El trollcenter libertario contra Itai Hagman: cuando el odio no puede disimular su fascismo

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Mientras la maquinaria digital de Milei se activa para atacar al diputado de Unión por la Patria, guarda un silencio cómplice frente a los escándalos de su propio espacio: un candidato vinculado al narcotráfico, un antisemita confeso, un ministro sospechado de encubrimiento en la causa AMIA y la misteriosa “comisión del 3%” de Karina Milei.

La legisladora porteña Victoria Freiré desnudó en redes el doble estándar moral del oficialismo y la hipocresía de sus “guerreros digitales”, que intentan ensuciar a quienes denuncian el genocidio en Gaza mientras callan ante la corrupción y el extremismo de su propio gobierno.

El ecosistema digital de Javier Milei volvió a mostrar su rostro más brutal. Apenas el diputado Itai Hagman cuestionó el accionar del gobierno israelí en Gaza, la maquinaria de trolls libertarios se encendió con furia, intentando instalar una campaña de odio y desinformación. Sin embargo, la legisladora porteña Victoria Freiré desmontó en un solo posteo la hipocresía estructural de ese mismo aparato de propaganda.

“Prendieron el trollcenter para bardear a Itai, pero todavía no saben qué decir del narco de Espert, del antisemita de Fargosi, del ministro encubridor de la AMIA, ni del 3% de Karina”, escribió Freiré, señalando con precisión los agujeros morales del oficialismo. Su publicación no sólo puso en evidencia la doble vara con la que opera el gobierno, sino también la trama de encubrimientos y complicidades que se extiende en el entorno libertario.



Itai Hagman, nacido en Israel durante el exilio de sus padres argentinos perseguidos por la dictadura, se ha destacado por su mirada crítica y humanista sobre el conflicto en Medio Oriente. Su postura, lejos de ser “antijudía” como intentan instalar los operadores libertarios, se enmarca en una tradición profundamente democrática y solidaria con los pueblos oprimidos. Pero para el oficialismo, cualquier disidencia frente a sus aliados internacionales —en especial Netanyahu y la ultraderecha global— es motivo de persecución discursiva.

Mientras los trolls atacan con virulencia a Hagman, el silencio reina ante los escándalos internos de La Libertad Avanza. Nadie en el gobierno explica aún los vínculos del economista y diputado José Luis Espert con el empresario detenido por narcotráfico Federico “Fred” Machado, ni el papel de Alejandro Fargosi, ex candidato libertario, cuyas declaraciones antisemitas generaron repudio incluso dentro de su propio espacio. Tampoco se ha aclarado la situación del ministro acusado de haber participado en el encubrimiento del atentado a la AMIA, ni la ya célebre “comisión del 3%” que rodea a Karina Milei y las sospechas sobre el manejo discrecional de los fondos partidarios.

El discurso libertario, que se presenta como “anti-casta”, se desmorona ante la evidencia de sus propios privilegios, negocios y pactos de impunidad. Freiré apuntó directamente a esa contradicción, denunciando que el oficialismo utiliza el aparato estatal y su red digital no para transparentar ni debatir, sino para perseguir a la oposición política y a toda voz disidente.

El caso Hagman es paradigmático: un dirigente judío que denuncia el genocidio en Gaza y defiende los derechos humanos es convertido en blanco de una campaña de odio impulsada por un gobierno que se refugia en el cinismo. “No se entiende si les molesta más lo primero o lo segundo. En cualquiera de los dos casos, son unos fascistas repugnantes”, escribió Freiré, sintetizando el sentir de una gran parte de la sociedad que asiste con preocupación al avance de la intolerancia como herramienta de gobierno.

La estrategia es clara: instalar enemigos, generar confusión, distraer la atención de los verdaderos problemas —la inflación descontrolada, el ajuste, el hambre y el desmantelamiento del Estado—, y alimentar el odio como pegamento ideológico. Pero los hechos son testarudos, y cada nuevo intento de manipulación expone un poco más la degradación moral de quienes hoy ocupan el poder.

El próximo 26 de octubre, recordó Freiré, “también se vota para que los fachos vuelvan al closet”. No se trata sólo de una consigna electoral, sino de una advertencia sobre el tipo de sociedad que se está disputando: una en la que la libertad se utiliza como máscara del autoritarismo, o una en la que los derechos humanos, la memoria y la solidaridad sigan siendo pilares de la democracia.

Porque detrás del trollcenter libertario no hay ideas, ni debate, ni ética. Hay apenas odio organizado, dirigido desde arriba y sostenido con fondos públicos. Y frente a eso, como demuestra la valentía de dirigentes como Itai Hagman y Victoria Freiré, el silencio no puede ser una opción.

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