El video de Marra terminó ofreciendo el iPhone que había comprado para su ex novia a cambio de reseñas en Google

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Desató burlas y repudio en redes. Lo que parece una broma encierra un problema más profundo: la banalización del engaño y la falta de límites éticos en el ecosistema libertario.

Un clip viral protagonizado por el empresario y político libertario Ramiro Marra encendió la polémica en X. En el video, ofrece un iPhone “que era para su novia” como premio a quienes dejen reseñas de cinco estrellas a su empresa Bull Market. La escena, difundida por el programador Javier Smaldone, se convirtió en símbolo de la impostura digital y del oportunismo que impregna al discurso oficialista.

El video dura apenas cincuenta segundos, pero condensa un universo entero de contradicciones. Frente a cámara, con tono de motivador empresarial, Ramiro Marra —uno de los rostros más visibles del espacio libertario de Javier Milei— invita a sus seguidores a dejar reseñas de cinco estrellas en Google a cambio de un iPhone. El teléfono, aclara entre risas, “era para mi novia, pero bueno, me separé, así que se lo regalo a ustedes”. La escena, lejos de provocar admiración, generó una ola de burlas, críticas y comentarios indignados.

El fragmento fue publicado por la cuenta @mis2centavos, perteneciente al programador Javier Smaldone, quien ironizó con un “NO PUEDO MÁS 🤣” ante lo grotesco del espectáculo. En cuestión de horas, el post acumuló más de 40 mil visualizaciones y decenas de respuestas. Para muchos usuarios, lo que parecía un simple sketch de humor terminó revelando una práctica preocupante: la manipulación de reseñas a cambio de premios, algo que las propias políticas de Google prohíben expresamente por considerarlo fraude.

Detrás de la sonrisa forzada y del intento de marketing “canchero”, el video pone de manifiesto un patrón de conducta extendido entre referentes del oficialismo libertario: la búsqueda desesperada de validación digital, aunque implique vulnerar reglas básicas de transparencia. La escena del “iPhone de la ex” se volvió el ejemplo perfecto de ese vacío ético: convertir un fracaso sentimental en una campaña de autopromoción, sin medir el ridículo ni la ilegalidad.

Las reacciones no tardaron. “Esto no se puede denunciar en Google?”, preguntó un usuario. “Ofrecer regalos a cambio de reseñas positivas es lo más turbio que hay”, escribió otro. El tono general fue de incredulidad y burla: “¿Ese iPhone no se lo devolvió la novia?”, ironizó uno; “Seguro se lo pidió de vuelta para rifarlo”, agregó otro. En paralelo, algunos apuntaron a un problema más de fondo: “Si quiere reconocimiento, que pague mejores sueldos en Bull Market”, comentó @AntiLiberotario, evidenciando la contradicción entre la prédica meritocrática y las prácticas empresariales del entorno libertario.

El caso es especialmente relevante porque Marra no es un influencer cualquiera: es legislador porteño y referente económico del oficialismo. Su imagen pública debería ser sinónimo de responsabilidad y ejemplo, pero su exposición en este tipo de contenidos confirma una tendencia peligrosa: la confusión deliberada entre lo público y lo privado, entre la política y la autopromoción. En ese sentido, lo que indigna no es sólo el sorteo de un teléfono, sino el descaro con el que se naturaliza la manipulación como herramienta de gestión.

El humor que despierta el video no logra tapar el trasfondo de cinismo. El discurso libertario, que dice defender la libertad y la competencia, se traduce en hechos en una cultura del engaño digital, donde lo importante no es la verdad sino la apariencia de éxito. Incentivar reseñas falsas equivale a falsear la realidad: el negocio parece más confiable, el líder más popular, el proyecto más sólido. Pero todo es cartón pintado.

Este tipo de estrategias no son nuevas, pero adquieren una dimensión distinta cuando provienen del círculo de Milei, que ha construido su legitimidad sobre el desprecio a la “casta” y la exaltación de la transparencia. Sin embargo, en la práctica, reproducen los mismos vicios que dicen combatir: manipular, vender humo, distorsionar el debate público. La diferencia es que ahora lo hacen con emojis, iPhones y hashtags.

El detalle del iPhone destinado originalmente a una novia agrega una capa tragicómica. El intento de usar un fracaso amoroso como gancho publicitario resume el espíritu de una época: la mercantilización absoluta de todo, incluso de los sentimientos. En ese universo de cinismo, la empatía se reemplaza por marketing, y la ética se diluye entre likes y reseñas.

Que un funcionario público impulse prácticas prohibidas por las plataformas debería ser motivo de sanción institucional. Pero en el clima político actual, donde el show reemplaza al escrutinio y el escándalo se convierte en moneda corriente, la indignación dura lo que un trending topic. Mientras tanto, la confianza pública sigue erosionándose, un “me gusta” a la vez.

El episodio del “iPhone de la ex” pasará probablemente al archivo de memes políticos, pero su trasfondo merece reflexión. Porque si los referentes del gobierno usan la mentira como estrategia de visibilidad, ¿qué puede esperarse de sus políticas económicas, sociales o institucionales? En definitiva, el video no es sólo una anécdota ridícula: es el reflejo de un modelo que celebra el oportunismo y desprecia la honestidad. Y eso, más que gracioso, debería alarmar.

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