El diputado que borró su teléfono en la causa por el intento de asesinato a Cristina Kirchner ahora impulsa una ley para la “gestión trazable” de basura tecnológica. La ironía, en modo avión.
Gerardo Milman tiene una idea brillante: que los dispositivos electrónicos no terminen contaminando el ambiente. Lástima que no pensó lo mismo cuando su celular se convirtió en prueba clave en la investigación por el intento de magnicidio a Cristina Fernández de Kirchner.
Ahora, el diputado del PRO presentó con pompa y compostura un proyecto de ley para gestionar los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), aludiendo a la contaminación, la economía circular, la trazabilidad, la salud y el medioambiente. Todo muy verde, muy moderno, muy europeo. Lo que olvidó mencionar es que su propio aparato electrónico fue enviado al más allá de la trazabilidad: lo formateó justo antes de entregarlo a la Justicia.
La propuesta de Milman está plagada de términos técnicos que suenan bien en conferencias TED: economía circular, tierras raras, alianza entre consumidores y productores, y el infaltable “modelo europeo”. Pero mientras se desvive por reducir la huella digital de las baterías de litio, nadie se olvida que cuando le tocó rendir cuentas por su rol en los días previos al atentado a CFK, su celular sufrió una suerte de “reciclaje total” que dejó a la investigación sin una de las piezas claves. Un residuo que, de haber sido gestionado correctamente, podría haber arrojado luz sobre una trama siniestra.
Porque, conviene recordarlo, en noviembre de 2022 Milman entregó su teléfono a la Justicia con la memoria completamente borrada, en una causa donde se investiga si hubo una planificación política detrás del atentado contra la vicepresidenta. La pregunta es obvia: ¿también aplicó una política de «responsabilidad extendida del productor»?
Lo tragicómico es que, en su cruzada contra la basura tecnológica, Milman se muestra preocupado por el plomo, el cadmio y el mercurio… pero no por la pólvora, el odio ni las conspiraciones. Es más fácil hablar de residuos electrónicos que de residuos éticos. O asumir que ciertos dispositivos, cuando están cargados de datos comprometedores, no contaminan el planeta, pero sí la república.
“La solución al problema de los RAEE no puede estar basada en más Estado ni más burocracia”, sentenció el diputado. Y tenía razón: en su caso, bastó con una buena app de borrado seguro y un poco de cinismo parlamentario. Porque cuando se trata de reciclar, Gerardo no tiene límites: transforma evidencia en silencio, celulares en fantasmas, y sospechas en proyectos de ley.
A esta altura, su defensa del ambiente se parece más a una defensa legal anticipada. Y su preocupación por la trazabilidad suena a una burla, considerando que borró su propio rastro digital como si fuera un hacker amateur con fueros.
El caso Milman es el ejemplo perfecto de cómo se cruzan la impunidad política, el machismo institucional y la falta de compromiso democrático. Porque mientras el sistema judicial mira para otro lado y el Congreso le da micrófono, seguimos sin respuestas sobre un intento de femicidio político que puso en jaque la democracia. Cristina Kirchner estuvo a centímetros de la muerte, y Gerardo Milman sigue legislando como si nada. Con el celular limpio, la conciencia sucia y una ley bajo el brazo.
Fuente:nte: que los dispositivos electrónicos no terminen contaminando el ambiente. Lástima que no pensó lo mismo cuando su celular se convirtió en prueba clave en la investigación por el intento de magnicidio a Cristina Fernández de Kirchner.
Ahora, el diputado del PRO presentó con pompa y compostura un proyecto de ley para gestionar los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), aludiendo a la contaminación, la economía circular, la trazabilidad, la salud y el medioambiente. Todo muy verde, muy moderno, muy europeo. Lo que olvidó mencionar es que su propio aparato electrónico fue enviado al más allá de la trazabilidad: lo formateó justo antes de entregarlo a la Justicia.
La propuesta de Milman está plagada de términos técnicos que suenan bien en conferencias TED: economía circular, tierras raras, alianza entre consumidores y productores, y el infaltable “modelo europeo”. Pero mientras se desvive por reducir la huella digital de las baterías de litio, nadie se olvida que cuando le tocó rendir cuentas por su rol en los días previos al atentado a CFK, su celular sufrió una suerte de “reciclaje total” que dejó a la investigación sin una de las piezas claves. Un residuo que, de haber sido gestionado correctamente, podría haber arrojado luz sobre una trama siniestra.
Porque, conviene recordarlo, en noviembre de 2022 Milman entregó su teléfono a la Justicia con la memoria completamente borrada, en una causa donde se investiga si hubo una planificación política detrás del atentado contra la vicepresidenta. La pregunta es obvia: ¿también aplicó una política de «responsabilidad extendida del productor»?
Lo tragicómico es que, en su cruzada contra la basura tecnológica, Milman se muestra preocupado por el plomo, el cadmio y el mercurio… pero no por la pólvora, el odio ni las conspiraciones. Es más fácil hablar de residuos electrónicos que de residuos éticos. O asumir que ciertos dispositivos, cuando están cargados de datos comprometedores, no contaminan el planeta, pero sí la república.
“La solución al problema de los RAEE no puede estar basada en más Estado ni más burocracia”, sentenció el diputado. Y tenía razón: en su caso, bastó con una buena app de borrado seguro y un poco de cinismo parlamentario. Porque cuando se trata de reciclar, Gerardo no tiene límites: transforma evidencia en silencio, celulares en fantasmas, y sospechas en proyectos de ley.
A esta altura, su defensa del ambiente se parece más a una defensa legal anticipada. Y su preocupación por la trazabilidad suena a una burla, considerando que borró su propio rastro digital como si fuera un hacker amateur con fueros.
El caso Milman es el ejemplo perfecto de cómo se cruzan la impunidad política, el machismo institucional y la falta de compromiso democrático. Porque mientras el sistema judicial mira para otro lado y el Congreso le da micrófono, seguimos sin respuestas sobre un intento de femicidio político que puso en jaque la democracia. Cristina Kirchner estuvo a centímetros de la muerte, y Gerardo Milman sigue legislando como si nada. Con el celular limpio, la conciencia sucia y una ley bajo el brazo.
Fuente:
- https://noticiasargentinas.com/politica/presentan-en-diputados-un-proyecto-para-la-gestion-de-residuos-electronicos_a68797a19cfabaf8b134f6eab





















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