El respaldo económico de Washington a la administración de Javier Milei quedó supeditado a la victoria electoral del 26 de octubre, mientras se concretan encuentros y acuerdos que podrían redefinir la relación bilateral.
En una inédita conferencia de prensa de casi una hora, Donald Trump ofreció apoyo financiero a Argentina condicionado al desempeño de Milei en las legislativas, respaldando sus políticas y proyectos económicos, incluyendo la eventual dolarización, en un gesto que expone la vulnerabilidad del país ante decisiones externas.
WASHINGTON.–La llegada de Javier Milei a la Casa Blanca estuvo marcada por la espera y la tensión. Con casi 40 minutos de demora, el presidente estadounidense Donald Trump lo recibió en la puerta principal, con la imponente presencia de The Color Guard y cámaras registrando cada gesto. El saludo fue breve, un apretón de manos y una foto que parecía más un protocolo que un gesto de genuino interés. Sin embargo, la retórica posterior de Trump desnudó la profundidad de la dependencia argentina frente a Estados Unidos: “Estamos acá para darte un apoyo para las próximas elecciones. Si a la Argentina le va bien, otros países lo seguirán. Pero si no gana, no contará con nosotros. Si pierde, no seremos generosos”, declaró el mandatario norteamericano ante la prensa, condicionando explícitamente la ayuda financiera a la victoria de Milei el próximo 26 de octubre.
El mensaje fue directo y, para muchos, alarmante: la sostenibilidad económica de Argentina no dependerá únicamente de sus políticas internas, sino del resultado de un comicio que definirá si recibe respaldo externo. La declaración de Trump expone un escenario inquietante, donde la soberanía económica se subordina a las condiciones impuestas desde el extranjero. Ante la consulta de LA NACION sobre la posibilidad de que el plan se frustre, Trump respondió: “El plan puede caerse, sí, pero también le puede ir bien. Le vamos a dar la chance”. Una frase que, más allá de la cortesía diplomática, evidencia la incertidumbre y fragilidad del auxilio recibido.
El encuentro no se realizó en el Salón Oval como estaba previsto, sino que se desarrolló en un almuerzo entre los equipos de trabajo, precedido por un largo intercambio con periodistas. Allí, Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, reiteraron el respaldo a Milei, aunque bajo una condición ineludible: ganar las elecciones. La comitiva argentina, que incluía al ministro de Economía Luis Caputo, al canciller Gerardo Werthein y al presidente del Banco Central Santiago Bausili, permaneció mayormente pasiva, observando cómo se delineaban los términos de un apoyo que condiciona la política económica y electoral de su país.
Durante la conferencia, Trump no se limitó a respaldar a Milei; también tocó asuntos internacionales, advirtiendo sobre la relación con China y cuestionando a Venezuela y el grupo terrorista Tren de Aragua. La postura estadounidense es clara: la orientación estratégica de la Argentina debe alinearse con los intereses de Washington, un recordatorio contundente de que la independencia en política exterior es relativa cuando la economía depende de auxilios externos. Incluso la eventual dolarización de la economía argentina fue mencionada con aprobación, mientras Trump reconoció la moneda local: “Estamos contentos con la moneda argentina”. Este doble juego refleja un respaldo condicionado y calculado, más cercano a un contrato político que a una cooperación genuina.
Por su parte, Milei expresó gratitud hacia Trump y Bessent por la ayuda financiera que, según él, le permitirá transitar “una ruta para ir tranquilos” frente a la presión de sus opositores y la falta de liquidez. El mandatario argentino entregó, además, una carta escrita por las familias de rehenes liberados en Medio Oriente, un gesto de diplomacia emocional que busca reforzar vínculos personales con la Casa Blanca. Sin embargo, la esencia del encuentro no fue simbólica: quedó claro que el auxilio financiero no es un regalo sino un instrumento político condicionado al desempeño electoral, evidenciando la dependencia externa que el gobierno de Milei enfrenta.
El contexto de esta reunión es significativo. Se concreta apenas días después de que Estados Unidos desplegara un auxilio financiero hacia la Argentina, y en plena cuenta regresiva para las legislativas del 26 de octubre. Las expectativas sobre acuerdos comerciales e inversiones, aunque altas por la retórica entusiasta de Milei —“Habrá una avalancha de dólares. Nos van a salir los dólares hasta por las orejas”—, aún carecen de concreción. Funcionarios como Federico Sturzenegger, ministro de Desregulación del Estado, insistieron en la posibilidad de un acuerdo comercial “bastante inédito” que permitiría a ciertos sectores argentinos acceder privilegiadamente al mercado norteamericano, aunque fuentes oficiales reconocen que no se esperan anuncios de peso en esta cumbre.
El operativo diplomático y económico que acompañó la visita revela la estrategia del gobierno de Milei: buscar respaldo externo inmediato mientras se enfrenta a la incertidumbre interna de las elecciones legislativas. El ministro Caputo ya había negociado previamente la ayuda financiera ante la alta demanda de dólares y los vencimientos de deuda, pero el mensaje de Trump dejó en claro que este auxilio no es ilimitado ni incondicional. La presión de Washington introduce un factor adicional de complejidad en un escenario económico que ya se encuentra tensionado por decisiones internas y la volatilidad de los mercados.
A nivel político, el respaldo de Trump expone la fragilidad del gobierno de Milei frente a los condicionamientos externos. El aval norteamericano a sus políticas, expresado en términos de éxito electoral y aceptación de medidas como la dolarización, genera un doble efecto: por un lado legitima las acciones del presidente argentino ante ciertos sectores de su base; por otro, evidencia la dependencia de decisiones estratégicas que deberían ser soberanas, dejando al país en una posición subordinada frente a intereses foráneos. Esta relación de condicionamiento, además, se presenta públicamente bajo un tono amistoso y diplomático, pero el trasfondo revela la vulnerabilidad de la economía argentina y la presión política que Milei deberá enfrentar.
En términos de inversiones y comercio, la expectativa de un acuerdo con Estados Unidos, que incluiría exenciones o reducciones arancelarias, refleja un escenario de esperanza y riesgo. Mientras la comitiva argentina visualiza un flujo masivo de dólares y acceso preferencial al mercado norteamericano, persiste la incertidumbre sobre los alcances reales de estas medidas y las condiciones que Estados Unidos impondrá para su concreción. La evidencia documental muestra un respaldo condicionado, donde la buena voluntad norteamericana está ligada directamente al resultado electoral, más que al mérito económico o a la estabilidad de las políticas argentinas.
La visita a Washington, que incluyó alojamiento en Blair House y un almuerzo protocolar en la Casa Blanca, subraya la formalidad de los gestos, pero no modifica la esencia crítica del encuentro: Milei recibe un apoyo financiero que no solo depende de decisiones internas, sino del veredicto de un comicio próximo. Esta situación plantea un escenario de dependencia externa que podría limitar la capacidad de maniobra del gobierno argentino y dejar al país expuesto frente a intereses ajenos, mientras se busca proyectar un optimismo que los hechos aún no garantizan.
En suma, la cumbre con Trump revela un tablero complejo donde la política y la economía argentina se entrelazan con la presión internacional, mostrando que el respaldo norteamericano está condicionado y que la soberanía financiera y política del país queda, en buena medida, subordinada a un resultado electoral. Mientras Milei y su equipo celebran la posibilidad de dólares y acuerdos comerciales, la cruda realidad es que la estabilidad económica y la credibilidad de su gobierno dependen más de factores externos que de logros internos. El gesto de apoyo de Trump, lejos de ser un respaldo desinteresado, se presenta como un recordatorio de que la política económica de Argentina no puede desvincularse de la dinámica de poder global y de los condicionamientos impuestos por Estados Unidos, dejando en evidencia la vulnerabilidad estructural de un gobierno que aspira a redefinir el rumbo del país, pero que lo hace con recursos prestados y con la mirada condicionante del norte.





















Deja una respuesta