Kicillof recordó los 100 días de prisión de CFK y apuntó contra Milei por consolidar un modelo de represión y persecución política

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En un mensaje cargado de firmeza, Axel Kicillof denunció que la detención de la expresidenta es el resultado de años de hostigamiento y odio promovidos por sectores del poder, que hoy encuentran en el gobierno libertario la oportunidad de profundizar la persecución contra el peronismo y cualquier voz disidente.

Cien días de prisión. Ese es el número que Axel Kicillof eligió remarcar en un posteo en X para dimensionar la gravedad institucional que atraviesa la Argentina bajo la presidencia de Javier Milei. La detención de Cristina Fernández de Kirchner no es, en sus palabras, un hecho aislado, sino la consecuencia directa de un entramado de persecución política, judicial y mediática que desde hace años busca anular a la principal dirigente del peronismo.

El gobernador bonaerense fue categórico: “Cada día con Cristina detenida, Argentina es un país más injusto y una democracia más débil”. Con esa frase condensó el sentido de su denuncia: la prisión de la dos veces presidenta no es solo un ataque personal, sino un golpe certero contra la institucionalidad y el sistema político argentino.

Kicillof recordó que Cristina fue hostigada durante años, sometida a una campaña de difamación sistemática y a un clima de odio que derivó incluso en el intento de magnicidio ocurrido frente a su domicilio. Sin embargo, señaló que ese atentado no marcó un límite, sino que habilitó una escalada de revanchismo que culminó en su encarcelamiento bajo un gobierno con claros rasgos autoritarios.

La acusación es directa y sin eufemismos: en la Argentina de Milei, la represión es la respuesta a la protesta social, la persecución se ensaña con opositores y dirigentes sindicales, el periodismo crítico es demonizado y la división de poderes aparece subordinada a un proyecto concentrador y vengativo.

El mensaje de Kicillof, además, introduce un elemento clave: el carácter ejemplificador de la condena. La prisión de Cristina, insiste, no solo busca quebrar a una líder política, sino también enviar una advertencia al resto de la dirigencia que se atreva a enfrentar al poder concentrado. Se trata de un mecanismo clásico de disciplinamiento, donde la cárcel funciona como una amenaza velada contra todo aquel que no se pliegue a las reglas del oficialismo.

Resulta imposible pasar por alto la paradoja: un gobierno que se autoproclama defensor de la libertad es señalado por aplicar métodos de represión y proscripción política. Esa contradicción no es menor, porque pone en cuestión la legitimidad misma del discurso oficialista. Milei construyó su capital político en torno a la idea de emancipar al país de “la casta”, pero lo que emerge en los hechos es un esquema de persecución que replica prácticas de regímenes autoritarios.

Kicillof no se limitó a describir un presente sombrío; su mensaje también buscó transmitir resistencia. La frase “La persiguieron, la encarcelaron, pero no pudieron ni podrán someterla” resuena como una afirmación de fuerza y como un llamado a no resignarse. La lucha por la libertad de Cristina aparece no solo como una bandera del kirchnerismo, sino como un punto de inflexión en la defensa de la democracia argentina.

Sin embargo, la complejidad del escenario no puede ignorarse. Existen sectores que justifican la detención de Cristina con el argumento de “respetar la justicia”, sin reparar en la evidente selectividad con la que actúan ciertos jueces y fiscales. La falta de imparcialidad, sumada a la presión mediática y política, dibuja un panorama donde la justicia parece menos un árbitro que un instrumento de disciplinamiento.

Los 100 días de prisión de Cristina Kirchner no son solo un número. Representan un síntoma alarmante de cómo se erosiona el Estado de derecho en Argentina. El mensaje de Kicillof en X no es simplemente un recordatorio, es una denuncia pública contra un gobierno que, lejos de garantizar libertades, profundiza la persecución política y consolida un país cada vez más injusto y desigual.



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