El régimen insignia del Gobierno se convirtió en un esquema de privilegios para grandes corporaciones con proyectos ya iniciados. El supuesto motor del desarrollo terminó en números rojos y sin impacto en la economía real.
Un informe de la Fundación Encuentro desnuda la realidad del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI): promesas desmesuradas, beneficios fiscales millonarios y resultados que rozan lo irrisorio.
El Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones fue presentado por el oficialismo como la llave maestra para transformar la economía argentina. Con bombos y platillos, el Gobierno de Javier Milei aseguró en 2024 que este esquema sería capaz de atraer más de US$ 50.000 millones, multiplicar las exportaciones y generar miles de empleos. Un año después, los datos muestran un contraste brutal: de la montaña de promesas quedó apenas un puñado de proyectos reciclados y un aporte económico tan ínfimo que roza la burla.
Según el informe de la Fundación Encuentro, vinculada al massismo, lo conseguido equivale al 0,5% de lo prometido. Apenas se aprobaron proyectos por US$ 8.573 millones, de los cuales seis de siete ya existían antes de la sanción de la Ley Bases. Es decir, el RIGI no atrajo inversiones nuevas, sino que maquilló iniciativas ya en marcha para presentarlas como un éxito.
El repaso de casos es contundente: el oleoducto Vaca Muerta Sur, anunciado en 2022 por YPF; la planta de litio Rincón de Rio Tinto, incluida en el plan global de la empresa desde 2021; y el megaproyecto de GNL en Río Negro, firmado antes de la aprobación del régimen. El único que se asocia directamente al RIGI es el Parque Eólico Olavarría, anunciado en 2024. El resto es, lisa y llanamente, una vidriera de proyectos prearmados.
El problema no se agota en la falta de inversiones nuevas. El informe advierte que el esquema no diversificó la matriz productiva ni generó encadenamientos locales. La reprimarización domina la escena, con tres de los siete proyectos concentrados en YPF y sin un solo avance en términos de transferencia tecnológica o empleo de calidad. Dicho en criollo: más extractivismo, menos industria.
El costo para el Estado es otra señal alarmante. A cambio de inversiones que se hubieran realizado de todas formas, el país resignó ingresos fiscales futuros. El concepto técnico lo resume todo: la adicionalidad es prácticamente nula. Lo que sí es concreto es el agujero que estas exenciones dejan en las arcas públicas.
A nivel macroeconómico, el balance es aún más desolador. Ninguno de los proyectos aprobados está operativo, por lo que no existe un solo dólar de exportaciones atribuible al régimen. Peor aún, en lo que va de 2025 el flujo neto de inversión extranjera directa es negativo, con -US$ 1.679 millones, lo que perfila al peor registro en décadas.
La conclusión de la Fundación Encuentro es lapidaria: el RIGI, lejos de ser el motor del desarrollo que Milei presentó en cadena nacional, terminó siendo una gran estafa política y económica. Un régimen de privilegios para grandes corporaciones, mucho marketing y cero resultados para la economía real.
Argentina no carece de proyectos ni de potencial productivo. Lo que falta son políticas de desarrollo que apunten al valor agregado, al empleo local y a los encadenamientos productivos. Sin eso, cualquier régimen de incentivos termina consolidando lo que ya conocemos: más concentración, más extractivismo y menos futuro.
El Gobierno de Javier Milei apostó todo su capital político a un esquema que hoy naufraga. Las cifras no mienten: de los US$ 50.000 millones prometidos, el país recibió apenas migajas. El RIGI, presentado como el “antes y después” de la inversión extranjera, se hunde en su propia inconsistencia.
Fuente:
.https://eleconomista.com.ar/economia/demoledor-informe-massismo-sobre-rigi-gobierno-prometio-us-50000-millones-consiguio-05-n88536/






















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