Axel Kicillof salió fortalecido de las elecciones legislativas bonaerenses y, con una contundente victoria, se colocó en el centro de la escena política nacional. El gobernador no solo logró retener la provincia más poblada del país, sino que capitalizó el resultado para consolidarse como el principal referente opositor a Javier Milei. Lo que en la previa aparecía como un triunfo ajustado terminó convirtiéndose en una diferencia amplia, inesperada incluso para el propio oficialismo provincial.
El clima de euforia se desató temprano en el búnker de La Plata, donde ministros, funcionarios e intendentes celebraron al ritmo de la militancia que copó la avenida 51. La presencia de Sergio Massa, Juan Grabois y los enviados de La Cámpora mostró un armado diverso, donde las distintas tribus del peronismo confluyeron en torno a la figura de Kicillof. El audio enviado por Cristina Fernández de Kirchner reforzó la idea de unidad y de continuidad de un proyecto político que encontró en el gobernador bonaerense a su rostro más visible.
El resultado en la Primera Sección Electoral fue la gran sorpresa: Fuerza Patria le sacó 11 puntos a La Libertad Avanza, cuando los cálculos más optimistas hablaban de un margen estrecho. En la Tercera, los intendentes peronistas consolidaron sus territorios con comodidad, confirmando el peso decisivo del conurbano. Los nombres de Fernando Espinoza, Mayra Mendoza, Mariano Cascallares y Julio Alak se repitieron en el escenario junto al mandatario, en un claro mensaje de cohesión territorial.
La foto de Kicillof rodeado de Massa, la CGT, intendentes y dirigentes de peso cristalizó un hecho político: el gobernador se erige como conductor natural de un peronismo que empieza a proyectar el 2027. El propio Kicillof, con cautela pero sin esquivar el tema, planteó que la victoria “es un triunfo del peronismo para todos los argentinos”, y reclamó nuevamente una reunión con Milei, subrayando el carácter nacional de lo sucedido en Buenos Aires.
Los gobernadores peronistas no tardaron en felicitarlo y remarcar que el resultado bonaerense es un “llamado de atención” para el gobierno nacional. En paralelo, la militancia no ocultó lo que se empieza a discutir en voz baja: la posibilidad de que Kicillof se convierta en el candidato presidencial de la oposición en 2027. El escenario montado en La Plata, con pantallas gigantes, fuegos artificiales y drones sobrevolando, funcionó como símbolo de un liderazgo que ya no se limita a la provincia.
Con este triunfo, el peronismo recupera el quórum propio en el Senado bonaerense y gana dos bancas en Diputados, un respaldo institucional clave para la gestión provincial. Pero la verdadera dimensión de la victoria trasciende lo legislativo: después de 21 años, el peronismo volvió a imponerse en una elección de medio término en Buenos Aires, la misma que en 2004 tuvo como protagonista a Cristina Kirchner.
El resultado proyecta a Kicillof como el dirigente mejor posicionado de la oposición. En un país marcado por la crisis económica y social, el gobernador aparece no solo como un administrador eficaz de la provincia, sino como el dirigente que logró transformar una elección local en un mensaje nacional. Y ese mensaje fue claro: el peronismo no está acabado, y ya encontró a su nuevo conductor.
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