El discurso de Milei contra el narcotráfico se desmorona mientras un jefe de las fuerzas de seguridad bajo la órbita de Patricia Bullrich es apresado con “ladrillos” de cocaína en Santiago del Estero. La doble moral del gobierno libertario vuelve a quedar al descubierto.
El comandante de Gendarmería, dependiente del Ministerio de Seguridad que conduce Patricia Bullrich, fue detenido por la policía provincial de Santiago del Estero con seis kilos de cocaína en su mochila. El caso expone las profundas contradicciones del oficialismo, que promete “echar a patadas a los narcos”, pero convive con ellos dentro de sus propias filas.
El relato oficial de “tolerancia cero” con el narcotráfico, repetido hasta el cansancio por Javier Milei y su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, acaba de recibir un golpe demoledor. En Santiago del Estero, la policía provincial detuvo a un comandante de Gendarmería Nacional, dependiente del Ministerio de Seguridad de la Nación, acusado de traficar seis kilos de cocaína.
Según trascendió, el operativo fue realizado por efectivos de la fuerza provincial, quienes interceptaron al gendarme cuando trasladaba cinco “ladrillos” del estupefaciente en una mochila. La carga, valuada en millones de pesos, estaba lista para su distribución. La detención se produjo en el marco de un procedimiento de rutina, pero la sorpresa fue mayúscula al descubrir la identidad del detenido: un miembro de alto rango de Gendarmería, que reportaba directamente a la estructura jerárquica controlada por Bullrich.
Mientras Milei insiste en que su gobierno “va a echar a patadas a los narcos”, los hechos demuestran que el narcotráfico no sólo no está siendo combatido, sino que se infiltra en las mismas fuerzas de seguridad que deberían enfrentarlo. Este episodio se suma a una larga lista de denuncias y escándalos vinculados al accionar de funcionarios y agentes bajo la órbita del Ministerio de Seguridad.
La ministra Bullrich ha construido su perfil político sobre una retórica punitivista y una supuesta “mano dura” contra el delito. Sin embargo, casos como este revelan la hipocresía estructural de su gestión, que exhibe mano de hierro para reprimir la protesta social, pero tolerancia y silencio frente a la corrupción interna y los vínculos con el narcotráfico.
La imagen del comandante detenido con una mochila cargada de cocaína no solo desmorona el discurso oficial: deja al descubierto la crisis moral y operativa de las fuerzas federales. En lugar de limpiar las filas, el gobierno parece más preocupado por sostener el relato y atacar a quienes denuncian.
En redes sociales, las críticas no se hicieron esperar. “Los narcos son ellos”, sintetizó un usuario, reflejando el hartazgo social ante un gobierno que se presenta como paladín del orden mientras protege o encubre a sus propios delincuentes uniformados.
El episodio también pone en cuestión la capacidad de control civil sobre las fuerzas federales, que en los últimos meses han sido denunciadas por abusos, represión y corrupción, en un clima de creciente militarización impulsado por Bullrich y respaldado por Milei.
A pesar de la gravedad del hecho, el Ministerio de Seguridad no emitió un comunicado oficial al cierre de esta nota. El silencio oficial parece una estrategia habitual: la misma que se aplicó ante los vínculos de otros agentes con bandas criminales o el tráfico de armas y drogas en distintos puntos del país.
Este caso no es un hecho aislado. Es la consecuencia directa de un modelo de seguridad que promueve la obediencia ciega y el espectáculo mediático por encima del control y la transparencia institucional. En definitiva, mientras el gobierno de Milei promete una “guerra contra el narcotráfico”, la droga viaja en mochilas oficiales y los narcos visten uniforme.




















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