Scania frena motores en Tucumán: una señal de alerta en la Argentina de Milei. La decisión de la automotriz sueca Scania de suspender temporalmente la producción en su planta de Colombres, Tucumán, se suma a una cadena de señales inquietantes para la industria argentina. Mientras el Gobierno de Javier Milei celebra el “déficit cero”, las fábricas se apagan, el empleo tambalea y el modelo productivo nacional sufre una hemorragia silenciosa.
En un país donde se festejan los números de Wall Street mientras las líneas de montaje se detienen, la reciente paralización de la planta de Scania en Tucumán adquiere una relevancia que trasciende lo estrictamente empresarial. No es sólo una pausa de siete días: es el síntoma evidente de un modelo que aprieta la industria, aplasta el mercado interno y deja en estado de agonía a las economías regionales.
Scania, uno de los principales fabricantes de componentes para camiones pesados y motores industriales, anunció el pasado lunes la suspensión de sus actividades en la planta ubicada en la localidad de Colombres, departamento Cruz Alta, a tan solo 20 kilómetros de San Miguel de Tucumán. La razón oficial: una caída en la demanda global que obliga a ajustar los niveles de producción. Pero el comunicado, cuidadoso en las formas, no puede tapar el ruido de fondo que retumba en todo el sector industrial argentino.
La empresa aclaró que esta interrupción será solo por una semana, desde el 17 hasta el 21 de junio. Sin embargo, el hecho es suficientemente contundente como para encender todas las alarmas. Más de 700 empleados directos —sin contar proveedores, contratistas y empleos indirectos— ven cómo se apagan las luces de una planta que, hasta hace pocos años, era emblema de eficiencia y crecimiento en el norte argentino.
Según confirmó Scania, la paralización responde a una “readecuación de stock y producción” debido a una merma en los pedidos del exterior. Lo que no se dice, pero salta a la vista, es que este contexto adverso se ve amplificado por una política económica nacional que parece diseñada para desmontar, pieza por pieza, el andamiaje productivo del país.
En su comunicado, la firma sueca aseguró que esta medida “no impacta en las fuentes de trabajo” y que se respetarán las condiciones laborales de sus operarios. A primera vista, parece un alivio. Pero si se mira más allá de los titulares, se percibe un patrón preocupante: ya no se trata de cierres definitivos ni despidos masivos, sino de un goteo constante de recortes, suspensiones, parates productivos y anuncios que, en su acumulación, pintan un panorama de deterioro industrial.
En este contexto, la planta tucumana de Scania no es una excepción, sino un eslabón más en una cadena que se extiende por todo el país. Empresas del sector automotor, metalúrgico, textil, alimenticio y químico reportan caídas en ventas, aumentos en costos, dificultad para importar insumos y desplome en la demanda interna. Nissan, por ejemplo, acaba de anunciar que introducirá en el mercado argentino un nuevo modelo de SUV, el Kicks, pero lo traerá desde Brasil. Otra oportunidad perdida para la industria nacional, otra señal de que fabricar en Argentina ya no es rentable bajo las reglas de este gobierno.
El Gobierno de Javier Milei ha optado por una política económica basada en el dogma del “shock”: licuación del gasto público, apertura indiscriminada de importaciones, destrucción del salario real y nula defensa del tejido productivo local. Bajo el discurso de la “libertad de mercado”, lo que se aplica en los hechos es una terapia de desindustrialización acelerada, que castiga a las pymes, favorece la primarización de la economía y margina a las regiones más alejadas del AMBA.
Tucumán es un ejemplo claro de esta tendencia. Una provincia históricamente postergada, que había encontrado en polos industriales como Scania una vía para el desarrollo, vuelve a sentir el golpe de un modelo que prioriza las finanzas sobre la producción. En los últimos seis meses, el freno a la obra pública, el congelamiento de salarios estatales, la caída del consumo y la falta de inversión han deteriorado el panorama económico provincial. Y mientras el ministro Caputo se muestra eufórico en conferencias internacionales por lograr superávits fiscales, las fábricas detienen su actividad y los trabajadores se quedan en sus casas, mirando el techo.
La paradoja es brutal: la Argentina “libertaria” que promete crecimiento y modernización produce, en la práctica, cierres, desempleo y fuga de inversiones. Scania, que exporta el 100% de su producción de cajas de cambio y componentes a mercados exigentes como Europa y Asia, era una rareza en el mapa industrial del país. Su eficiencia, sus estándares de calidad y su integración vertical eran motivo de orgullo. Pero ni siquiera eso bastó para resistir la tormenta.
No es la primera vez que la planta paraliza su producción de manera temporal. En febrero también se tomó una decisión similar, y en aquel momento se dijo que era “por ajustes técnicos”. Pero la repetición de estas medidas, en tan corto tiempo, evidencia que el problema ya no es puntual. Es estructural. Es político. Es consecuencia directa de un modelo que castiga a quienes generan valor agregado, empleo de calidad y arraigo territorial.
¿Y cuál es la respuesta del Gobierno nacional? Silencio o euforia bursátil. Mientras el Banco Central acumula reservas a costa del hambre del mercado interno, la industria se achica. Mientras se celebra una inflación en baja gracias a una recesión galopante, se destruyen empleos y se consolidan desigualdades. Y mientras se demoniza al “Estado presente”, se deja al país sin herramientas para enfrentar la volatilidad global y los vaivenes de los mercados internacionales.
La situación de Scania Tucumán debería ser, al menos, un llamado de atención. No solo para el gobierno, que parece ciego ante la destrucción productiva, sino también para la sociedad en su conjunto. Porque sin industria, sin empleo, sin pymes, sin ciencia ni tecnología, no hay futuro posible. Y lo que hoy se paraliza por una semana, mañana puede cerrarse por tiempo indefinido.
La esperanza no alcanza cuando el modelo económico va en dirección contraria a la producción nacional. Y lo que pasa en Colombres es apenas una muestra del profundo daño que se está gestando bajo el rótulo de “libertad”. Una libertad que, paradójicamente, deja cada vez menos opciones a quienes quieren trabajar, producir y vivir en este país.
Fuentes:
- https://www.lapoliticaonline.com/economia/scania-suspendio-la-produccion-de-la-planta-de-tucuman-y-nissan-anuncia-que-trae-un-modelo-fabricado-en-brasil/
- https://www.lagaceta.com.ar/nota/1088409/economia/scania-paralizo-produccion-planta-tucuman-caida-demanda-global.html
- https://www.losprimeros.tv/economia/scania-tucuman-emitio-un-comunicado-tras-frenar-la-produccion-durante-esta-semana_a6853404b76df48015f92835a
- https://www.contextotucuman.com/nota/351139/la-planta-de-scania-en-tucuman-frena-la-produccion-una-semana.html
Deja una respuesta