.
La Argentina vive días de penuria. La inflación devora salarios, la pobreza se dispara, y cada día el Gobierno nos repite que no hay plata. Pero para las narcocamionetas de los jueces federales siempre hay fondos. Hay seguro, hay patente, hay combustible. No hay para ambulancias ni para patrulleros, pero sí para la flota de vehículos de estos magistrados. Es el símbolo más brutal de que en el país de Milei, la casta judicial sigue siendo intocable. Y eso, guste o no, es el corazón podrido de la casta de la que tanto habla el presidente y contra la que, a fin de cuentas, parece que nunca se va a animar.
Porque en Comodoro Py, entre Hilux, Trail Blazer, Compass Sport y Cruze, los jueces se pavonean como narcos. Y mientras tanto, vos, yo, todos, pagamos la fiesta. Esa, en definitiva, es la casta que Milei jamás se animó ni se animará a romper. Porque allí se anuda el verdadero poder. Allí, en la casta togada que vive —literalmente— como los narcos.
Fuente:
Canal de Youtube del diputado Rodolfo Tailhade: https://www.youtube.com/@rodotailhade3360





















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