Gildo Insfrán consolida su liderazgo en Formosa y con casi el 68% de los votos el peronismo formoseño ratifica su fortaleza democrática

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Mientras Javier Milei tropieza en su primer plebiscito electoral en tierras formoseñas, Gildo Insfrán refuerza su vínculo con un pueblo que vuelve a elegirlo mayoritariamente, confiando en la estabilidad y la obra política construida durante casi su gestión justicialista.

Formosa volvió a ser noticia, y esta vez no por las polémicas que desde algunos rincones del país insisten en colgarle como etiquetas, sino porque su gente habló en las urnas y eligió seguir apostando a la continuidad de un proyecto político que lleva más de tres décadas y que, lejos de marchitarse, parece encontrar cada vez nuevos argumentos para sostenerse. Gildo Insfrán, gobernador peronista desde 1995, se impuso con casi el 68 por ciento de los votos en las elecciones provinciales de medio término, relegando a un segundo plano a sus rivales de la oposición, entre los que se cuentan el Frente Amplio Formoseño y el debutante partido del presidente Javier Milei, La Libertad Avanza, que ni siquiera alcanzó el 10 por ciento de los sufragios.

En una Argentina que transita entre la incertidumbre económica, los discursos disruptivos y los recortes que golpean sin piedad a las provincias, el resultado formoseño funciona como un mensaje político potente. Allí donde Milei soñaba con encontrar un eco popular para su experimento libertario, se topó con la cruda realidad: la gente no come relatos, ni se enamora de eslóganes vacíos, menos aún cuando el Estado provincial sigue siendo el sostén vital para gran parte de la población.

No se puede soslayar que Insfrán no es simplemente un gobernador más. Es el dirigente que ha sabido tejer, a lo largo de décadas, un vínculo casi orgánico con su pueblo, apelando a la identidad local, a la defensa de la obra pública y a la convicción de que la política es algo más que administrar números. “Somos un pueblo esclarecido que hace muchos años decidió ser artífice de su destino”, escribió el mandatario en sus redes sociales tras emitir su voto. La frase podría sonar grandilocuente, pero se ajusta a los hechos: en cada elección, el PJ formoseño no solo gana, sino que arrasa.

En esta contienda se ponían en juego 15 bancas de diputados provinciales, la mitad de la Legislatura local, además de 30 convencionales constituyentes, concejales municipales y representantes en comisiones de fomento. Con más del 60 por ciento de participación, muy por encima de lo que se venía registrando en otras provincias, el peronismo dejó al FAF, su rival más fuerte, con una diferencia cercana a los cuarenta puntos. La oposición, impotente ante semejante brecha, volvió a repetir la ya clásica denuncia de fraude, una cantinela que suena cada vez más vacía y que no logra echar sombras definitivas sobre un proceso democrático donde la gente, guste o no, elige.

La historia política de Formosa no se puede contar sin el nombre de Gildo Insfrán. Veterinario de profesión, se subió por primera vez al gobierno como vicegobernador en 1987, y desde 1995 ocupa la gobernación sin interrupciones. Ha atravesado gobiernos nacionales radicales, menemistas, kirchneristas, macristas y ahora libertarios, sin perder jamás la mayoría en su provincia. Una proeza política que no solo habla de su astucia o del peso de la estructura, sino también de una sintonía particular con su electorado. En tiempos en que Javier Milei proclama el fin del “Estado elefante” y la necesidad de “dinamitar” estructuras, Formosa parece decirle al libertario que en el norte, la historia se escribe de otro modo.

No es casual que la elección haya coincidido con un clima social cargado de preocupación por las políticas nacionales. El recorte brutal de fondos a las provincias, la incertidumbre sobre la continuidad de obras públicas estratégicas, y el impacto de la inflación sobre los sectores más vulnerables funcionan como telón de fondo. Frente a ese escenario, Insfrán ofreció la seguridad de un liderazgo firme y conocido, algo que muchos votantes parecen valorar más que los cantos de sirena de la antipolítica.

La propia mecánica electoral formoseña, con su Ley de Lemas vigente desde 1987, jugó también un papel clave. Mientras el PJ presentó una lista única que concentró casi el 68 por ciento de los votos, la oposición se presentó dividida. El FAF dispersó su caudal en tres listas distintas, y el mileísmo optó por ir con boleta propia, fragmentando todavía más el voto opositor. A eso se suma el hecho de que en Formosa se vota con boleta papel dividida en tres cuerpos (diputados, convencionales y concejales), lo que multiplica las posibilidades de dispersión y errores en el voto opositor.

A última hora, los números dejaron en claro la contundencia del respaldo peronista: el PJ logró el 67,29 por ciento de los votos; La Libertad Avanza apenas 10,31 por ciento; el FAF, con sus listas combinadas, un 21,48 por ciento, y Libres del Sur apenas rozó el 0,92 por ciento. Esos guarismos reflejan una realidad incómoda para Milei: su prédica liberal-libertaria, que en redes sociales suena ensordecedora, se estrella en provincias como Formosa contra una pared de fidelidad política y necesidades sociales concretas.

Más allá de los números, la elección tuvo un matiz institucional decisivo: la elección de los 30 convencionales constituyentes encargados de reformar la Constitución provincial, luego de que la Corte Suprema invalidara la reelección indefinida. Allí también el peronismo logró imponer su mayoría, consolidando el control político del proceso que definirá las reglas del juego para los próximos años.

Formosa es democrática, sin dudas, y sus ciudadanos ejercen el voto de manera libre y secreta. Pero es también una provincia con realidades sociales y económicas muy específicas, donde el Estado provincial cumple un rol que no puede subestimarse. Gildo Insfrán ha sabido leer esa realidad como pocos y convertirla en una maquinaria política eficaz, con una narrativa donde la identidad, la obra pública y la estabilidad pesan más que cualquier promesa de cambio súbito.

Mientras Milei insiste en su cruzada por achicar el Estado a fuerza de motosierra y ajuste, Formosa le responde con votos. Y esos votos, lejos de ser solo números, son la expresión de un pueblo que, en plena tormenta libertaria, prefiere refugiarse en un proyecto político conocido, con rostro, nombre y apellido: Gildo Insfrán.

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