Javier Timerman le respondió a la candidata libertaria: “Mi hermano no fue ningún enfermo mental”

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El debate político en la Argentina volvió a cruzar una línea peligrosa con las declaraciones de una candidata de La Libertad Avanza que calificó al peronismo como “una enfermedad mental”. La respuesta más contundente llegó desde Javier Timerman, hermano del fallecido excanciller Héctor Timerman, quien utilizó sus redes sociales para rechazar la violencia verbal y el uso del lenguaje de odio como herramienta política. “Soy una persona políticamente independiente. Pero mi hermano fue kirchnerista y no fue ningún enfermo mental. Fue un argentino que, equivocado o no, buscó lo mejor para su país y lo hizo con muchísima honestidad. El general Camps creía que aquellos que pensaban diferente a él eran enfermos mentales y por eso los mataba. Basta de violencia verbal”, escribió.

La intervención de Timerman no sólo fue una defensa personal y familiar, sino también un recordatorio de los peligros de naturalizar la deshumanización del adversario político. Su referencia al general Ramón Camps, jefe de la Policía Bonaerense durante la dictadura militar, evoca un pasado en el que las diferencias ideológicas se resolvían con tortura, persecución y muerte. En aquel tiempo, la represión se justificaba bajo el discurso de “limpiar la sociedad” de los “subversivos” y “enfermos”, una retórica que sirvió para encubrir el terrorismo de Estado y que hoy encuentra ecos en las expresiones de algunos dirigentes libertarios.

El posteo del economista provocó una amplia repercusión entre usuarios, periodistas y referentes políticos que coincidieron en el llamado a frenar la violencia simbólica. En un contexto donde las redes sociales se han convertido en el escenario principal de la confrontación política, la apelación de Timerman a la memoria y a la sensatez se leyó como un gesto de madurez frente a la banalización del odio. El señalamiento de que el propio discurso de los libertarios reproduce lógicas autoritarias no es nuevo, pero adquiere particular fuerza cuando quienes lo hacen no militan en las filas opositoras sino que hablan desde la independencia política.


La comparación entre el kirchnerismo y una “enfermedad mental” se inscribe en una tendencia cada vez más evidente de la ultraderecha argentina: convertir la diferencia en patología. Es un lenguaje que degrada la discusión pública, refuerza el estigma sobre la salud mental y despoja al otro de su condición de ciudadano. Cuando la candidata libertaria reduce la identidad política de millones de argentinos a un diagnóstico psiquiátrico, lo que se expresa no es una opinión, sino un mecanismo de exclusión. Es la misma lógica que en los años más oscuros del país permitió justificar la desaparición de personas bajo la idea de que estaban “infectadas” de ideología.

El repudio a esa forma de pensar debería ser transversal, porque la violencia verbal es el primer paso hacia formas más profundas de violencia institucional. Llamar “locos”, “zurdos”, “parásitos” o “enfermos” a los opositores no es sólo un exabrupto: es el intento de negarles legitimidad democrática. Timerman, que vivió en carne propia las consecuencias del odio y la persecución mediática, recordó con sus palabras que la política sin empatía desemboca en autoritarismo. En su caso, la referencia a su hermano Héctor no fue meramente emocional: fue una advertencia sobre lo que sucede cuando se cruzan los límites del respeto humano.

El discurso del odio ha ganado terreno en los últimos meses, alimentado por dirigentes que encuentran en la provocación una estrategia electoral. La candidata libertaria en cuestión no es una excepción. Sus declaraciones previas ya habían sido motivo de repudio: comentarios racistas, homofóbicos y agresiones hacia sectores populares. En ese contexto, la intervención de Timerman funcionó como un freno moral, una voz que recordó que la democracia también se defiende desde el lenguaje. “Basta de violencia verbal”, escribió, sintetizando en esa frase un reclamo que trasciende la coyuntura y apunta al corazón mismo de la convivencia democrática.

La respuesta de Timerman expuso una línea divisoria entre quienes promueven el diálogo y quienes se alimentan del agravio. La apelación al recuerdo de los crímenes de la dictadura no fue un golpe bajo, sino una forma de recordarle a la sociedad que el desprecio por el diferente ya tuvo consecuencias trágicas en la historia argentina. Cuando un dirigente llama “enfermo mental” a quien piensa distinto, no sólo ataca a un espacio político: reinstala una visión del mundo donde la disidencia se castiga y la empatía se extingue. Frente a eso, la voz de Timerman se impone como una defensa de la dignidad y de la memoria.

Fuentes consultadas:

Perfil – “Javier Timerman: ‘Da un poco de tristeza que la visita a los genocidas no genere escándalo en la población’”
https://www.perfil.com/noticias/modo-fontevecchia/javier-timerman-da-un-poco-de-tristeza-que-la-visita-a-los-genocidas-no-genere-escandalo-en-la-poblacion-modof.phtml

Página 12 – “Karen Reichardt, la candidata libertaria que dijo que el peronismo es una enfermedad mental”
https://www.pagina12.com.ar/745854-karen-reichardt-la-candidata-libertaria-que-dijo-que-el-peronismo-es-una-enfermedad-mental

Infobae – “Javier Timerman repudió la violencia verbal tras las declaraciones de una candidata de La Libertad Avanza”
https://www.infobae.com/politica/2025/10/17/javier-timerman-repudio-la-violencia-verbal-tras-las-declaraciones-de-una-candidata-de-la-libertad-avanza/

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