La petrolera británica que operaba en Río Negro pidió su quiebra arrastrando una deuda millonaria y denunciando la pérdida de concesiones, el derrumbe de la producción y fallas técnicas. Un retrato del abandono y la imprevisión que golpea de lleno a la Patagonia.
President Petroleum, de capitales británicos, presentó su propia quiebra ante la Justicia Comercial tras no lograr resultados en el concurso preventivo. La decisión del gobierno rionegrino de no prorrogar concesiones, sumada a la baja rentabilidad y a problemas técnicos y de mercado, empujaron a la empresa a un final anunciado, en un contexto de políticas nacionales que profundizan el deterioro del sector energético.
En un paso que exhibe tanto el agotamiento de un modelo extractivo como la precariedad de las políticas energéticas en el país, la petrolera británica President Petroleum, con operaciones en Río Negro, formalizó ante la Justicia Comercial su propio pedido de quiebra. La comunicación fue enviada a la Comisión Nacional de Valores y firmada por Peter Levine, responsable de Relaciones con el Mercado, detallando que la presentación se realizó ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Comercial N° 23, a cargo del juez subrogante Fernando Saraví. La compañía venía transitando un concurso preventivo que no dio resultados y acumulaba un pasivo declarado de 56 millones de dólares hasta marzo, con vencimientos inmediatos que representaban un 10% de esa cifra.
En la raíz de este colapso, la empresa apuntó a la decisión del gobierno de Río Negro de no prorrogar las concesiones que vencen en 2027, lo que dejó en evidencia la fragilidad de su horizonte operativo. El golpe no fue sólo administrativo: significó un quiebre en su capacidad de planificación y proyección de inversiones, en un marco nacional donde la inestabilidad regulatoria y la falta de previsibilidad se han convertido en una marca de gestión.
En mayo, la rionegrina Brava Ingeniería asumió la operación y el mantenimiento de los tres bloques que explotaba President Petroleum: Las Bases, Puesto Prado y Puesto Flores – Estancia Vieja. Sin embargo, los números de producción confirmaban la decadencia: Las Bases estaba completamente inactiva, con 10 pozos fuera de servicio; Puesto Prado apenas producía 42 barriles diarios con un magro promedio de 4,69 barriles por pozo; y Puesto Flores – Estancia Vieja llegaba a 982 barriles diarios repartidos entre 27 pozos, un promedio de 36 barriles por pozo.
En la asamblea de accionistas donde se resolvió avanzar con la quiebra, se repasó un listado de eventos que, según la empresa, impactaron de manera “sustancial y adversa” en sus operaciones. Entre los más graves, se denunciaron cortes de energía eléctrica “reiterados e imprevistos” en Puesto Flores, responsabilidad del proveedor regional Transcomahue. Lo dramático del dato es que, en los primeros cinco meses de 2025, se perdió más producción por esta causa que en todo el año anterior. A esto se sumaron fallas imprevistas en dos de los pozos más productivos, que requirieron intervenciones técnicas costosas, con pérdidas cercanas al millón de dólares.
Como si no fuera suficiente, el mercado internacional de petróleo también jugó su parte. El precio promedio del barril se derrumbó hasta los 58 dólares en Río Negro y 52 en Salta, muy por debajo de los 68 y 65 dólares registrados a comienzos de año. Esta caída se tradujo en una reducción inmediata de los márgenes, que golpeó a una compañía ya debilitada por la incertidumbre política y las dificultades técnicas.
El caso de President Petroleum expone una realidad que trasciende a una sola empresa: la crisis estructural del sector energético argentino, que no se resuelve con discursos de ajuste ni con la obsesión por el achicamiento del Estado. La falta de un plan nacional serio que articule a las provincias productoras, que garantice inversiones estables y que proteja la producción frente a vaivenes internacionales, está hundiendo a operadores medianos y pequeños, dejándolos a merced de la volatilidad y del oportunismo político.
En este contexto, la gestión nacional parece mirar para otro lado, enfocada en una agenda de recortes que golpea por igual a la producción energética, a la ciencia, a la educación y a la infraestructura. La pérdida de concesiones, el deterioro operativo y el derrumbe de la rentabilidad no son accidentes aislados, sino síntomas de un ecosistema que se está desmoronando por la conjunción de decisiones provinciales erráticas y una política nacional que promueve el desmantelamiento antes que la reconstrucción.
La historia reciente de President Petroleum es también un recordatorio de que la energía en la Patagonia no es sólo un negocio de números, sino una pieza clave en el entramado económico y social de la región. Cada pozo inactivo, cada barril que deja de producirse y cada empleo que se pierde, empujan a comunidades enteras hacia la incertidumbre. El vacío que dejan empresas que se retiran no se llena de un día para otro, y menos aún cuando el Estado renuncia a su rol articulador y protector.
Con la quiebra presentada y la operación ya en manos de otra firma, el desenlace de este capítulo aún está por escribirse. Lo que sí está claro es que, bajo el actual clima político y económico, casos como este pueden multiplicarse. La ausencia de políticas energéticas coherentes y de un marco regulatorio previsible no sólo condena a empresas a la desaparición, sino que hipotecará el futuro energético de la Patagonia y del país entero.
Fuente:
https://www.adnsur.com.ar/pulso-energetico/una-empresa-pidio-la-quiebra-tras-perder-las-concesiones-en-la-patagonia-y-arrastrar-una-deuda-de-us-56-millones_a6894beda4ad03c1e5a551399






















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