La gran mentira libertaria: Milei multiplica la deuda, imprime pesos y sostiene el carry trade mientras promete austeridad

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El presidente Javier Milei insiste en que su política monetaria es un ejemplo de “disciplina fiscal”, pero los datos oficiales y las propias declaraciones ante el Financial Times confirman lo contrario: continúa la impresión de pesos, el aumento de la deuda y la manipulación del tipo de cambio para sostener un negocio financiero de corto plazo.

Mientras el discurso oficial insiste en la “motosierra” y el “fin de la emisión”, los gráficos del Ministerio de Economía y del portal Trading Economics revelan un crecimiento explosivo de la deuda pública y de la base monetaria. Las advertencias del economista Saifedean Ammous apuntan directamente a la contradicción central del modelo libertario: sostener artificialmente el peso para beneficiar a pocos fondos especulativos a costa del endeudamiento nacional.

El relato de austeridad y ortodoxia que Javier Milei intenta instalar como bandera de su gobierno se desmorona frente a los propios datos oficiales. En los papeles, el presidente que prometió “dinamitar el Banco Central” y “no emitir un solo peso” mantiene una política que reproduce los mismos vicios del pasado: expansión monetaria, manipulación cambiaria y crecimiento de la deuda externa. La evidencia es contundente y se encuentra en sus propios números. El gráfico publicado por el Ministerio de Economía muestra que el saldo de la deuda bruta de la Administración Central alcanzó en septiembre de 2025 la cifra récord de 454.031 millones de dólares, lo que implica un salto significativo respecto de los niveles heredados en 2019. El aumento se da incluso con un tipo de cambio oficial que, en los últimos dos años, se depreció alrededor del 75%, lo cual debería, en teoría, reducir el peso de la deuda en dólares. Sin embargo, la expansión del endeudamiento fue tan grande que compensó sobradamente ese efecto.

El incremento no puede explicarse sin observar otro indicador clave: la oferta monetaria. Según los datos del sitio TradingEconomics.com, todas las medidas de dinero en circulación —M0, M1, M2 y M3— se triplicaron o cuadruplicaron entre 2021 y 2025. Este crecimiento no se debe únicamente a la inercia inflacionaria o a ajustes de balances contables: refleja, ante todo, que el Estado siguió emitiendo pesos, directa o indirectamente, para financiar el déficit y sostener un tipo de cambio administrado. El propio Milei, en declaraciones al Financial Times, confirmó que mantendrá el peso dentro de bandas cambiarias “gradualmente ampliadas” hasta las elecciones de 2027. Con esas palabras, el presidente admitió que su gobierno no dejará flotar libremente la moneda, sino que intervendrá en el mercado de cambios para contener la volatilidad, tal como lo hacía el régimen anterior. “Tenemos un programa y vamos a seguir manteniéndolo”, aseguró al diario británico. En otras palabras, el libertario que hizo campaña contra la “casta keynesiana” mantiene un régimen de control cambiario similar al que tanto criticó.

Esa admisión fue suficiente para encender las alarmas entre los economistas más ortodoxos del mundo cripto y financiero. Uno de ellos, Saifedean Ammous, autor de The Bitcoin Standard, fue categórico: “Milei confirma que va a seguir imprimiendo pesos y manipulando su tipo de cambio para mantener rentable el carry trade durante otros dos años. Se sumarán decenas de miles de millones de dólares a la deuda argentina y se entregarán a un pequeño grupo de personas que juega a la bicicleta financiera”. El carry trade —esa operatoria que aprovecha tasas de interés altas en pesos financiadas con endeudamiento en dólares— fue uno de los mecanismos que hundió a la economía argentina durante el macrismo, y hoy vuelve a reproducirse bajo el disfraz del “orden monetario”.

Ammous también remarcó el papel del relato propagandístico que rodea a Milei. “El testimonio más asombroso del poder de la propaganda es la cantidad de gente que insiste en que Milei no está imprimiendo dinero ni aumentando la deuda, cuando las estadísticas de su propio gobierno muestran que todas las medidas de oferta monetaria se han triplicado o cuadruplicado en menos de cuatro años”. No se trata de una percepción subjetiva ni de una interpretación ideológica: los números están disponibles y son públicos. Las curvas ascendentes de M0, M1, M2 y M3 confirman una emisión sostenida que contradice de forma frontal el discurso oficial.

Más aún, Ammous subrayó un punto que resulta demoledor: la deuda crece incluso cuando el valor oficial del peso se desploma, lo que debería reducir el monto en dólares de los compromisos denominados en moneda local. “La deuda está aumentando aunque el tipo de cambio oficial cayó un 75% en menos de dos años, lo que ha descontado enormemente el valor en dólares de la deuda en pesos. Pero no lo suficiente como para compensar el enorme incremento del endeudamiento”. Es decir, el gobierno de Milei consiguió el peor de los mundos: un peso devaluado, un aumento de la base monetaria y una deuda pública récord.

El discurso del “ajuste histórico” se vuelve, a la luz de estos datos, una construcción retórica vacía. Los gráficos oficiales lo desmienten: la deuda no sólo no bajó, sino que aumentó en forma constante desde diciembre de 2023, cuando Milei asumió la presidencia. La pendiente ascendente que se observa a partir de esa fecha evidencia una expansión del endeudamiento en plena recesión, lo que muestra que el supuesto equilibrio fiscal se sostiene, paradójicamente, sobre más deuda y más emisión. En ese contexto, la promesa de “liberar el peso” quedó enterrada bajo la necesidad política de controlar el tipo de cambio y sostener artificialmente la rentabilidad de los fondos especulativos que operan con tasas en pesos.

En su entrevista con Financial Times, el propio Milei reconoció que la política de bandas cambiarias continuará “al menos hasta las elecciones de 2027”, argumentando que busca “atemperar la volatilidad crónica de Argentina”. Detrás de esa frase técnica se esconde una decisión política: preservar la ilusión de estabilidad a través de intervenciones del Banco Central. Mientras tanto, los “mercados” —a los que Milei dice rendir culto— reclaman lo contrario: una liberalización plena del tipo de cambio y la eliminación del cepo. Pero el presidente prefiere posponer esa medida, consciente de que un salto brusco del dólar pulverizaría lo que queda del poder adquisitivo y haría estallar la inflación reprimida. Su decisión de sostener el esquema de bandas es, en rigor, una confesión de debilidad: sin reservas suficientes ni confianza externa, no puede cumplir su promesa de “competencia de monedas”.

El posteo de Ammous también revela el creciente malestar entre los defensores más radicales del libertarismo económico, que ven en Milei una traición a los principios que decía representar. Su respuesta a un usuario que lo defendía fue lapidaria: “Lamento que seas un idiota adoctrinado incapaz de mirar las medidas de oferta monetaria, que subieron más del 200% en menos de dos años, y seguir diciendo que no se imprimió un solo peso. Buscá ayuda y dejá de contaminar a los no delirantes con tus flatulencias mentales”. Detrás del insulto hay un diagnóstico político claro: el proyecto de Milei, lejos de ser un experimento libertario coherente, se ha convertido en una reedición del modelo financiero clásico, donde se endeuda al Estado para sostener un beneficio privado fugaz.

En ese sentido, el fenómeno Milei revela una paradoja estructural. Su gobierno intenta presentarse como un “corte con el pasado”, pero reproduce los mismos mecanismos de especulación y endeudamiento que caracterizaron las gestiones neoliberales anteriores. El carry trade, ese negocio de unos pocos bancos y fondos que compran bonos en pesos para luego dolarizarse, vuelve a ser el corazón de la política económica. Y como siempre, los costos recaen sobre la mayoría: mayor deuda, emisión encubierta y pérdida de soberanía monetaria. Mientras el presidente proclama el fin del populismo, el país asiste a una nueva ola de endeudamiento que compromete las próximas generaciones.

Los datos hablan por sí solos. La deuda bruta supera los 454 mil millones de dólares, la base monetaria crece de forma exponencial y la emisión se sostiene bajo eufemismos técnicos. Las promesas de “ajuste heroico” se diluyen ante la evidencia de un modelo que sigue transfiriendo riqueza desde el trabajo hacia la renta financiera. La pretendida “revolución liberal” termina siendo, una vez más, una bicicleta de alto voltaje que hipoteca el futuro nacional mientras alimenta la especulación de corto plazo.

El discurso de Milei en foros internacionales o en redes sociales intenta disimular la contradicción con frases altisonantes sobre la “batalla cultural”, pero los indicadores lo delatan. No hay motosierra sino licuadora; no hay equilibrio fiscal sino deuda creciente; no hay libertad de mercado sino control cambiario. Y lo que es más grave: el relato de la “emisión cero” se desmorona frente a la curva ascendente de la masa monetaria, que crece en paralelo al endeudamiento. La Argentina de Milei, en lugar de ser el laboratorio de la libertad que prometió, parece repetir el viejo libreto del ajuste externo y el salvataje financiero.

La historia reciente muestra que ese camino siempre termina igual: con crisis, fuga y desindustrialización. Por ahora, el presidente elige negar la evidencia y mantener el discurso del “éxito moral” de su modelo. Pero los números son tozudos y, como demuestra el propio gráfico del Ministerio de Economía, la deuda no para de subir. Lo demás es pura retórica.


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