¡De locos! Mercado Libre ahora pide regulaciones al estado

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Juan de la Serna, presidente de Mercado Libre, admitió que la regulación estatal es esencial para proteger a las pymes y garantizar competencia leal frente a gigantes asiáticos. Un mensaje incómodo para el dogma libertario de Javier Milei y su cruzada contra “el Estado”.

En una entrevista reciente, el presidente de Mercado Libre, Juan de la Serna, dejó en claro algo que el gobierno de Javier Milei parece no entender: que los mercados necesitan reglas. Criticó la competencia desleal de productos asiáticos de baja calidad, defendió la importancia de un marco regulatorio equitativo y subrayó que las pymes locales sostienen el 90% del comercio. Paradójicamente, fue el empresario más emblemático del capitalismo digital argentino quien terminó dándole una lección de economía real al presidente libertario.

Hay momentos en los que el sentido común se abre paso incluso entre los defensores más fervientes del libre mercado. Juan de la Serna, presidente de Mercado Libre, uno de los gigantes digitales que Javier Milei suele citar como ejemplo de “capitalismo exitoso”, acaba de recordarle al propio gobierno libertario algo elemental: sin regulación, no hay competencia, y sin competencia, no hay mercado.

Durante una entrevista, De la Serna reconoció que las empresas asiáticas venden productos de baja calidad, sin control de origen, sin posibilidad de devolución, sin garantías ni financiamiento, y que esto pone en jaque a las pymes argentinas que sostienen la economía cotidiana. Su diagnóstico fue lapidario: “el 90% del comercio lo hacen las pymes y los comercios locales… es muy difícil cobrar impuestos a esas empresas chinas, por eso las regulaciones son sumamente importantes”.

Es decir, el presidente de Mercado Libre —sí, el mismo que dirige una multinacional tecnológica— acaba de decir lo que los economistas heterodoxos, los sindicatos industriales y hasta las cámaras de comercio vienen advirtiendo hace años: que la anarquía comercial, la apertura sin control y la ausencia de reglas solo benefician a los grandes conglomerados, y destruyen la base productiva nacional.

El mensaje de De la Serna golpea directamente en la línea de flotación del relato libertario. Porque no vino de un funcionario “estatista” ni de un académico “socialista”, sino del corazón del sector privado. De alguien que entiende que la rentabilidad, sin un entorno ordenado, es insostenible. En otras palabras, De la Serna no pidió subsidios ni proteccionismo, sino algo más elemental: reglas claras, equidad impositiva y soberanía económica frente al dumping extranjero.

Y ahí es donde la ironía se vuelve evidente. Mientras Javier Milei vocifera contra “la casta estatal” y promete eliminar regulaciones, los propios empresarios —los que deberían aplaudirlo— le recuerdan que sin regulación no hay capitalismo posible. El discurso libertario, basado en la desregulación total y la fe ciega en “el mercado”, se estrella contra la experiencia de quienes realmente comercian, producen y pagan sueldos en la Argentina.

Mercado Libre, con sus luces y sombras, conoce de cerca la tensión entre lo global y lo local. Su plataforma fue duramente criticada por haber facilitado la entrada de productos importados a precios irrisorios, desplazando a comerciantes argentinos. Pero ahora su propio presidente reconoce que ese modelo, llevado al extremo, erosiona el sistema que le da sustento. De la Serna no habló de ideología: habló de realidad económica. Y en esa realidad, las pymes no pueden competir con multinacionales que no tributan, no garantizan devoluciones y operan desde paraísos fiscales.

La declaración tiene además un componente político. En momentos en que el gobierno de Milei insiste en reducir el Estado a su mínima expresión y en abrir la economía sin ningún tipo de filtro, escuchar al presidente de Mercado Libre hablar de “la necesidad de un buen marco regulatorio” es casi un acto de disidencia técnica. Es la confirmación de que ni siquiera los empresarios más exitosos confían en la anarquía económica que propone la ultraderecha libertaria.

Detrás de la frase “las regulaciones son sumamente importantes” hay un reconocimiento implícito de que la intervención estatal no es enemiga del mercado, sino su condición de existencia. Que sin reglas, los poderosos aplastan a los pequeños. Que el capitalismo, sin límites, se convierte en saqueo. Y que la Argentina, con un entramado productivo frágil y dependiente, no puede darse el lujo de ser ingenua frente a las potencias que subsidian, manipulan precios o esquivan impuestos.

El gobierno de Milei, en cambio, repite su dogma de “mano invisible” como si fuera un acto de fe. Pero la mano invisible no paga impuestos, no genera empleo registrado ni defiende la industria local. Lo acaba de decir uno de los empresarios más emblemáticos del país. Y es ahí donde la frase de De la Serna se convierte en una cachetada simbólica a la ideología libertaria: no hay capitalismo sin Estado, no hay competencia sin regulación y no hay libertad sin justicia económica.

En el fondo, De la Serna no hizo más que decir en voz alta lo que muchos en el sector privado piensan pero no se atreven a admitir públicamente: que la desregulación total es un suicidio productivo. Que los países desarrollados no triunfaron por abrirse sin control, sino por proteger estratégicamente su industria y su empleo. Y que, mientras la Argentina se debate entre dogmas importados y realidades locales, las pymes siguen siendo las que sostienen el 90% del comercio y de los puestos de trabajo.

Paradójicamente, fue el presidente de Mercado Libre quien terminó dándole una lección de capitalismo real a los libertarios que lo idealizan. Un capitalismo con reglas, con Estado y con sentido común. Uno donde competir no signifique destruir.

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