Mientras el Gobierno celebra supuestos logros macroeconómicos, la economía real se desangra. Leo Bilanski, presidente de ENAC, advirtió que las pequeñas y medianas empresas están desapareciendo a un ritmo alarmante: más de 1200 cierres por mes. En una entrevista con C5N, el referente de las pymes denunció con cifras precisas el devastador impacto de las políticas del gobierno libertario. La motosierra no recortó privilegios, sino el entramado productivo nacional. El ajuste no es gratuito: lo pagan con quiebras los que trabajan, invierten y producen.
La Argentina que promete prosperidad mientras ahoga a su propio tejido productivo está en marcha. Detrás del relato grandilocuente de “superávit gemelo” y la fantasía monetarista de Javier Milei, se esconde una realidad lacerante: cierran 40 pymes por día. Lo dijo con claridad y números en la mano Leo Bilanski, presidente de la Asociación de Empresarios y Empresarias Nacionales para el Desarrollo Argentino (ENAC), en una entrevista con C5N.
Bilanski no se quedó en generalidades. Fue al hueso, con crudeza, con la certeza que da el dolor de quienes ven sus sueños y sus negocios desmoronarse. Desde enero hasta mediados de julio, la Secretaría de Trabajo dio de baja 7.000 registros de empleadores en el sistema. Eso no significa que esas empresas simplemente se hayan “dado de baja”, como se prefiere decir desde las usinas oficiales: implica que cerraron, que no existen más, que no producen, que no pagan salarios. Significa también que miles de trabajadores y trabajadoras quedaron en la calle. Un país que destruye 1.200 pymes por mes no tiene ningún futuro, por más que la planilla de Excel marque equilibrio fiscal.
¿Dónde está el milagro libertario? ¿Quién se beneficia de esta economía que ajusta sin anestesia al corazón productivo del país? La motosierra no corta gasto improductivo: destruye puestos de trabajo, aniquila mercados internos, arrasa con la industria nacional. En lugar de un Estado más eficiente, tenemos un país más desierto. Y no es casualidad: es una decisión política. “Las pymes están siendo víctimas del programa económico del Gobierno”, afirmó Bilanski sin vueltas.
El discurso oficial repite hasta el cansancio que todo es culpa de “la herencia”. Pero ya pasaron más de siete meses desde que asumió Milei y los números hablan por sí solos. “Esto no es producto de la pandemia ni de la guerra en Ucrania ni de factores exógenos. Es producto del programa económico libertario. Es un dato inédito”, denunció el dirigente empresario. Nunca antes, en tan poco tiempo, se destruyó tanto entramado productivo en democracia. Es una sangría sin precedentes.
Y el golpe es profundo porque afecta al eslabón más dinámico y resiliente de la economía argentina: las pymes. Son las que generan el 70% del empleo privado, las que están en cada barrio, en cada pueblo, en cada parque industrial. No son grandes corporaciones con espalda financiera para sobrevivir un temporal. Son emprendimientos familiares, cooperativas, talleres, fábricas, pequeños comercios. Son gente que se levanta temprano, que apuesta por su país, que paga impuestos, que emplea a sus vecinos. Y que hoy está cerrando las persianas.
Bilanski habló también del drama social que esto implica. «Cuando una pyme cierra, no sólo se destruye empleo. Se destruye comunidad, se destruyen redes. Se afecta al entramado social completo», subrayó. Cada cierre arrastra un drama humano: proveedores que pierden a su cliente, empleados que no cobran su sueldo, familias que se quedan sin sustento. Pero al Gobierno de Milei eso parece no importarle. Total, en la lógica libertaria, si una empresa no sobrevive, es porque el mercado lo quiso así. Como si el mercado fuera una divinidad incuestionable y no un dispositivo manipulado por quienes concentran poder económico.
La economía real está en coma, pero el relato libertario se encarga de mostrar una Argentina que supuestamente “va bien”. El espejismo de la estabilidad cambiaria y del superávit primario se construyó sobre los escombros de miles de empresas, con recesión profunda, caída estrepitosa del consumo y destrucción masiva de empleo. No hay plan productivo, no hay impulso al desarrollo. Sólo hay tijera y látigo.
Y mientras el Gobierno ajusta y destruye, se niega a dialogar. Bilanski señaló que ENAC aún no ha sido recibida por ningún funcionario del gabinete económico. “No hay escucha. No hay voluntad de modificar nada. Es un ajuste permanente. Si no hay una modificación del rumbo económico, a fin de año pueden cerrar entre 12.000 y 14.000 pymes”, advirtió. ¿Escuchó bien, señor lector? Hasta 14.000 pymes podrían desaparecer este año. Eso no es un error de política pública: es un crimen económico.
El colmo de la perversidad es que, ante este panorama dantesco, el Presidente celebre sus supuestos logros en redes sociales con frases vacías como “todo marcha de acuerdo al plan”. ¿A qué plan se refiere Milei? ¿Al de una Argentina sin industria, sin mercado interno, sin clase media? Porque si ese es el plan, entonces sí: todo marcha de acuerdo a él.
Los empresarios nacionales, a pesar de todo, siguen resistiendo. Porque no tienen otra. Porque no van a rendirse tan fácil. Pero no hay heroísmo que aguante un país gobernado con el dogma del odio al Estado y el desprecio por la producción. Lo que se está destruyendo hoy no se recupera de un día para el otro. Una pyme que cierra no se recompone con un tuit. Se pierde conocimiento, experiencia, inversión, comunidad.
Este modelo no derrama. Este modelo arrasa. Y lo hace con saña.
Fuente:
https://enac.org.ar/contenido/4218/cierran-40-pymes-por-dia-en-argentina-leo-bilanski-de-enac-en-c5n






















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