La Justicia decretó la quiebra de Alimentos Refrigerados S.A. (ARSA), la empresa que fabricaba los tradicionales yogures, flanes y postres bajo licencia de SanCor, marcas emblemáticas que formaron parte del consumo popular argentino durante décadas. El fallo, firmado por el juez Federico Güerri, subrogante del Juzgado Comercial N°29, el pasado 30 de octubre, ordenó la liquidación total de activos, el cierre definitivo de las plantas y la inhibición general de bienes del presidente de la compañía, Santiago Jesús Segovia Brun, quien deberá presentarse ante el tribunal el próximo 11 de diciembre. La noticia se conoció masivamente el 6 de noviembre y, en pocas horas, se transformó en símbolo de la crisis productiva que atraviesa el país desde que Javier Milei asumió la presidencia.
Las plantas ubicadas en Arenaza, partido de Lincoln (Buenos Aires), y en Monte Cristo (Córdoba), cerraron sus puertas dejando a más de 400 trabajadores sin empleo. A ellos se suman empleados administrativos y de distribución que arrastraban meses sin cobrar sueldos y más de tres años y medio sin aportes a la obra social del gremio lechero ATILRA. El sindicato denunció una “quiebra fraudulenta”, advirtiendo que la empresa no solo incumplió obligaciones laborales, sino que vació deliberadamente su estructura financiera para justificar el colapso. Desde hace meses, los trabajadores alertaban sobre la situación: en mayo, ARSA había anunciado un “paro transitorio para reorganizarse”, pero nunca volvió a producir.
En lo inmediato, el fallo judicial significa el cierre definitivo de una industria con historia, pero también deja al descubierto el impacto devastador del ajuste económico implementado por el gobierno libertario. La quiebra de ARSA no es un hecho aislado: forma parte de un escenario en el que miles de pequeñas y medianas empresas han reducido o paralizado su producción ante el derrumbe del consumo interno, la inflación descontrolada y la ausencia total de políticas de fomento industrial.
El gobierno de Milei insiste en culpar al “exceso de gasto público” y a los “años de intervencionismo estatal” por la crisis, pero en la práctica, el desmantelamiento de las políticas de protección y el desfinanciamiento del mercado interno han provocado un efecto dominó sobre las economías regionales. Mientras el presidente celebra superávits fiscales logrados a fuerza de despidos, devaluaciones y tarifazos, el país acumula fábricas cerradas, trabajadores desocupados y comunidades enteras devastadas por la recesión.
ARSA era la heredera directa de una historia de idas y vueltas empresariales que reflejan la desindustrialización progresiva de la Argentina. En 2016, SanCor —ya sumida en una profunda crisis financiera— vendió su división de yogures y postres a la firma Vicentin por 100 millones de dólares. Tres años después, en 2019, Vicentin creó ARSA como sociedad separada para “evitar contagiar su propio concurso preventivo”. Sin embargo, el intento de aislar la crisis fue inútil. La empresa agroexportadora entró en default y arrastró a toda su red de filiales y satélites, entre ellas, la productora de los recordados postres Shimmy y Sancorito.
En 2022, el grupo venezolano Maralac S.A., propiedad de los hermanos Manuel y Alfredo Fernández —también dueños de La Suipachense— compró el control accionario de ARSA. Vicentin Family Group conservó apenas el 1%. La operación fue presentada como una “recapitalización”, pero en los hechos, los nuevos dueños heredaron una estructura vacía, sin crédito, sin plan productivo y con deudas multimillonarias. En abril de 2024, ARSA solicitó concurso preventivo, responsabilizando a la inflación, a la caída del consumo y al programa de “Precios Justos” del gobierno anterior. Sin embargo, nunca presentó los balances completos ni cumplió con los requisitos básicos de transparencia exigidos por la Justicia comercial. El resultado era previsible.
Los rumores de una posible compra por parte de grupos locales —como Inverlat (Havanna), Werthein o el fondo CarVal— se diluyeron rápidamente. Ningún inversor quiso hacerse cargo de una empresa quebrada, con pasivos incobrables y un mercado interno en contracción. La recesión provocada por las políticas de Milei terminó por sellar el destino de ARSA: sin crédito, sin demanda y con costos dolarizados, la láctea cerró definitivamente.
ATILRA, el gremio que representa a los trabajadores del sector, presentó una denuncia por “quiebra fraudulenta”, advirtiendo que Maralac S.A. utilizó la figura del concurso preventivo como maniobra para desprenderse de pasivos laborales y evitar pagar indemnizaciones. Según el sindicato, la compañía venezolana replicó en Argentina el mismo modelo de vaciamiento que aplica en su otra empresa, La Suipachense, que también se encuentra en crisis y acumula más de mil cheques sin fondo por un monto superior a 8.500 millones de pesos.
El colapso de ARSA tiene, además, un componente simbólico: representa el fin de una etapa del consumo masivo argentino. Los productos que la empresa fabricaba —Shimy, Sancorito, Yogs, Sublime, Flanes Caseros, SanCor Vida y Primeros Sabores— eran parte de la vida cotidiana de millones de familias. Las redes sociales se llenaron de mensajes nostálgicos y de bronca: “Se fue mi infancia con el Shimmy”, “Otro ícono argentino que muere”. Pero más allá del componente emocional, la quiebra es también una radiografía de las consecuencias sociales del ajuste libertario. La Argentina que prometía “volver al mundo” hoy se queda sin industria nacional, sin empleo y sin esperanza.
La reacción en X (ex Twitter) fue inmediata. El post original de Clarín superó los 1.200 “me gusta” y los 296 retuits en pocas horas. Periodistas como Gabriel Levinas comentaron con preocupación el cierre: “Quebró la láctea ARSA… y deja sin trabajo a 400 empleados”. Otros, como Mariano Obarrio, intentaron justificar el hecho con una retórica cínica: “El modelo está dando sus frutos: quebró la fábrica de postrecitos SanCor. 400 despidos”. Mientras tanto, los usuarios respondían con indignación ante el silencio del Gobierno nacional y la falta de medidas para contener la ola de cierres.
El caso ARSA se suma a una larga lista de empresas que no resistieron la política económica de Milei. Desde textiles y autopartistas hasta laboratorios y cooperativas, el país asiste a un proceso de desmantelamiento productivo que recuerda los años más duros del neoliberalismo. En nombre del “libre mercado”, el Estado se ha retirado de su función reguladora y ha dejado a miles de pymes a merced de los vaivenes financieros. La consecuencia es la pérdida de soberanía económica, el deterioro de la estructura industrial y la concentración del mercado en manos de pocos grupos vinculados al capital especulativo.
Mientras tanto, SanCor —la cooperativa original que dio origen a ARSA— intenta sobrevivir con una estructura mínima y endeudada. Aunque no fue alcanzada directamente por esta quiebra, la situación de SanCor refleja el mismo cuadro de crisis: años de endeudamiento, pérdida de mercados, despidos masivos y desinversión. Lo que alguna vez fue emblema de la industria nacional hoy sobrevive al filo del abismo, mientras el Gobierno promueve un modelo que privilegia la exportación primaria y el ajuste interno por sobre la producción y el trabajo.
La historia de ARSA es, en definitiva, la historia de un país que deja caer su industria mientras concentra su economía en pocas manos. La quiebra de la productora de los clásicos postres SanCor no solo implica la pérdida de 400 empleos, sino también la desaparición de una parte del tejido social que sostenía a las economías locales. En Lincoln y Monte Cristo, las familias afectadas enfrentan un futuro incierto, sin respuestas del Estado y con promesas vacías de un gobierno que, en nombre de la “libertad económica”, consolida la desigualdad.
Bajo el discurso de la “eficiencia”, el gobierno de Milei está llevando al límite a un país que ya no soporta más sacrificios. La quiebra de ARSA no es una anécdota ni un accidente económico: es la consecuencia directa de un modelo que desprecia la producción nacional y la protección del trabajo. Cada fábrica cerrada, cada obrero despedido, cada marca que desaparece del supermercado, es una señal de que la Argentina industrial se está apagando.
Fuentes
- Clarín – “Quebró la láctea ARSA, fabricante de yogures y postrecitos SanCor: deja sin trabajo a 400 empleados”
https://www.clarin.com/economia/quebro-lactea-arsa-fabricante-yogures-postrecitos-sancor-deja-trabajo-400-empleados_0_55rCRCvqQj.html - La Voz – “ARSA: cierre de plantas en Lincoln y Monte Cristo deja más de 400 trabajadores sin empleo”
https://www.lavoz.com.arBichos de Campo – “Irresponsables: finalmente quebró la industria láctea ARSA”
https://bichosdecampo.com/irresponsables-finalmente-quebro-la-industria-lactea-arsa - Ámbito Financiero – “Los dueños de ARSA también en crisis con La Suipachense: cheques sin fondo por $8.500 millones”
https://www.ambito.com - El Ciudadano News – “ATILRA denunció quiebra fraudulenta de ARSA y reclama las indemnizaciones”
https://www.ciudadano.news - Cronista – “ARSA, de Vicentin a Maralac: una historia de vaciamiento y malas decisiones”
https://www.cronista.com - La Cuarta Online – “El juez ordenó liquidar los activos y cerrar las plantas de ARSA”
https://www.lacuartaonline.com




















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