Grabois: “Milei se humilló ante Trump por una foto y no consiguió nada para el país”

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El candidato a diputado provincial Juan Grabois no se guardó nada. En un posteo que rápidamente se volvió viral, desmontó el marketing de fantasía que rodeó el viaje de Javier Milei a Estados Unidos y su supuesto “encuentro” con Donald Trump, calificándolo como “un spot barato, tan barato como Milei”. Detrás de la escenografía de poder y de los discursos de soberanía individual, Grabois apuntó con precisión a la verdadera esencia de la gira: la humillación de un presidente que mendiga reconocimiento internacional mientras entrega el país al capital financiero y a los intereses extranjeros.

El mensaje, publicado en la red social X, tiene la contundencia del lenguaje callejero, pero también la profundidad de quien conoce los mecanismos del poder y la historia reciente de la Argentina: “Milei lo dio todo, escatológico, coprófago, lamiendo culos gringos en algún rincón oscuro de Washington con Caputo haciéndole la segunda… y ni siquiera le concedió un videíto en el Salón Oval. Un hueso sin carne para el perro feo y nada más”, escribió Grabois. Detrás de esa frase hay un retrato preciso del servilismo que define la política exterior del actual gobierno.

Lo que Milei quiso vender como un encuentro diplomático de alto nivel fue, en realidad, un acto de propaganda electoral importado de la ultraderecha norteamericana. Trump, inmerso en su propia campaña por volver a la Casa Blanca, usó a Milei como parte del decorado, un accesorio exótico que confirma la expansión global de su corriente reaccionaria. Pero, como señaló Grabois, fue “un cuento de campaña”, una ficción cuidadosamente montada para consumo interno de la base libertaria.

El presidente argentino viajó con una delegación encabezada por su ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, en busca de una foto que no llegó. No hubo reuniones oficiales con funcionarios de peso, no se firmaron acuerdos, ni se anunciaron inversiones. Solo declaraciones huecas, sonrisas incómodas y una puesta en escena que terminó en papelón internacional. Grabois lo resumió con precisión quirúrgica: “No va a entrar un dólar en Argentina; todo lo contrario, ¡se van a ir! Lo único que va a quedar es un pilón de facturas a pagar”.

La denuncia del dirigente social no es una hipérbole. Desde que Milei asumió, las reservas del Banco Central se derrumbaron, la fuga de capitales se intensificó y los niveles de endeudamiento aumentaron drásticamente. Los únicos dólares que ingresaron —como también recordó Grabois— no fueron producto de la inversión productiva ni del comercio, sino de operaciones financieras oscuras: “Los únicos dólares que entraron fueron los que cobró de Hayden Davis por la criptoestafa, las coimas del 3% de Karina y los aportes de Fred Machado”.



Grabois pone el dedo en la llaga de un gobierno que construye su narrativa sobre la mentira y el espectáculo. Cada viaje, cada discurso, cada foto cuidadosamente filtrada a los medios oficialistas forma parte de una maquinaria de simulación que intenta ocultar el derrumbe económico y social del país. Lo de Washington fue apenas otro capítulo de ese teatro de sombras, donde Milei actúa de libertario rebelde pero se comporta como un vasallo dócil ante los centros del poder financiero mundial.

El contraste entre el discurso y la realidad es brutal. Mientras Milei se jacta de su cercanía con Trump y se presenta como un adalid del libre mercado, la economía argentina está en recesión, los salarios se pulverizan, la industria se apaga y la pobreza alcanza niveles récord. El ajuste de Caputo —aplaudido por el Fondo Monetario Internacional— destruyó el poder adquisitivo de los trabajadores y redujo el gasto público al punto de poner en jaque la salud, la educación y la ciencia. Pero en el universo libertario, todo se disfraza con frases altisonantes y con fotos que buscan simular éxito donde solo hay fracaso.

Grabois no es el único que lo ve. Analistas económicos de distintos espacios coinciden en que la supuesta “reconstrucción de la confianza internacional” que Milei dice encabezar es una farsa. Ninguna potencia está dispuesta a invertir en un país sin reglas claras, con un gobierno errático y un presidente que insulta a sus socios comerciales. Las reuniones con banqueros o con supuestos fondos de inversión que el gobierno presenta como logros, son en realidad operaciones mediáticas sin impacto concreto. Ni un dólar nuevo entró al país por esas gestiones.

En ese sentido, la comparación que Grabois hace con la criptoestafa “Libra” no es casual. Milei construyó su imagen sobre la promesa de una revolución monetaria que nunca ocurrió. Habló de la dolarización, de eliminar el Banco Central, de liberar las fuerzas del mercado. Nada de eso sucedió. Lo que sí sucedió fue el vaciamiento de las instituciones, la entrega de recursos estratégicos y la consolidación de un esquema de poder donde las decisiones las toma un pequeño grupo de empresarios y financistas que giran sus ganancias al exterior mientras el pueblo argentino paga los costos del ajuste.

“Es todo mentira. Cuentito de campaña”, escribió Grabois. Y esa frase resume no solo el viaje a Washington, sino la esencia de todo el proyecto libertario. Desde las promesas incumplidas hasta la manipulación mediática, el gobierno de Milei vive de fabricar ficciones. El “milagro argentino” que repiten sus seguidores es una puesta en escena sostenida por trolls, cuentas falsas y periodistas obedientes. En los hechos, la realidad es otra: caída del consumo, desindustrialización, desempleo en alza y un endeudamiento externo que vuelve a colocarnos en la misma trampa de la era macrista.

Lo más preocupante es la pérdida de soberanía política que implica esta subordinación a Estados Unidos. Milei no viaja a Washington a negociar en nombre de la Argentina, sino a mendigar reconocimiento personal. La diferencia es sustancial: no actúa como un presidente que defiende los intereses nacionales, sino como un influencer en busca de validación. Su alineamiento automático con la agenda de Trump y sus vínculos con personajes vinculados al negocio cripto y al lavado de dinero —como Hayden Davis y Fred Machado— confirman la deriva peligrosa de un gobierno que mezcla fanatismo ideológico con negocios turbios.

El posteo de Grabois tuvo miles de compartidos y respuestas, muchas de ellas de usuarios que expresaron el mismo hartazgo frente a la farsa oficial. “Nos están tomando el pelo”, escribió un internauta. “Mientras Milei se saca selfies con millonarios, acá la gente no puede pagar el alquiler ni llenar la heladera”, comentó otro. En las redes, la indignación crece a medida que se derrumba el relato libertario.

Lo cierto es que, detrás de las frases provocadoras, Grabois traduce el sentimiento de una parte creciente de la sociedad que empieza a ver en Milei no a un reformador, sino a un farsante. Alguien que prometió destruir la casta y terminó arrodillado ante ella. Que prometió independencia y terminó suplicando por una foto con Trump. Que prometió prosperidad y dejó una economía devastada. Y que, como dijo Grabois, “da asco” no solo por su lenguaje, sino por su servilismo.

El episodio en Washington fue un espejo que mostró el verdadero rostro del mileísmo: un gobierno que confunde la política exterior con el marketing, la soberanía con la sumisión y la gestión con el acting televisivo. Y mientras Milei sigue viajando para filmar su propia ficción, la Argentina real se hunde entre la inflación, el desempleo y la desesperanza.

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