Con una convocatoria que desborda estructuras y una Plaza de Mayo que vuelve a convertirse en símbolo de resistencia, el peronismo responde con movilización política a una nueva avanzada judicial contra la figura de Cristina Fernández de Kirchner. En medio del intento de disciplinamiento institucional impulsado por el gobierno de Javier Milei, esta masiva expresión popular se alza como un grito colectivo contra la proscripción y el ajuste.
La historia vuelve a repetirse, pero esta vez con una intensidad que quema. Cristina Fernández de Kirchner es nuevamente blanco de una ofensiva judicial que, más allá de su fachada jurídica, tiene una clara raíz política: eliminar del tablero a la dirigente que representa la única alternativa real al proyecto de saqueo en curso. Frente a este escenario, el peronismo no titubea: convoca, marcha, ocupa las calles. La Plaza de Mayo, esa geografía cargada de memoria y luchas, se prepara una vez más para ser escenario del rechazo popular al intento de proscripción de quien millones consideran su conductora política.
La convocatoria no es un mero acto partidario. Es una expresión transversal que rebasa estructuras y desafía etiquetas. Gobernadores, intendentes, sindicatos, organizaciones sociales, agrupaciones de base, juventudes y miles de ciudadanos sin pertenencia formal a ninguna organización se movilizan empujados por una certeza compartida: a Cristina la quieren silenciar porque representa un obstáculo al modelo de ajuste brutal que encarna Javier Milei. Y eso no se va a tolerar.
Lo que comenzó como un debate táctico entre sectores del peronismo —sobre si marchar al Congreso o a la Plaza de Mayo— terminó cristalizándose en una decisión unificadora: la Plaza, como en los grandes momentos de la historia argentina, es el lugar donde se levanta la dignidad del pueblo frente al atropello institucional. El miércoles, desde el mediodía, miles de personas empezaron a concentrarse con una consigna tan sencilla como poderosa: “Con Cristina no se jode”.
La elección de la Plaza de Mayo no es caprichosa ni simbólica únicamente. Es un mensaje directo al poder. Es el corazón político de la Nación. Es el sitio donde los presidentes saludan, pero también donde se les reclama, donde se alzan pañuelos, se canta el himno y se resiste el embate de los poderosos. La decisión de movilizar allí implica una toma de posición explícita frente a un régimen judicial cada vez más descarado, alineado con los intereses de una casta económica que no tolera los límites democráticos.
La causa judicial que pretende cercar a Cristina, esa que avanza sin pruebas y con testigos fabricados, es apenas la punta del iceberg. El verdadero objetivo es disciplinar a todo un movimiento popular que se niega a aceptar la demolición del Estado, de los derechos laborales, de la universidad pública, de la soberanía energética. El mensaje es claro: si pudieron con Cristina, podrán con cualquiera. Pero la respuesta también es clara: no van a poder con todos.
En este contexto, la convocatoria no es sólo por Cristina. Es también por cada derecho que hoy está siendo desguazado por el gobierno de Javier Milei. Porque no se trata sólo de una dirigente judicializada: se trata del intento de erradicar una visión de país inclusivo, solidario y soberano. Por eso, la marcha de este miércoles excede lo electoral y lo judicial. Es una expresión del hartazgo ante un modelo que gobierna para unos pocos, mientras castiga con saña a las mayorías.
Resulta imposible ignorar la dimensión emocional de la convocatoria. En cada consigna, en cada pancarta, en cada paso hacia la Plaza, late la memoria del peronismo perseguido, del exilio, de la cárcel y del fusilamiento. Cristina representa —como pocas figuras— esa historia de resistencia popular. No es casual que su figura despierte tanta pasión: encarna la posibilidad de un país distinto, de una patria que no se rinde ante los dictados del FMI ni los delirios anarco-capitalistas.
El operativo de movilización fue amplio y diverso. Desde La Cámpora hasta los gremios de la CGT y la CTA, pasando por intendentes bonaerenses, gobernadores del Norte Grande, agrupaciones kirchneristas, movimientos sociales y hasta sectores del PJ tradicional que comprendieron que el momento exige unidad en la calle. Incluso aquellos que mantienen diferencias internas con Cristina entienden que lo que está en juego excede cualquier diferencia coyuntural: se trata de defender la democracia frente al avance de un gobierno que busca eliminar toda disidencia, incluso por vías extralegales.
No es casual que esta movilización coincida con una avanzada sistemática del gobierno de Milei contra todo lo que huela a organización popular. La represión a las protestas, los decretos que habilitan detenciones sin orden judicial, la criminalización de la pobreza, el vaciamiento de organismos públicos y la persecución mediática forman parte de un mismo entramado que busca debilitar la capacidad de respuesta social. Por eso la marcha es también un acto de rebeldía contra el miedo, una afirmación de que la calle sigue siendo un territorio de disputa.
El gobierno, por su parte, minimiza el conflicto y acusa a los movilizados de defender privilegios. Viejo truco. En lugar de asumir su responsabilidad frente a una crisis social devastadora, Milei y sus voceros recurren al manual del antiperonismo más rancio: criminalizar la protesta, banalizar la organización política, demonizar a los referentes populares. Pero lo que no logran entender es que cada ataque no debilita al movimiento, sino que lo cohesiona. Porque ante la injusticia, el pueblo argentino responde con memoria y con presencia.
En medio de este clima de confrontación, la figura de Cristina se agiganta. No por marketing, ni por operaciones, sino porque expresa una esperanza concreta en un horizonte donde todo parece hundirse. En un país donde el salario se pulveriza, la salud se desmantela, los alimentos se encarecen y las universidades se vacían, la dirigenta se convierte en un símbolo de aquello que alguna vez fue posible y que aún se puede recuperar. No es culto a la personalidad. Es política en estado puro.
No faltarán quienes, desde la comodidad de sus despachos o estudios de televisión, cuestionen la movilización, la tilden de “retrograda” o “clientelista”. Lo hacen porque temen. Temen a un pueblo que no se resigna. Temen a una dirigenta que, pese a los embates, sigue convocando multitudes. Temen a una historia que demuestra que cada vez que el peronismo fue perseguido, volvió con más fuerza. No entienden —o no quieren entender— que cuando se toca a Cristina, se está tocando a millones.
La marcha de este miércoles no es una postal más del calendario político. Es una advertencia. Una señal clara de que, pese al intento de disciplinamiento judicial, pese a la represión, pese al ajuste, el peronismo sigue vivo. Y más aún: sigue siendo el principal obstáculo para quienes sueñan con un país sin justicia social. No hay proscripción que valga frente a un pueblo movilizado. No hay fallo judicial que pueda más que la voluntad popular.
El gobierno de Milei podrá ignorar la marcha, minimizarla o incluso reprimirla. Pero no podrá tapar el sol con un dedo. Porque la historia argentina está escrita en las plazas, y este miércoles una nueva página fue escrita con miles de gargantas que, al unísono, repitieron la consigna de siempre: “La Patria no se vende. A Cristina no se la toca”.
Y si no lo entendieron hoy, lo entenderán en las urnas. O en las calles. O en la historia.
Fuente:
- https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/en-apoyo-de-cristina-todos-los-sectores-del-peronismo-movilizan-este-miercoles-a-plaza-de-mayo/
- https://www.lapoliticaonline.com/politica/el-peronismo-debate-si-marcha-al-congreso-o-a-plaza-de-mayo/
- https://www.pagina12.com.ar/834865-se-mantiene-la-convocatoria-masiva-en-apoyo-a-cristina-kirch
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