La directora del Departamento de Estrategia, Política y Revisión del FMI abandona el organismo tras calificar la deuda argentina como “prácticamente impagable”, en medio de un programa económico que ya muestra señales de fracaso. La renuncia de Ceyla Pazarbasioglu no solo golpea la credibilidad del FMI, sino que anticipa un escenario de turbulencias para el gobierno de Milei, que enfrenta vencimientos millonarios y un programa que expertos internos califican como “fraudulento”.
Ceyla Pazarbasioglu, responsable del área de Estrategia y Revisión del FMI, confirmó que abandonará el organismo antes de fin de año. Su salida genera alarma interna: la funcionaria no solo supervisó de manera crítica el caso argentino, sino que dejó asentado en abril que la deuda del país es “prácticamente impagable”. Este diagnóstico, incluido en el Staff Level Agreement firmado por Toto Caputo, encendió las alarmas en los mercados y subrayó la fragilidad del acuerdo recientemente firmado con el gobierno de Javier Milei.
El Departamento de Estrategia, Política y Revisión, conocido como SPR, es el cerebro técnico del FMI. Bajo la dirección de Pazarbasioglu, los informes sobre sostenibilidad de deuda se volvieron más rigurosos y exigieron reformas estrictas a los países de alto riesgo, entre ellos Argentina. Su salida coincide con un momento crítico: el programa actual enfrenta vencimientos por más de 20 mil millones de dólares y una recesión económica que se profundiza, con caída de la industria, consumo debilitado, inflación elevada y riesgo país en ascenso.
Para el staff del FMI, la renuncia tiene implicancias que van más allá del protocolo. Según fuentes internas, la partida de Pazarbasioglu podría facilitar que el organismo “mire para otro lado” ante las inconsistencias del programa argentino, eliminando la presión técnica que ella ejercía en los textos del acuerdo. El mismo acuerdo, firmado en abril, ya había sido calificado por especialistas como “más fraudulento que el de 2018”, con una exposición impagable equivalente al 1300 % de la cuota argentina como miembro del FMI.
Históricamente, la relación entre Argentina y el FMI se ha caracterizado por promesas de estabilización que terminan en crisis: devaluaciones abruptas, inflación disparada, protestas sociales y refinanciaciones continuas. Cada acuerdo parece llevar consigo la renuncia de funcionarios clave: Christine Lagarde tras el stand-by de 2018, David Lipton tras la renegociación fallida, Gita Gopinath a Harvard y ahora Pazarbasioglu. La sensación dentro del organismo es que firmar un acuerdo con Buenos Aires conlleva inevitablemente asumir responsabilidades en futuros fracasos.
Mientras el gobierno de Milei insiste en avanzar con su plan económico, las señales de alerta se multiplican. La salida de una voz crítica como la de Pazarbasioglu deja en evidencia que, más allá de la retórica oficial, la capacidad de Argentina para cumplir con sus compromisos sigue siendo altamente cuestionable. Los próximos meses podrían confirmar que, nuevamente, la combinación de deuda insostenible y gestión política errática se traduzca en un nuevo papelón para el FMI y un desafío insuperable para el gobierno argentino.
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