La fiesta del ego: Milei, el Movistar Arena y una pregunta que sigue sin respuesta ¿Cuánto nos costó?

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El economista Roberto Cachanosky denunció que el acto de Javier Milei en el Movistar Arena tuvo un costo estimado de 260 mil dólares y puso el foco en un interrogante clave: ¿quién pagó la fiesta presidencial mientras millones de argentinos sufren el ajuste?

Mientras el Gobierno predica austeridad y pide “sacrificios” a los sectores más vulnerables, el presidente Javier Milei protagonizó un evento fastuoso en el Movistar Arena cuyo costo, según el economista Roberto Cachanosky, rondaría los 260 mil dólares. La magnitud del gasto y la opacidad sobre su financiamiento desataron críticas por el contraste con la crisis social que atraviesa el país.

El economista Roberto Cachanosky publicó un análisis lapidario sobre el acto que encabezó Javier Milei en el Movistar Arena. Según sus estimaciones, alquilar el estadio tiene un costo que oscila entre los 100 mil y 150 mil dólares, a lo que deben sumarse los gastos por escenario, sonido, iluminación, pantallas LED, generadores, seguros técnicos, salón VIP, catering y ticketing. En total, la cifra mínima habría superado los 260 mil dólares.



“La fiesta de ayer para satisfacer el ego de Milei debe haber tenido un piso de costo de US$ 260.000 por lo que pude averiguar. Falta saber quién pagó esa fiesta”, señaló Cachanosky, planteando un interrogante que atraviesa tanto la ética pública como la legalidad del financiamiento de este tipo de eventos.

El economista recordó que “por un valor mucho menor, Menem tuvo que devolver la Testarossa que le habían regalado”, en referencia al célebre episodio en el que el ex presidente fue cuestionado por aceptar un automóvil de lujo como obsequio personal. “¿Puede el presidente de la Nación recibir del sector privado ese tipo de aportes?”, insistió, apuntando a la falta de transparencia del Gobierno sobre el origen de los fondos utilizados para la organización del acto.

Más allá de la cuestión legal, Cachanosky subrayó el costado moral del espectáculo: “Lo de ayer fue comer delante de los pobres. Una cachetada a los que la están pasando mal”. El contraste entre el derroche escenográfico y la situación económica de la mayoría de los argentinos —afectados por la inflación, el desempleo y la pérdida del poder adquisitivo— refuerza la percepción de una creciente desconexión entre el discurso oficial y la realidad cotidiana.

El acto, que incluyó un despliegue audiovisual de gran escala y un tono de exaltación personalista, fue interpretado como una muestra de la obsesión del mandatario por su propia figura. “Milei ha demostrado no tener empatía con aquellos a los que le pidió sacrificio mientras él, para satisfacer su ego, tira manteca al techo”, escribió Cachanosky, utilizando una metáfora que sintetiza el malestar que generó el evento incluso en sectores que hasta ahora se mostraban cercanos al oficialismo.

La pregunta, entonces, sigue abierta: ¿Quién pagó la fiesta? ¿Puede un presidente aceptar aportes privados para organizar una celebración personal bajo el disfraz de un acto institucional? ¿Y cómo se justifica semejante gasto en medio de un país empobrecido y exhausto por el ajuste?

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