Presentado como una “inyección de confianza”, el acuerdo entre el Tesoro norteamericano y el gobierno de Javier Milei esconde un hecho alarmante: la entrega de la política monetaria a un actor extranjero. A menos de tres semanas de las elecciones, el Gobierno festeja una medida que erosiona la soberanía nacional, incrementa la dependencia financiera y blinda temporalmente un modelo de ajuste.
El gobierno de Javier Milei celebró como un triunfo histórico la decisión del Tesoro de Estados Unidos de inyectar dólares en el mercado argentino y habilitar un swap por 20 mil millones de dólares. Sin embargo, detrás de los festejos libertarios y la euforia bursátil se esconde un acuerdo de consecuencias graves para el futuro del país.
Lejos de ser una ayuda desinteresada, el movimiento de Washington responde a una estrategia geopolítica: asegurar su dominio en América del Sur y desplazar la presencia financiera de China. El propio operador estadounidense Scott Bessent, hombre de confianza de Donald Trump, lo admitió sin rodeos: “Milei tiene el compromiso de sacar a China de la Argentina”. Esa frase revela el verdadero objetivo del “salvataje”: reordenar la política exterior argentina según los intereses de la Casa Blanca. El apoyo económico, por tanto, no es gratuito. Es un contrato político con cláusulas no escritas.
El punto más preocupante del acuerdo es que el Tesoro de Estados Unidos podrá intervenir en el mercado argentino “cada vez que lo considere necesario” para proteger la agenda económica de Milei. En otras palabras, un gobierno extranjero podrá decidir cuándo y cómo se mueve la oferta de dólares en la economía nacional. Eso equivale a entregar la soberanía cambiaria, un elemento central de cualquier Estado moderno. La política monetaria deja de responder a las necesidades del país y pasa a depender de las prioridades de un socio con intereses propios. Si Washington decide frenar la asistencia, la economía argentina volvería a caer en crisis de reservas. Y si decide intervenir selectivamente, podría manipular el tipo de cambio en pleno proceso electoral.
Tampoco se conocen las condiciones financieras del swap. Ni la tasa de interés, ni los plazos, ni las garantías ofrecidas fueron transparentadas. El gobierno se limita a hablar de “inversión” y “confianza”, términos vagos que ocultan un endeudamiento que podría hipotecar futuras gestiones. Nada garantiza que ese dinero no se utilice simplemente para sostener artificialmente el tipo de cambio y mejorar el clima preelectoral, dejando una carga de deuda y compromisos para después de los comicios. La experiencia reciente con el Fondo Monetario Internacional es una advertencia clara: los préstamos políticos se transforman rápidamente en instrumentos de disciplinamiento económico y social. Este acuerdo repite el esquema, pero con una subordinación aún más directa, sin organismos multilaterales de por medio.
El salvataje fue presentado como un “respiro” y un “bálsamo”. Pero en términos geopolíticos, implica que un actor extranjero participará de forma activa en la estabilidad política de un gobierno argentino. Si la Casa Blanca se reserva el derecho de intervenir para “proteger la agenda de Milei”, eso significa que podrá sostener o castigar políticas internas según su conveniencia. El país queda atado a los intereses de un solo aliado, y cualquier desobediencia podría tener consecuencias económicas inmediatas.
La euforia oficialista se alimenta de una reacción especulativa de corto plazo: baja el dólar, suben las acciones, mejora el riesgo país. Pero esos movimientos no reflejan un cambio estructural, sino la expectativa de que el Estado argentino vuelva a endeudarse y a dolarizar parcialmente su economía. Los mercados celebran la llegada de dólares porque significa rentabilidad para los capitales externos, no bienestar para la población. El “alivio” que muestra el gobierno durará lo que dure la línea de crédito.
El contexto del anuncio es clave: se produce a menos de tres semanas de las elecciones nacionales, cuando Milei enfrenta un clima adverso por derrotas en la provincia de Buenos Aires, conflictos internos y escándalos de corrupción. El ingreso de dólares actúa como una puesta en escena de estabilidad, diseñada para mejorar la imagen del oficialismo y desviar la atención de los problemas estructurales. No hay plan de desarrollo, ni política industrial, ni reactivación productiva: solo una inyección temporal para sostener la campaña.
El acuerdo con el Tesoro norteamericano no es un “bálsamo” ni una “alianza estratégica”: es una cesión directa de poder económico. Por primera vez, un gobierno argentino autoriza formalmente a un Estado extranjero a intervenir en su mercado financiero. Detrás del lenguaje tecnocrático del “swap” y la “confianza de los mercados”, se esconde una decisión política de consecuencias profundas: la renuncia a la autodeterminación económica.
Milei celebra el apoyo de Washington como un triunfo. Pero en realidad, es la señal más clara de la pérdida de independencia nacional desde la dictadura. Un país que necesita permiso extranjero para manejar su moneda no es libre: es un protectorado financiero con bandera celeste y blanca.
El acuerdo con Estados Unidos entrega el control financiero de la Argentina al Tesoro norteamericano






















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