Las elecciones legislativas de octubre en Río Negro enfrentan dos mundos irreconciliables.
De un lado, la científica Adriana Cristina Serquis, doctora en Física, ex presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica y actual secretaria de Investigación de la Universidad Nacional de Río Negro.
Del otro, la diputada libertaria Lorena Villaverde, cuya historia judicial —entre causas en Argentina y Estados Unidos— la muestra más cerca del delito que del servicio público.
El contraste no podría ser más claro. Serquis dedicó su vida a la ciencia, a formar investigadores, a defender la energía limpia y la universidad pública. Fue becaria del CONICET, trabajó en el Instituto Balseiro y realizó posdoctorado en Los Álamos, Estados Unidos. Recibió el premio L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en 2014 por su investigación en materiales superconductores. Durante su gestión al frente de la CNEA impulsó la planificación estratégica y el desarrollo de tecnología nuclear nacional.
Villaverde, en cambio, carga con un prontuario que haría temblar a cualquier fiscal. Según diversas investigaciones periodísticas, fue detenida en 2002 en el estado de Florida por contrabando de cocaína y lavado de dinero. Documentos judiciales estadounidenses señalan el decomiso de 15 kilos de droga y 50 mil dólares no declarados. Desde entonces tendría prohibido el ingreso a EE.UU., aunque jamás exhibió documentación oficial que lo contradiga.
En Argentina, su nombre reaparece en expedientes de Río Negro vinculados a estafas inmobiliarias: la venta irregular de terrenos en Las Grutas, mediante una sociedad pantalla con deudas y permisos truchos. La investigación detectó maniobras de sobreprecios y engaños a compradores, y aún se tramita en la justicia provincial.
Por si fuera poco, Villaverde fue señalada en informes sobre el empresario Federico “Fred” Machado, detenido por narcotráfico y lavado de dinero. Según esos reportes, compartía contactos comerciales con Claudio Ciccarelli, alias “Lechuga”, primo político de Villaverde, implicado en operaciones financieras irregulares.
Mientras tanto, la candidata libertaria intenta sobrevivir mediáticamente. Amenazó al periodista Nicolás Wiñazki por haber mencionado sus antecedentes, protagonizó peleas públicas con colegas de su espacio y se exhibe en redes con discursos agresivos. Ni la “rinoscopia” que se realizó en televisión, intentando despejar sospechas, logró borrar el olor a pólvora de su pasado.
Frente a eso, la figura de Adriana Serquis emerge como un oasis de coherencia. No viene del marketing ni de los fueros: viene de los laboratorios. Defiende la ciencia argentina frente al desfinanciamiento, habla de soberanía energética, de producción de conocimiento, de desarrollo tecnológico. Propone un país con base científica, no un país rifado a la especulación.
En tiempos en que Milei y su gobierno impulsan el vaciamiento del CONICET y la paralización de los proyectos nucleares, la candidatura de Serquis simboliza resistencia, futuro y soberanía. La de Villaverde, en cambio, representa el desquicio: la colonización del poder por el dinero oscuro, el desprecio por la ética, la violencia como método.
La elección en Río Negro, por primera vez en mucho tiempo, plantea un dilema moral evidente. Entre la ciencia y el delito. Entre la razón y la impunidad. Entre una mujer que dedicó su vida al conocimiento y otra que la pasó entre expedientes judiciales.
Nunca estuvo tan fácil la elección.
Entre una científica y una narcotraficante, ¿a quién elegirías?





















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