Tensión cambiaria: el dólar sube, las reservas caen y Milei se queda sin margen

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La escalada del dólar expone la fragilidad de un modelo que pregona libertad de mercado pero opera bajo intervenciones y controles. Con un Banco Central exhausto y el riesgo país en alza, el gobierno de Javier Milei enfrenta un desafío monumental que amenaza con devorar sus propias promesas de estabilidad.

El dólar en Argentina se ha convertido en una especie de fantasma que recorre cada conversación cotidiana, una obsesión nacional que va mucho más allá del billete verde. En estos días, el fantasma se materializó con furia: el blue alcanzó los 1.300 pesos, encendiendo todas las alarmas y haciendo retumbar los cimientos del relato oficial de “libertad económica”. Porque aunque el gobierno de Javier Milei se jacte de haber soltado las amarras del mercado, lo cierto es que las sogas siguen tensas, y el mercado se revuelca en un mar de incertidumbre que ni las proclamas libertarias consiguen calmar.

Según el análisis publicado en El Día, la tensión cambiaria es hija directa de la política, que está impregnada de cruces, discursos encendidos y gestos que, lejos de tranquilizar, multiplican el desconcierto. Mientras Milei amenaza con vetar cualquier ley que implique gasto público, los operadores financieros se mantienen en estado de alerta, percibiendo una economía que se sostiene apenas con parches y maniobras desesperadas. El gobierno repite hasta el cansancio su mantra liberal, pero en la práctica interviene el mercado, juega con los tipos de cambio y hace malabares para evitar que las reservas se desangren aún más. Esa contradicción no solo genera desconfianza: alimenta la sensación de que nadie, ni siquiera el propio Presidente, tiene el timón bien firme en este barco a la deriva.

Por su parte, Página/12 describe el momento actual con crudeza: el dólar pasó los $1.300 y dejó al gobierno “en jaque”, en un contexto donde la brecha cambiaria sigue siendo un cáncer que corroe la credibilidad del plan económico. Las reservas netas, mientras tanto, están en mínimos peligrosos y el Banco Central se ve obligado a vender para intentar contener la corrida, pero cada dólar que se va, es un grano más de arena que se escurre del reloj. Y en el fondo, lo que subyace es el miedo a una devaluación abrupta que pueda encender una espiral de precios todavía más dramática que la que ya sufren millones de argentinos.

No se trata solo de cifras frías. Lo que se ve en la calle es un humor social cargado de nerviosismo, donde comerciantes, empresarios y trabajadores están en vilo. Cada salto del dólar se traduce en remarcaciones, y cada remarcación es un nuevo mazazo para bolsillos exhaustos. No hay relato que alcance para tapar esa angustia. Las promesas libertarias quedan en offside ante la evidencia de que la “mano invisible” está, en realidad, maniatada por una crisis que no deja de morder.

Google News, en su cobertura, señala con precisión que el dólar “se va para arriba” y que, lejos de calmarse, la tensión cambiaria se ha convertido en el epicentro del temblor económico y político. La nota retrata cómo la pulseada entre el gobierno y el mercado terminó inclinándose a favor de este último. Las intervenciones oficiales, que buscaban frenar la suba, no solo no lograron detenerla sino que le pusieron un reflector aún más potente a la fragilidad del esquema vigente. Es como si cada medida para controlar el tipo de cambio funcionara como gasolina arrojada sobre un fuego que ya está fuera de control.

La percepción dominante es que el gobierno camina sobre un alambre peligrosamente fino. Milei apuesta a su discurso radical de ajuste y equilibrio fiscal, pero los números no cierran y el margen de maniobra se achica con cada día que pasa. El mercado exige señales de confianza, pero las respuestas llegan tarde, mal o nunca. Mientras tanto, el dólar no es solo una variable económica: es el símbolo visible de que el “plan Milei” está empezando a resquebrajarse.

Todo esto ocurre en un contexto donde las expectativas de inflación, lejos de moderarse, se recalientan. La misma nota de Página/12 advierte que la aceleración del tipo de cambio se traduce de inmediato en presión sobre los precios, y que la percepción de que podría haber una devaluación mayor alimenta el círculo vicioso. El riesgo país, además, supera los 1.600 puntos, reflejando la creciente percepción de que Argentina está más cerca de una crisis severa que de la recuperación prometida.

Si algo deja claro esta crisis es que las ideas libertarias, sin respaldo real en reservas ni en confianza, se convierten en castillos de naipes. Milei se presenta como el gladiador dispuesto a enfrentar “la casta” y a dinamitar privilegios, pero el dólar lo devuelve brutalmente a la realidad. Porque en la economía, los relatos duran lo que tardan las cifras en desmentirlos. Y hoy, las cifras son un puñal: el blue a $1.300, las reservas netas desplomándose, la brecha en aumento y la angustia social en niveles insoportables.

El interrogante es inevitable: ¿cuánto tiempo más podrá resistir este esquema? ¿Hasta cuándo el gobierno podrá sostener el relato de la libertad de mercado mientras se multiplica la intervención y se evaporan los dólares? ¿No será acaso que la “libertad” es solo un eslogan para disimular que, en el fondo, estamos ante un modelo que no logra salir de la lógica de crisis permanente?

En definitiva, el dólar sube no sólo porque faltan billetes verdes. Sube porque sobran dudas. Y cuando la confianza se hace añicos, ninguna receta mágica alcanza para recomponerla. Ni siquiera la de los libertarios que soñaron con “dinamitar todo” y hoy se encuentran atrapados en el mismo laberinto que sus antecesores. El mercado no espera discursos: exige dólares. Y ahí, lamentablemente, Milei se está quedando sin palabras… y sin reservas.

Fuentes:

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