Desde el 1° de noviembre el boleto de subte en la Ciudad de Buenos Aires costará $1157, tras un nuevo incremento del 4,1%. Mientras el Gobierno nacional y el porteño insisten con la “austeridad” y el “equilibrio fiscal”, el transporte público se convierte en un lujo cotidiano para miles de trabajadores y estudiantes que ya no llegan a fin de mes.
La política del ajuste no da respiro. A partir del 1° de noviembre, viajar en subte costará $1157 y el boleto del premetro alcanzará los $404,95. El aumento del 4,1%, dispuesto por la resolución 108 publicada en el Boletín Oficial porteño, se suma a una seguidilla interminable de incrementos en servicios básicos que golpean de lleno a los sectores populares. Mientras tanto, el Gobierno de Javier Milei celebra el “equilibrio fiscal” y la “disciplina monetaria” como si el sacrificio fuera abstracto y no tuviera nombre ni rostro.
El nuevo cuadro tarifario se justifica bajo un mecanismo perverso: se actualiza de acuerdo con la inflación más dos puntos porcentuales adicionales. Es decir, el Estado porteño —alineado con el Gobierno nacional— indexa los aumentos por encima de la inflación, aun cuando los salarios y las jubilaciones pierden poder adquisitivo mes a mes. Lo llaman “racionalización del gasto”, pero en la práctica es un vaciamiento del bolsillo de la gente.
El discurso oficial se sostiene en una retórica tecnocrática: “modernización”, “eficiencia”, “mecanismo automático de ajuste”. Pero detrás de ese lenguaje de planilla Excel se esconde una verdad incómoda: los trabajadores son los que pagan el costo del modelo económico. Subir al subte hoy es casi una decisión de clase. En un contexto donde el salario promedio apenas cubre la canasta básica, pagar más de mil pesos por un viaje diario hacia el trabajo o la facultad se vuelve insostenible.
Las autoridades intentan disimular el tarifazo con el anuncio de “beneficios para pasajeros frecuentes”. Dicen que quienes realicen más de 20 viajes mensuales tendrán descuentos de entre 20% y 40%. Pero la realidad es que esos descuentos no compensan el aumento real acumulado ni el deterioro del poder adquisitivo. Incluso con la bonificación máxima, el usuario habitual terminará pagando casi $700 por tramo. A eso se suma que, si la tarjeta SUBE no está registrada, el valor sube aún más, a $1189,63. En otras palabras: castigo doble para quienes no cumplan con la burocracia digital.
El relato de la “eficiencia del mercado” esconde otra paradoja. Mientras el Gobierno porteño y el nacional ajustan a los pasajeros, subsidian a las empresas operadoras con fondos públicos. El ciudadano paga más, pero el sistema sigue dependiendo del aporte estatal. Se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Milei lo llama “racionalidad económica”, pero se trata de una transferencia de ingresos desde abajo hacia arriba, una práctica que el neoliberalismo repite con precisión quirúrgica.
En la Ciudad de Buenos Aires, donde gobierna la continuidad macrista, los aumentos en transporte se han vuelto mensuales. Primero subieron los colectivos y trenes, ahora el subte, y mañana —seguramente— volverán a subir todos. El argumento del “retraso tarifario” se usa para justificar cualquier atropello. Mientras tanto, los usuarios viajan hacinados, con formaciones viejas y escaleras mecánicas fuera de servicio. El precio sube, pero la calidad cae.
El impacto social es evidente. Un trabajador que utiliza dos medios de transporte para ir y volver de su empleo destina más del 20% de su salario en traslados. La promesa libertaria de Milei de “bajar el gasto público” se traduce, en los hechos, en subir el costo de vivir. La inflación se alimenta con la inercia tarifaria, y los salarios, congelados por decreto, ya no alcanzan ni para cubrir la mitad de los aumentos.
El Gobierno celebra los números fríos de las cuentas fiscales, pero en la vida cotidiana los números son otros: el boleto, el kilo de pan, el alquiler, los medicamentos. El “equilibrio” que exhibe Milei es un eufemismo cruel para esconder el desequilibrio social más grave de los últimos tiempos. Cada suba en el transporte público es un mensaje político: que los trabajadores se arreglen solos, que la movilidad deje de ser un derecho y pase a ser un privilegio.
El subte, que alguna vez fue símbolo de modernidad y de acceso igualitario, hoy se convierte en un termómetro del ajuste. La Ciudad, con su gestión cada vez más empresarial, avanza en el camino de la exclusión silenciosa: más molinetes multipagos, menos políticas de transporte accesible. La “tarifa social” de $404,95 suena a burla para quienes no llegan a fin de mes, porque acceder a ella requiere un laberinto de trámites y condiciones restrictivas.
En este contexto, los anuncios del Gobierno porteño suenan desconectados de la realidad. Mientras exhiben orgullosos los molinetes con pago QR y las nuevas licitaciones para la línea F —proyecto que costará miles de millones—, los usuarios no pueden costear ni el pasaje mínimo. No hay planificación urbana, sino una estrategia de recaudación disfrazada de modernidad. Es el modelo Milei en su máxima expresión: tecnología para cobrar más rápido, pero sin políticas para garantizar un transporte digno y asequible.
La paradoja final es que este aumento del 4,1% llega en un momento de caída del salario real y de recesión económica. No hay “eficiencia” posible cuando se expulsa del sistema a quienes menos tienen. El subte, como el resto de los servicios públicos, se transforma en un símbolo del nuevo orden social que propone el gobierno de Javier Milei: una ciudad para pocos, sostenida sobre el sacrificio de la mayoría.
En definitiva, el nuevo tarifazo no es un hecho aislado. Es parte de una política deliberada de ajuste permanente que busca transferir recursos desde los trabajadores hacia los grupos económicos. Cada boleto que se paga más caro es un recordatorio de la distancia entre el relato del “liberalismo moderno” y la realidad de un país que se empobrece día a día. Lo llaman “libertad”, pero lo que realmente se consolida es la desigualdad.
Fuente
.https://tn.com.ar/economia/2025/10/28/nuevo-aumento-de-la-tarifa-del-subte-en-caba-cuanto-costara-el-boleto-desde-el-1-de-noviembre/

















Manuel
Ahora con lo que pasó el domingo, todo va a cambiar!!, y será hermoso; grande MILEI!!