El supuesto data center de OpenAI en la Patagonia: otra operación de prensa para sostener a Milei

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El video de dos minutos difundido por Sam Altman, CEO de OpenAI, fue presentado como un anuncio histórico de inversión en inteligencia artificial en Argentina. Sin embargo, detrás del discurso de Javier Milei sobre la “lluvia de dólares” se esconde una operación mediática con más inconsistencias que certezas, sin base empresarial ni tecnológica comprobable.

La promesa de un “mega data center” en la Patagonia, valuado en 25 mil millones de dólares, carece de documentación, socios verificados y avales técnicos. Expertos en ciencia, energía e informática desmienten la viabilidad del proyecto y advierten que el anuncio busca apuntalar la imagen de Milei en medio de una crisis económica y social, mientras su gobierno desfinancia la universidad pública y el sistema científico nacional.

El gobierno de Javier Milei necesitaba buenas noticias, aunque fueran ficticias. Y las encontró, una vez más, en un video de dos minutos. Sam Altman, CEO de OpenAI, leyó con voz monótona un texto que prometía construir en la Patagonia un gigantesco centro de datos valuado en 25.000 millones de dólares. En cuestión de horas, los medios oficialistas lo transformaron en el “anuncio del siglo”. Pero al rascar un poco la superficie, todo empieza a desmoronarse: el proyecto no tiene documentación pública, los supuestos socios no existen o carecen de trayectoria y, para colmo, los especialistas coinciden en que la iniciativa es técnicamente inviable en las condiciones actuales del país.

El entusiasmo del libertario contrasta con la precariedad del anuncio. Sur Energy, la firma que Altman menciona como socia del emprendimiento, apenas tiene una página hecha con Google Sites, sin dirección, sin historial de obras, sin personal visible y con datos incompletos. ¿Puede una empresa así liderar una obra de 500 MW en energías renovables? Difícilmente. Ni siquiera hay registros que la vinculen con proyectos energéticos de gran escala en Argentina. El propio Roberto Salvarezza, presidente de la Comisión de Investigaciones Científicas bonaerense, fue categórico: “No conozco Sur Energy ni su capacidad para llevar adelante un proyecto de esa magnitud. Estos desarrollos requieren compañías con trayectoria probada, y eso no se observa”.

El exministro de Ciencia va más allá y señala la incoherencia de hablar de “inteligencia artificial para los argentinos” en un país donde el gobierno destruye las bases del conocimiento. “¿Cómo se integran las capacidades científico-industriales nacionales si se ataca a las universidades, a los ingenieros, a los investigadores? Sin soberanía tecnológica, no hay IA posible”, advirtió. El contraste es brutal: mientras Milei posa sonriente junto a empresarios extranjeros, el CONICET sufre recortes históricos, las universidades luchan por pagar la luz y miles de científicos emigran ante la falta de presupuesto.

Las dudas no son menores. Fernando Schapachnik, doctor en Informática, también puso en duda el relato libertario: “Estos data centers son hyperscalers, de altísima complejidad. No se le puede encargar semejante tarea a una empresa sin experiencia. No cierra por ningún lado”. En efecto, OpenAI solo ha desarrollado centros de esa envergadura en Estados Unidos, bajo el llamado Proyecto Stargate, que según su propia página está destinado exclusivamente a infraestructura norteamericana.

Entonces, ¿por qué Sam Altman haría un anuncio tan endeble? La respuesta podría estar en las maniobras financieras y comunicacionales que rodean a la burbuja de la inteligencia artificial generativa. Según Bloomberg, OpenAI y Nvidia mantienen un ciclo circular de “anuncios cruzados”: una promete inversiones que en realidad son compras de hardware, y la otra registra esas ventas como apoyo financiero. Este juego de espejos sirve para sostener la ilusión de expansión constante en un sector que gasta mucho más de lo que gana. Incluso el Deutsche Bank advirtió que el auge de la IA podría ser el preludio de una recesión global, una burbuja lista para explotar.

En este contexto, el gesto de Altman parece más un favor político que una apuesta empresarial. “Leer un comunicado de apoyo no cuesta nada”, ironiza un analista del sector. Milei, necesitado de validación internacional, se aferra a cualquier guiño que refuerce su relato de “inserción global”. Pero la realidad es otra: no hay inversión, no hay obra, no hay papeles. Hay, en cambio, una operación de prensa cuidadosamente montada para distraer de la crisis económica, la inflación desbordada y el deterioro institucional.

La investigadora argentina Milagros Miceli, reconocida por la revista Time entre las figuras destacadas de la IA, fue tajante: “Los data centers no traen ni empleo masivo ni desarrollo local. Se construyen rápido, emplean mano de obra barata y después requieren muy poco personal. Además, el impacto ambiental es enorme: consumen agua limpia, saturan la red eléctrica y generan un ruido insoportable para las comunidades cercanas. Esto contamina y no deja beneficios”.

Miceli también recordó que el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que Milei impulsa como “garantía para atraer capitales”, no exige transferencia tecnológica, ni contratación de trabajadores locales, ni siquiera pago de impuestos significativos. En otras palabras, los proyectos pueden instalarse en territorio argentino sin dejar nada al país, salvo contaminación y promesas incumplidas.

Paradójicamente, el gobierno que habla de “inteligencia artificial nacional” es el mismo que desfinancia la ciencia argentina y estigmatiza a los docentes universitarios. La contradicción no puede ser más obscena. Milei sueña con Silicon Valley, pero condena a sus propios científicos a la pobreza. Pretende vender innovación mientras destruye el sistema educativo que podría sostenerla.

En el plano técnico, además, los obstáculos son enormes. Los centros de datos requieren una infraestructura energética colosal. Los 500 MW mencionados en el video equivalen al consumo de toda una ciudad mediana. “El agua para enfriar los equipos podría obtenerse del Limay o del Neuquén, pero la escala del proyecto demanda años de planificación y una red eléctrica estable, algo que Argentina no tiene”, explicó Salvarezza. La comparación con Memphis, donde Elon Musk instaló la supercomputadora Colossus alimentada por 35 plantas móviles a metano, muestra el impacto ambiental y social que generan estos emprendimientos cuando se improvisan.

Incluso Sam Altman parece consciente del exceso de entusiasmo. En los últimos meses, admitió que los inversores están “sobreexcitados” con la IA generativa y que la idea de una “superinteligencia” inminente era, tal vez, un exceso de marketing. Sin embargo, continúa lanzando promesas grandilocuentes que refuerzan el mito de un progreso tecnológico inevitable. Detrás de esa narrativa se oculta la desesperación por mantener flujos de inversión en un negocio que todavía no encuentra rentabilidad real.

El trasfondo político también pesa. El vínculo entre Milei y Altman se habría gestado gracias a Matías Travizano, un físico argentino que trabajó en Silicon Valley y acompañó al presidente en su visita a Estados Unidos. Travizano murió trágicamente mientras escalaba el Monte Shasta, dejando un vacío en ese puente tecnológico que Milei intentaba consolidar. Su muerte, aunque accidental, cortó un canal de interlocución que hoy el gobierno intenta suplir con gestos mediáticos y relaciones públicas.

Lo cierto es que el video de Altman, lejos de representar una inversión concreta, parece más una muestra de apoyo político en plena campaña. Un respaldo simbólico de Silicon Valley al “experimento libertario” argentino. Pero un respaldo vacío. Sin contratos, sin licitaciones, sin estudios de impacto ambiental, sin ingenieros locales, sin compromiso real.

El humo tecnológico funciona, por ahora, como cortina. Mientras el país se hunde en la recesión y la pobreza alcanza cifras récord, Milei busca en el espejismo digital una narrativa de éxito. El problema es que la realidad no se programa con inteligencia artificial. Y en Argentina, cada día queda más claro que el modelo libertario solo genera más desigualdad, menos soberanía y un futuro hipotecado a intereses extranjeros.

Fuente:

.https://www.pagina12.com.ar/865502-openai-la-promesa-para-milei-floja-de-papeles

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