Mientras Javier Milei se ausentaba en un teatro lírico, Karina Milei sellaba un cierre de listas marcado por la humillación del ala Caputo y la marginalización del PRO. El verticalismo libertario mostró su verdadero rostro, con purgas, revanchas y un poder cada vez más concentrado en la sombra de la secretaria general.
El cierre de listas para las elecciones bonaerenses dejó al descubierto una interna feroz en La Libertad Avanza. La hermana del Presidente ejecutó con frialdad quirúrgica una purga contra los laderos de Santiago Caputo y marginó al PRO, sellando así el control absoluto de la maquinaria libertaria. El supuesto león prefirió retirarse a la ópera antes que intervenir en una crisis que revela quién manda realmente en el gobierno.
Mientras el país hervía por el escándalo del Banco Nación y la interna libertaria llegaba a niveles de implosión, Javier Milei optó por una postal decadente: retirarse a escuchar ópera. Una escena más propia de una caricatura de reyes desquiciados que de un presidente que debe pilotear una crisis política en ascenso. Mientras tanto, en las sombras del poder, Karina Milei, su omnipresente hermana y secretaria general de la Presidencia, ejecutaba con precisión quirúrgica una purga brutal dentro de La Libertad Avanza.
Lo que ocurrió en el cierre de listas para las elecciones bonaerenses fue una masacre política. Santiago Caputo, el asesor que alguna vez fue la usina intelectual detrás de la campaña que llevó a Milei al poder, quedó completamente marginado. Sus laderos —los jóvenes influencers libertarios agrupados en “Las Fuerzas del Cielo”— fueron relegados sin contemplaciones. “Dijo que no quiere meterse, lo mismo que hizo en 2023”, fue la explicación que Caputo recibió del presidente cuando intentó mediar en el conflicto con Karina y su socio en el armado bonaerense, Sebastián Pareja.
Pero la historia no se agota ahí. En un acto de crueldad política digna de manual, Karina les hizo creer a Caputo y los suyos que habría integración si frenaban las críticas por el escándalo del Banco Nación. Fue un engaño. Una vendetta disfrazada de negociación. Una trampa bien montada. En el momento clave, se las cobró todas. La lapicera no sólo fue suya: fue un arma.
El sector de Pareja terminó vetando a los candidatos de Caputo y puso en sus lugares a hombres afines, incluso un ex radical que venía del entorno de Facundo Manes. El castigo fue completo: los referentes del ala juvenil libertaria fueron degradados a listas de concejales o directamente excluidos. Ni siquiera Nahuel Sotelo, actual secretario de Culto y Civilización, pudo obtener más que una promesa vaga para el 2027 en Quilmes. El resto, como Agustín Romo y Lucas Luna, simplemente desaparecieron de las boletas.
Este no fue un simple reacomodamiento táctico. Fue un escarmiento. Un acto de poder. Un mensaje mafioso al estilo “con Karina no se jode”. Porque la secretaria general de la Presidencia no solo marginó a los caputistas. También redujo a cenizas las expectativas del PRO. Ese acuerdo con Mauricio Macri que alguna vez se presentó como una estrategia de expansión electoral fue desmantelado por completo. Los amarillos sólo encabezarán dos de las ocho secciones electorales en juego. Apenas un premio consuelo para quienes supieron ser socios estratégicos.
La excusa formal fue la alianza “La Libertad Avanza – PRO”, pero la traducción real fue otra: el PRO, como actor político, quedó completamente subordinado. De hecho, las pocas candidaturas que se les otorgaron están escondidas en lugares de difícil ingreso. ¿Qué tan lejos puede llegar una figura como Cristian Ritondo si su lista es liderada por desconocidos bendecidos por Karina? ¿Qué chance real tiene Santilli si no controla ninguna lapicera? El verticalismo libertario, lejos de ampliarse, se encierra cada vez más en el núcleo duro de los hermanos Milei.
La escena cumbre de esta tragicomedia fue la reunión en la que Caputo y “el Gordo Dan” le pidieron a Milei 20 lugares en las listas. Lo hicieron a espaldas de Karina. Fue un intento desesperado por puentear el poder real. El Presidente los escuchó, asintió y luego… nada. Los dejó hablando solos. Como tantas otras veces, Javier Milei optó por el repliegue, la ambigüedad y la omisión. Eligió no ensuciarse, como si su liderazgo fuese apenas simbólico. En palabras de un dirigente caputista: “Milei no le pone límites a la hermana. La verdadera presidenta es Karina”.
Ese liderazgo evasivo del Presidente, tan parecido al de un CEO desentendido de los fierros de la política, ya genera rupturas en su base. Desde adentro, hay bronca, traición y decepción. Las Fuerzas del Cielo, aquellas que lo defendían con uñas y dientes en las redes, hoy lo acusan de ser un “gatito mimoso”. Ni la izquierda necesitó ser tan filosa: la frase salió de sus propias filas.
No hay espacio en esta historia para la ingenuidad. Lo que se está configurando es un régimen con lógica autoritaria interna, donde el poder real no pasa por los votos ni por los consensos, sino por la fidelidad a una casta que dice combatir. Karina Milei, sin cargo electivo alguno, maneja la estructura política con mano de hierro. Pareja, su socio en el conurbano, ejecuta las órdenes. Milei, el “león”, se refugia en la lírica mientras la política se cocina con fuego real.
Este cierre de listas es una radiografía perfecta del modelo de poder que impulsa el oficialismo. No hay coalición, no hay integración, no hay diversidad. Hay obediencia. Hay castigo. Hay verticalismo. La purga libertaria marca un punto de inflexión: el mileísmo ya no es una fuerza emergente en búsqueda de identidad. Es una maquinaria que empieza a devorarse a sí misma para consolidar el control absoluto.
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