Milei tambalea tras la derrota: el oficialismo exige recambios urgentes y los mercados miran con desconfianza

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La derrota electoral del oficialismo en la provincia de Buenos Aires dejó al descubierto un clima de tensión y pases de factura que hoy atraviesa al corazón mismo del gobierno de Javier Milei. La magnitud del resultado, con un peronismo imponiéndose por más de trece puntos, provocó un cimbronazo interno que difícilmente pueda resolverse con simples retoques discursivos. Lo que está en juego ya no es solo la estrategia de campaña, sino la estabilidad política de la gestión y el impacto inmediato que la incertidumbre pueda tener en los mercados.

El Presidente, acompañado por su hermana Karina y por Santiago Caputo, buscó en su discurso un delicado equilibrio entre el reconocimiento de los errores y la reafirmación de su proyecto. Habló de autocrítica y de correcciones, pero al mismo tiempo dejó en claro que el rumbo no se negocia y que no habrá retrocesos en su modelo económico. La puesta en escena, sin embargo, expuso más de lo que ocultó: las ausencias notorias de Guillermo Francos y de Luis Caputo alimentaron las versiones sobre tensiones y desconfianza en el núcleo del poder libertario.

Dentro del oficialismo, la presión para un recambio profundo de figuras crece con cada hora. La militancia digital y los referentes de segunda línea ya no se conforman con ajustes cosméticos: exigen un “refresh” total de gabinete y de estrategia política para evitar que la derrota de Buenos Aires se convierta en el principio del fin. El mensaje del influencer “Gordo Dan”, reclamando públicamente que el “DT ordene ya el equipo”, sintetiza un sentimiento extendido incluso en sectores cercanos al propio Milei.

La escena posterior al discurso presidencial fue elocuente: funcionarios alineados en el escenario, Caputo subiendo por primera vez junto al Presidente para marcar el tono del mensaje, y un Milei que saludó con abrazos a casi todos menos a Martín Menem, a quien apenas le ofreció un apretón de manos distante. Gestos que delatan fracturas internas y que ponen en evidencia que el gobierno enfrenta no solo la presión opositora, sino un desgaste interno que amenaza con erosionar su capacidad de maniobra.

Mientras tanto, los mercados esperan definiciones claras. La preocupación por un “boleto picado” se suma al temor de que la falta de cohesión política profundice la inestabilidad económica. Dentro de la Casa Rosada, algunos asesores reconocen que el mayor desafío inmediato es dar señales de certidumbre para evitar un temblor financiero. Sin embargo, la insistencia de Milei en que el rumbo no se toca y que solo habrá correcciones parciales siembra dudas sobre la viabilidad de esa estrategia.

El peronismo, fortalecido por la contundencia de los números, observa desde la vereda de enfrente cómo la interna libertaria se profundiza. El discurso de Sebastián Pareja, intentando relativizar la derrota con críticas al “aparato kirchnerista”, fue duramente cuestionado por los propios socios del oficialismo, que ya no disimulan su malestar. En el PRO, aliados circunstanciales de Milei, se multiplican las voces que piden cambios reales, cansados de “poner la cara” en una campaña en la que, aseguran, no fueron escuchados.

El gobierno de Milei se enfrenta ahora a un dilema que marcará el rumbo de lo que resta de su mandato: o avanza en un recambio profundo que oxigene la gestión y recupere credibilidad, o se aferra a un modelo cerrado sobre sí mismo, en el que las derrotas se maquillan con discursos de autocrítica sin consecuencias reales. El problema es que el tiempo corre y la política, al igual que los mercados, no espera. La derrota en Buenos Aires no solo fue un golpe electoral: fue un aviso claro de que la sociedad empieza a perder la paciencia y que el experimento libertario tambalea bajo el peso de sus propias contradicciones.

Fuente:

.https://www.lanacion.com.ar/politica/crece-la-presion-interna-en-el-gobierno-por-un-recambio-de-figuras-y-preocupa-el-impacto-en-los-nid07092025/

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