Cornejo y su vice celebran la represión: detienen a una bailarina por defender el agua en Mendoza

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En Mendoza, el gobierno de Alfredo Cornejo parece haber encontrado un nuevo enemigo público: el agua. O, mejor dicho, quienes la defienden. Entre gases, palazos y detenciones, la policía provincial volvió a hacer gala de ese estilo tan propio del “orden mendocino”, deteniendo incluso a una bailarina clásica, Liza Rule Larrea, por el delito de defender el medio ambiente. Sí, leyó bien: una artista, militante de derechos humanos e integrante del PTS, detenida, golpeada por un comisario vestido de civil y encerrada dentro de la Legislatura provincial. La escena, si no fuera real, podría parecer una sátira de la democracia local.

Myriam Bergman lo contó con detalle en X: Liza sigue detenida desde hace más de un día, sin imputación alguna. Ni los viejos manuales de la dictadura se animaban a tanto formalismo ausente. Pero lo más curioso llegó después. La propia vicegobernadora de Mendoza, en un arrebato de sinceridad brutal, respondió a la denuncia con una frase que debería enmarcarse en las oficinas del Ministerio de Seguridad: “En Mendoza no importa si sos tripulante de la NASA, bailarina clásica o lo que sea, si cortás la calle o dañas propiedad pública o privada, vas presa. A la gente de izquierda le cuesta entender evidentemente”.

Una funcionaria que se ufana de detener bailarinas. Todo un hallazgo. Al parecer, en la Mendoza de Cornejo da igual si alguien baila en el Teatro Colón o protesta por el agua: el código penal provincial los iguala a todos bajo la categoría de “molestos”. Lo interesante es que la vicegobernadora no niega la represión; la celebra. Habla como quien presume del buen funcionamiento de una maquinaria de castigo. La vieja lógica del “algo habrán hecho” convertida en doctrina de gestión.

Claro que la ironía es doble. Mendoza, tierra del vino, del turismo y de los discursos sobre el progreso, vive hoy una paradoja digna de estudio: mientras las mineras preparan sus excavadoras, el Estado cava en las libertades públicas. Defender el agua se transformó en un riesgo penal, y bailar por la patria, como hizo Liza en el Bicentenario, en un antecedente sospechoso. El mensaje oficial es tan claro como escalofriante: si te movilizás, vas preso; si no te movilizás, agradecé que todavía no te tocan la puerta.

Lo de Liza Rule Larrea duele y alarma. No es una militante improvisada: es parte de HIJOS, defensora de derechos humanos, símbolo cultural de una generación que eligió transformar la memoria en acción. Su detención sin causa, golpeada, incomunicada, es una muestra grotesca del desdén institucional hacia cualquier disidencia. Lo que antes era represión ahora se llama “orden”. Lo que antes era abuso, ahora es “respeto a la ley”. La semántica del poder siempre encuentra la forma de maquillar la brutalidad.

Y mientras tanto, el gobernador Cornejo sigue en silencio, midiendo el costo político con la frialdad de quien sabe que sus aliados mediáticos lo protegerán. No hay comunicado, no hay autocrítica, no hay siquiera vergüenza. Solo una vicegobernadora que, entre líneas, parece disfrutar del espectáculo. Quizás en Mendoza la represión también se coreografía: un comisario que danza sobre los derechos humanos, una legislatura convertida en calabozo, una bailarina esposada en nombre del progreso.

El caso de Liza no es una excepción: es el síntoma. Mendoza acumula denuncias por persecución a ambientalistas, por criminalización de la protesta, por convertir en “delincuentes” a quienes se atreven a levantar una bandera azul con la palabra “agua”. La historia reciente está llena de nombres, de marchas y de arrestos, pero nada parece modificar el libreto oficial: reprimir primero, justificar después.

Lo que en otras provincias sería un escándalo institucional, en Mendoza se exhibe como mérito de gestión. “Acá no importa quién seas”, dice la vice. Exacto: no importa quién seas, porque la arbitrariedad no distingue. En esa frase está la verdadera confesión del poder. No es la ley lo que rige, es el capricho de un gobierno que decidió que cuidar el agua es subversivo.

Liza Rule Larrea sigue detenida. Su delito: haber creído que vivir en democracia implicaba poder defender el bien común. Su condena: ser ejemplo de lo que le espera a cualquiera que se atreva a desafiar el mandato de la obediencia. Y mientras tanto, el agua, esa misma que da vida a la provincia y sostiene sus vides, sigue bajando por los ríos con la serenidad de quien sabe que un día la historia pondrá a cada uno en su lugar.

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