Economistas y periodistas advierten que el acuerdo con Estados Unidos podría transformarse en una vía de fuga de capitales para los grandes fondos de inversión, bajo condiciones impuestas desde Washington.
Sin anuncio oficial ni debate público, el gobierno de Javier Milei habría habilitado un mecanismo financiero que permite la intervención directa de fondos como BlackRock, Pimco y Fidelity en la economía argentina. La medida, calificada como un “abordaje” por Alejandro Bercovich, despierta sospechas sobre su verdadero propósito: rescatar a los amigos de Wall Street antes que al pueblo argentino.
El gobierno de Javier Milei parece haber cruzado un nuevo umbral en su entrega de la soberanía económica. Según revelaron periodistas y analistas, la reciente maniobra financiera que involucra fondos estadounidenses no fue comunicada oficialmente, pero ya comenzó a tener efectos concretos sobre el control de los activos nacionales. “Ya no es una intervención; es un abordaje”, alertó el periodista Alejandro Bercovich, quien remarcó el carácter inédito de una decisión de semejante magnitud sin anuncio por parte de las autoridades argentinas.
Detrás del operativo financiero se esconden nombres pesados del mundo de las inversiones: BlackRock, Fidelity, Pimco y ex colegas del empresario Scott Bessent —aliado de Javier Milei y ex asesor de George Soros— como Stanley Druckenmiller y Robert Citrone. El New York Times dedicó un artículo a exponer las dudas sobre “el verdadero fin del rescate argentino”, planteando que podría tratarse más de un salvataje a grandes fondos en problemas que de una ayuda genuina al país. “El verdadero objetivo podría ser proteger las apuestas de grandes inversores cuyas estrategias colapsarían si la economía argentina tambalea”, sostiene el artículo citado por el analista Sebastián Soler.
En la misma línea, el diputado nacional Itai Hagman calificó el supuesto “salvataje” de Estados Unidos como “tan burdo” que deja en evidencia su verdadera naturaleza: una cesión total de soberanía. Según Hagman, “la letra chica” del acuerdo implica que “lo que se le cante a Trump podrá pedírselo a Milei”, y lo definió como “una cosa insólita, sin precedentes”. Su advertencia apunta a la posibilidad de que el gobierno argentino quede subordinado políticamente a los intereses del expresidente republicano, en un esquema financiero que, lejos de auxiliar al país, lo encadena aún más al poder extranjero.
Por su parte, el economista Hernán Letcher sintetizó en tres conclusiones el trasfondo geopolítico y económico del acuerdo.
Primero, advirtió que “Milei está comprometido en sacar a China”: entra el swap estadounidense y sale el chino, en una maniobra que desplaza a uno de los principales socios comerciales y financieros de la Argentina.
Segundo, señaló que “el peso argentino está subvalorado”: mientras el FMI reclama una devaluación, el propio Bessent considera que, con su intervención, la moneda se apreciará. “A Estados Unidos le interesa una Argentina cara, porque compite con su economía”, explicó Letcher, alertando sobre un futuro pedido de corrección cambiaria luego de las elecciones.
Tercero, destacó un dato político que desnuda la injerencia externa: “Vamos a tener elecciones en Argentina el 26 de este mes. Creemos que al presidente Milei le irá bastante bien”, dijo Bessent, literalmente “con la camiseta de La Libertad Avanza”.
El silencio del gobierno argentino ante semejante trama resulta tan alarmante como el contenido del acuerdo mismo. No hubo comunicado oficial, ni explicación técnica, ni aclaración política. Apenas trascendidos y movimientos financieros que despiertan una única pregunta: ¿qué parte de la soberanía económica está siendo entregada esta vez?
El economista y gobernador bonaerense Axel Kicillof lo sintetizó con una frase de Arturo Jauretche que cobra renovada vigencia: “Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”. La referencia no podría ser más clara frente a un gobierno que, bajo la bandera del “libre mercado”, avanza en un proceso de desposesión nacional sin precedentes.
La ausencia de control institucional, el secretismo y la connivencia con intereses externos marcan un rumbo peligroso. Si la Argentina vuelve a ser el escenario de maniobras financieras diseñadas en Manhattan, los costos los pagará, una vez más, el pueblo argentino: con ajuste, deuda y pérdida de autonomía.
Mientras Milei se vanagloria de su cercanía con los mercados internacionales, los hechos confirman lo contrario de la independencia que prometió. No se trata de “libertad económica”, sino de una sumisión total al poder financiero global. En nombre del “rescate”, se abre una autopista de fuga para los dólares de Wall Street y un nuevo abismo para la economía real.
En tiempos donde la retórica liberal promete prosperidad y eficiencia, lo que emerge es un país cada vez más dependiente, sin control de sus decisiones ni de su destino. Porque, como advertía Jauretche, el problema no es sólo quién compra la patria, sino quién —desde adentro— la pone en venta.
Milei entrega la soberanía financiera a Estados Unidos con un acuerdo sin control nacional





















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