Los gobernadores del espacio autodenominado “Provincias Unidas” se reunirán en Buenos Aires para respaldar a Martín Lousteau y Florencio Randazzo, en un acto que promete más marketing político que federalismo real.
Mientras la Argentina profunda enfrenta recortes, desempleo y crisis productiva, los gobernadores Pullaro, Llaryora, Valdés, Sadir, Vidal y Torres viajan a la capital para posar junto a Lousteau y Randazzo. El proyecto que dice “romper la grieta” termina pareciéndose demasiado a los viejos acuerdos de cúpula que tanto dicen combatir.
El próximo miércoles, el espacio Provincias Unidas realizará un acto en la sede de Obras Sanitarias de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, los gobernadores Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Martín Llaryora (Córdoba), Gustavo Valdés (Corrientes), Carlos Sadir (Jujuy), Claudio Vidal (Santa Cruz) e Ignacio Torres (Chubut) se mostrarán junto a Martín Lousteau y Florencio Randazzo, los candidatos del grupo para la Ciudad y la provincia de Buenos Aires.
El mensaje es claro: presentarse como “una alternativa federal” ante la supuesta polarización entre el oficialismo y el kirchnerismo. Sin embargo, el gesto político parece contradecir el discurso. En lugar de fortalecer las provincias, el acto se realiza en la Capital, el epicentro del poder económico y mediático, bajo la mirada complaciente del establishment porteño.
La paradoja es evidente: mientras las provincias enfrentan un ajuste feroz en materia de obra pública, educación y salarios estatales, sus mandatarios se reúnen para respaldar a dos figuras que representan, simbólicamente, el modelo porteño de la política argentina. Martín Lousteau —referente de la UCR aliada históricamente al PRO— y Florencio Randazzo —exfuncionario del kirchnerismo devenido en candidato “independiente”— son la muestra de un reciclaje político más que de una renovación. En ambos casos, se trata de dirigentes que han transitado todos los espacios del poder sin construir arraigo real en las provincias ni un proyecto alternativo al centralismo económico.
Lo curioso es que los gobernadores de Provincias Unidas, muchos de ellos surgidos del reclamo contra el ajuste nacional, terminen subordinando su narrativa a candidatos que reproducen el mismo esquema de dependencia hacia la Ciudad de Buenos Aires y los grandes medios.
El discurso de “superar la grieta” se ha convertido en el eslogan favorito de quienes buscan ubicarse en el centro del tablero político. Sin embargo, detrás de esa fórmula publicitaria suele esconderse una alianza con los mismos intereses que generan la grieta: los grandes grupos económicos, el poder financiero y las corporaciones mediáticas. El proyecto de Provincias Unidas parece moverse en esa lógica. Hablan de “unidad federal”, pero el federalismo real no se construye en los auditorios de Buenos Aires ni con los micrófonos de TN y La Nación+. Se construye fortaleciendo la producción local, invirtiendo en ciencia, defendiendo la educación pública y exigiendo al Gobierno nacional una distribución equitativa de los recursos.
Nada de eso figura en la agenda del acto que preparan. Allí no se debatirán los recortes presupuestarios, la caída del empleo público o la falta de coparticipación. El evento será, más bien, una vidriera electoral en la que cada gobernador buscará proyectarse a nivel nacional sin incomodar a los verdaderos centros de poder.
El caso de Martín Llaryora (Córdoba) es paradigmático. Su discurso se presenta como “reformista” y “productivista”, pero su política económica se alinea con los lineamientos del ajuste fiscal. Pullaro (Santa Fe), por su parte, intenta equilibrar la crítica al gobierno de Milei con gestos de “responsabilidad institucional”, mientras enfrenta protestas docentes y reclamos salariales. Gustavo Valdés (Corrientes) y Carlos Sadir (Jujuy) se mueven cómodamente en el ala conservadora, con políticas de seguridad y represión social que contradicen cualquier pretensión progresista. Ignacio Torres (Chubut) y Claudio Vidal (Santa Cruz) completan el cuadro patagónico de un federalismo que mira más hacia los inversores extranjeros que hacia sus propios trabajadores.
Lo que une a todos estos dirigentes no es un proyecto común para el desarrollo de las provincias, sino una estrategia electoral para sobrevivir en un escenario dominado por el gobierno de Javier Milei y la fragmentación opositora.
El dato no es menor: el acto de Provincias Unidas se realizará en Buenos Aires, no en una capital provincial. Es decir, la “alternativa federal” decide lanzar su mensaje desde el mismo corazón del poder que supuestamente quiere descentralizar. Así, mientras las provincias padecen la desinversión en infraestructura, los gobernadores se fotografían en la Capital junto a candidatos que apenas mencionan los problemas estructurales del interior: la falta de transporte, la crisis energética, el cierre de escuelas rurales, la expulsión de jóvenes hacia las grandes ciudades.
El federalismo, en este contexto, se vuelve una palabra vacía. Una consigna útil para la campaña, pero desconectada de la realidad concreta.
El acto en Obras Sanitarias será un buen reflejo del momento político argentino: gobernadores que dicen representar al interior, pero que viajan a la Capital a rendir tributo al poder porteño; candidatos que hablan de “unidad”, pero repiten los mismos gestos del bipartidismo que dicen superar. En definitiva, Provincias Unidas aparece más como una estrategia de marketing electoral que como un proyecto político capaz de defender a las provincias en un contexto de ajuste, desigualdad y concentración del poder.
El federalismo, cuando se usa para la foto, no cambia la historia. Solo la disfraza.





















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