La reunión entre Javier Milei y Franklin Graham —hijo del célebre evangelista Billy Graham— fue mucho más que un acto protocolar. Fue una postal precisa del rumbo ideológico de un gobierno que ya no esconde su acercamiento al poder religioso más conservador. La foto en Casa Rosada, con sonrisas medidas y tono solemne, puede parecer inocente, pero es un gesto calculado: la puerta simbólica que Milei abre hacia el fundamentalismo evangélico, bajo el barniz de la “libertad de culto” y la “defensa de los valores tradicionales”.
Graham no vino de paseo. Vino a encabezar en Buenos Aires el “Festival de la Esperanza”, un megaevento que convoca a más de 2.300 iglesias y promete llenar el estadio de Vélez con 50 mil fieles. En ese contexto, su encuentro con el presidente argentino es un espaldarazo político que legitima su influencia y deja en evidencia hasta qué punto Milei busca amparo en un entramado religioso que combina moral conservadora, capital internacional y movilización de masas.
El tuit viral de @PonzistaAnti que ironizaba sobre esta reunión no exageraba tanto como parece. Decía que Milei recibía “a todos los gurúes y sectas del planeta”, y aunque suene a chiste, el trasfondo es serio: la fusión entre el poder político y la fe organizada siempre tiene un precio. Lo que se presenta como una apertura espiritual puede convertirse en una cesión del Estado laico a intereses teocráticos.
Milei ha coqueteado con este terreno desde su campaña. No sólo por su acercamiento a figuras como el pastor evangélico Osvaldo Carnival o por sus discursos llenos de metáforas religiosas —“la batalla contra el mal”, “la luz contra las tinieblas”— sino porque encontró en las iglesias evangélicas un canal de legitimación popular que no depende del sindicalismo, de los movimientos sociales ni del sistema de partidos tradicionales. Allí hay poder, estructura y dinero. Y él lo sabe.
Franklin Graham representa a ese cristianismo norteamericano que ha hecho de la fe un negocio y de la cruz una marca. Heredero de su padre, Billy Graham —el predicador televisivo que convirtió la religión en espectáculo—, ha construido una organización global que mezcla caridad, lobby político y moralismo punitivo. Se opone al matrimonio igualitario, al aborto y a la educación sexual integral. Respaldó a Donald Trump sin disimulo y, como él, entiende que la política se gana con narrativa emocional, enemigos claros y la sensación de cruzada permanente.
Que Milei lo reciba no es casual: ambos predican la misma fe, cada uno en su templo. Graham busca almas, Milei busca votos. Los dos prometen salvación, cada uno a su manera. Y en la Argentina actual, donde la desesperanza económica se convierte en terreno fértil para cualquier discurso redentor, esa combinación puede ser explosiva.
Pero el problema va más allá del marketing religioso. Lo que se abre es una puerta institucional al fundamentalismo. En agosto pasado, el gobierno de Milei reconoció legalmente a cientos de iglesias evangélicas, otorgándoles beneficios y facilidades administrativas que antes se discutían en el Congreso. No es un gesto aislado: el nombramiento de Francisco Sánchez —conocido por sus posturas negacionistas y anti-derechos— al frente de la Secretaría de Culto confirma que el Estado empieza a teñirse de un sesgo religioso que rompe con el principio histórico de laicidad.
El fundamentalismo no se presenta con sotana ni grita desde el púlpito. Se cuela en decretos, en discursos sobre “valores”, en el lenguaje moralizante de funcionarios que confunden libertad con dogma. Y cuando el Estado legitima ese discurso, las minorías —sexuales, religiosas, políticas— quedan expuestas. No es un temor abstracto: ya lo vivimos en América Latina, donde las iglesias evangélicas conservadoras influyen en políticas públicas, censuran contenidos educativos y dictan agenda sobre derechos sexuales y reproductivos.
Milei repite que defiende la libertad individual, pero abraza a líderes que condenan la diversidad. Habla de un Estado mínimo, pero refuerza alianzas con estructuras religiosas que buscan maximizar su poder. Y mientras tanto, la Argentina real —la que sufre la inflación, el ajuste, la precariedad— asiste a esta liturgia del cinismo como si fuera un reality divino: un gobierno que predica meritocracia mientras reparte bendiciones a los poderosos de la fe.
El “festival de la esperanza” que Graham lidera en Vélez promete música, oración y promesas de redención. Milei, por su parte, promete crecimiento, orden y libertad. Ambos saben que los milagros no existen, pero que la ilusión de que pueden ocurrir siempre rinde. Y así, entre himnos y slogans, la política argentina se arrodilla lentamente frente a una nueva forma de poder: la del fundamentalismo moderno, disfrazado de fe y revestido de marketing celestial.
Al final, cuando las luces del estadio se apaguen y los aplausos se disuelvan, quedará la pregunta incómoda: ¿cuánto Estado se entrega cuando el presidente decide rezar en lugar de gobernar?
Fuentes:
– Oficina del Presidente, comunicado oficial en X: x.com/OPRArgentina/status/1985824023767376296
– Clarín, “En medio de la sintonía Milei-Trump llega al país el predicador evangelista Franklin Graham”, 4 nov 2025. https://www.clarin.com/politica/medio-sintonia-javier-milei-donald-trump-llega-pais-predicador-evangelico-presidente-norteamericano_0_M0oNGWNOJr.html
– Canal C, “Llegó a la Argentina Franklin Graham, predicador que lidera una gira de avivamiento cristiano”, 4 nov 2025. https://canalc.com.ar/llego-a-la-argentina-franklin-graham-predicador-que-lidera-una-gira-de-avivamiento-cristiano/
– Christian Daily, “Milei inaugura la mayor iglesia evangélica de Argentina con un discurso espiritual y político”, julio 2025. https://es.christiandaily.com/news/milei-inaugura-templo-evangelico-mas-grande-de-argentina-con-discurso-cargado-de-espiritualidad-e-ideologia-politica
– Buenos Aires Times, “Milei and Evangelism: a Heavenly Ally”, agosto 2025. https://www.batimes.com.ar/news/argentina/milei-and-evangelism-a-heavenly-ally.phtml
















Deja una respuesta