El doble discurso de Milei: mientras predica contra los subsidios, su padre cobró 33 millones del Estado

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Una investigación revela que las empresas de transporte dirigidas por Norberto Milei recibieron al menos 33 millones de dólares en subsidios durante el kirchnerismo, pese al discurso antiestatal del actual Presidente. Documentos oficiales exponen el contraste entre la prédica libertaria y la realidad familiar.

El mismo Javier Milei que demoniza la intervención estatal y promete eliminar los subsidios construyó parte de su patrimonio sobre los beneficios que su padre recibió del Estado. Entre 2003 y 2007, las empresas de Norberto Milei se sostuvieron con fondos públicos mientras acumulaban deudas con la AFIP, ARBA y la ANSES.

El relato libertario de Javier Milei se resquebraja cuando los archivos oficiales exponen que su padre, Norberto “Beto” Milei, fue beneficiario de millonarios subsidios estatales durante los gobiernos de Néstor Kirchner. Según una investigación publicada por La Nación y el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), las compañías de colectivos Teniente General Roca S.A. y Rocaraza S.A., dirigidas por el progenitor del actual Presidente, recibieron más de 33 millones de dólares entre 2005 y 2007.

El dato no sería más que una anécdota si no fuera porque el propio Javier Milei convirtió la guerra contra los subsidios en el eje de su identidad política. En cada entrevista y cadena nacional repite su mantra: “yo odio al Estado”. Sin embargo, el Estado fue el sostén económico de su familia durante los años más difíciles del transporte automotor. Es el tipo de contradicción que desnuda la distancia entre la retórica incendiaria y los privilegios reales de quienes hoy gobiernan.

Los documentos revelan que, mientras el kirchnerismo impulsaba una política de subsidios para evitar la quiebra del transporte tras la crisis de 2001, Norberto Milei presidía y controlaba empresas que dependían directamente de esos fondos. Los balances presentados ante la Inspección General de Justicia muestran montos mucho menores a los informados oficialmente: solo 10 millones de dólares, un tercio de lo que registran los datos estatales. Una diferencia que plantea serios interrogantes sobre transparencia y rendición de cuentas.

Pero el asunto no termina ahí. Mientras recibían ayudas públicas, las empresas del padre del Presidente acumulaban deudas con la AFIP, la ANSES y la ARBA, incluso fueron condenadas por evasión fiscal. Es decir, mientras cobraban subsidios del Estado, evadían impuestos al mismo Estado. En 2009, Norberto Milei enfrentó varias ejecuciones fiscales. El discurso libertario sobre la “meritocracia” y el “sacrificio individual” se diluye frente a esta evidencia de dependencia estatal y desorden financiero.

Paradójicamente, las memorias societarias de esas empresas no solo admiten el auxilio estatal, sino que elogian abiertamente la política de subsidios. En 2003, Norberto Milei firmó un documento en el que reconocía “el esfuerzo del Gobierno nacional para paliar la emergencia del sector”. Incluso reclamaba más ayuda o un aumento de tarifas. Nada más lejos del hijo que proclama que “las cosas no son gratis” y que “hay que eliminar todos los subsidios”.

El contraste es brutal: mientras Javier Milei construyó su carrera política sobre el rechazo a toda forma de intervención estatal, su familia prosperaba gracias a la asistencia pública. Y no solo eso: parte de esos beneficios se tradujeron en bienes concretos para los hermanos Milei. Karina Milei declaró un departamento de 150 metros cuadrados en Vicente López como “herencia” de su padre. Javier Milei, por su parte, adquirió un auto con dinero proveniente de Norberto, fruto de los años en los que su empresa se financiaba con fondos públicos.

El episodio expone una ironía monumental: el Presidente que acusa al Estado de “parásito” y “criminal” proviene de un hogar cuya estabilidad se cimentó precisamente en ese Estado que ahora busca desmantelar. Su narrativa antiestatal se estrella contra una evidencia documental imposible de refutar. La familia Milei no habría sobrevivido sin la intervención estatal que el propio Javier hoy denuncia como causa de todos los males.

En 2007, Norberto Milei vendió sus acciones y abandonó el rubro, mientras el conglomerado pasó a manos del poderoso Grupo DOTA, que hoy domina buena parte del transporte urbano en el AMBA. Casualmente, los nuevos dueños de las empresas que antes presidía el padre del Presidente se reunieron con funcionarios del gobierno libertario en diciembre de 2023, en plena revisión del esquema de subsidios. La historia, al parecer, tiende a repetirse.

El silencio del entorno presidencial frente a las preguntas de los periodistas no hizo más que alimentar las sospechas. Cuando se les consultó sobre el tema, respondieron que “son cosas de hace veinte años”, como si el paso del tiempo diluyera la hipocresía. Pero la política no se juzga solo por las palabras sino por la coherencia entre discurso y práctica. Y en este caso, la coherencia brilla por su ausencia.

Mientras Javier Milei predica el evangelio del mercado y demoniza el gasto público, las pruebas muestran que su propia familia fue parte de ese mismo entramado de subsidios que hoy califica de inmoral. Si el libertarismo que proclama se aplicara sin excepciones, su padre habría quedado fuera del negocio hace décadas. En cambio, se benefició del sistema y dejó a sus hijos un patrimonio forjado, en buena medida, por el Estado que ahora pretenden dinamitar.

El caso Milei desnuda una verdad incómoda: los supuestos “paladines del libre mercado” no dudan en aprovechar al máximo las reglas del Estado cuando de dinero se trata. Lo público solo parece ser un problema cuando el beneficio es ajeno.

Fuente:

.https://www.lanacion.com.ar/politica/el-historial-de-subsidios-que-recibio-el-padre-de-milei-durante-el-gobierno-de-kirchner-nid05062024/

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