En diálogo con el Profe Romero, Candela Ocampo, representante de la CGT regional y trabajadora aduanera, expuso el abandono del gobierno de Javier Milei ante la emergencia climática que golpeó a Bahía Blanca, criticó la política de decretos sin humanidad, y llamó a recuperar el valor de la política y el sindicalismo como herramientas de transformación.
No se trató solo de agua, viento y destrucción. Lo que ocurrió en Bahía Blanca fue una doble tragedia: la de la naturaleza y la de un Estado nacional que, en lugar de estar presente, se borró. Candela Ocampo, trabajadora de la aduana y dirigente sindical de la CGT regional de Bahía Blanca, lo resumió con crudeza en una conversación con el Profe Romero: “El presidente vino y dijo: ‘apelo a la fuerza de los bahienses para que se arreglen’”. Y desde entonces, la ciudad sigue esperando algo más que frases huecas y promesas ausentes.
La política del abandono tiene nombre y apellido. Javier Milei. En lugar de responder con recursos, infraestructura y acompañamiento a una ciudad golpeada por dos temporales, su gobierno eligió la inacción como respuesta. Un “que se arreglen como puedan” que dejó a cientos de familias a la intemperie y puso a prueba los lazos de una comunidad devastada pero no vencida. A contramano del relato oficial de asistencia y ayuda, Ocampo fue clara: el acompañamiento real vino desde la provincia, desde la intendencia, y sobre todo desde la gente común que se organizó para sobrevivir y reconstruir.
Pero este desprecio del gobierno nacional por Bahía Blanca no es un caso aislado, es la expresión de una lógica más profunda y peligrosa. Una lógica que concibe la gestión pública como un tablero de Excel y la política como un obstáculo. Un gobierno que veta, recorta, ignora, y que ante una tragedia climática responde con tecnocracia y frialdad. Ocampo lo dice sin vueltas: “Es una economía que piensa en números y no piensa en la ciudadanía”.
El daño fue doble: material y emocional. Y la herida todavía supura. Porque el Estado nacional no solo no estuvo cuando más se lo necesitaba, sino que tampoco mostró señales de comprensión, empatía o humanidad. Mientras la ciudad se hundía bajo el agua, Milei se mantenía a flote en su narrativa de épica liberal, blindado por decretos y blindado ante el sufrimiento. Bahía Blanca, para el presidente, fue solo una postal incómoda que decidió dejar pasar.
Sin embargo, lo que creció en medio del barro fue algo que ni la desidia ni la indiferencia pudieron destruir: la solidaridad. Candela Ocampo rescata con emoción cómo la sociedad bahiense, con apoyo de todo el país, tejió una red de contención real. Desde comités de ayuda hasta vecinos que ofrecieron lo que tenían, la reconstrucción no vino desde arriba, vino desde abajo. Y eso también es una denuncia. Porque cuando el Estado se retira, la carga cae sobre los hombros de quienes menos tienen. Y aunque el esfuerzo comunitario emociona, no puede ser reemplazo de una política pública ausente.
Ocampo, además, en su doble rol como sindicalista y trabajadora estatal, reflexionó sobre el papel del sindicalismo en este contexto. En un momento donde desde el oficialismo se busca demonizar la organización gremial y atacar a los trabajadores del Estado, ella reivindicó el valor histórico del movimiento sindical y la necesidad urgente de reconstruir el vínculo entre ciudadanía y política. “Hay una generalidad instaurada por el aparato mediático donde todos no somos lo mismo”, advirtió, con la convicción de quien ha vivido el compromiso desde adentro.
La tragedia también activó un proceso político dentro del sindicato aduanero. Con el fallecimiento del histórico dirigente Carlos Sueiro, el gremio se encamina a elecciones con tres listas, entre ellas la Celeste Unidad, de la que Ocampo forma parte. Más allá de la interna, lo importante es el sentido: recuperar la escucha, modernizar las estructuras, y sobre todo, mantener viva una tradición de lucha que garantizó conquistas laborales y derechos que hoy están bajo ataque. “A mí no me gusta la palabra propuesta, me gusta la palabra idea”, explicó. Porque detrás de cada derecho hay una historia, una construcción, una raíz que no se puede arrancar sin condenar al presente.
Su mirada crítica también apuntó hacia la próxima elección de medio término, con un llamado explícito a votar con conciencia. Sin eufemismos ni tibiezas, subrayó la necesidad de respaldar a quienes ponen el cuerpo por la gente. “Me parece muy importante empezar a hablarle a la sociedad y proponer a candidatos y candidatas que trabajen por y para la ciudadanía”. Frente al cinismo del poder y la desmovilización planificada, ella plantea lo contrario: compromiso, militancia, participación.
Este testimonio no es solo una crónica de lo que pasó en Bahía Blanca. Es un espejo de lo que está pasando en todo el país bajo la gestión de Javier Milei. Un modelo que recorta, desfinancia y abandona, mientras predica libertad para los mercados pero se olvida de las personas. La devastación del temporal fue un hecho extraordinario, sí. Pero la falta de respuesta del gobierno nacional no lo fue. Es parte de un patrón, de una lógica de ajuste que convierte cada crisis en una oportunidad para ensayar su experimento.
Lo que se vivió en Bahía Blanca no debería repetirse en ningún rincón del país. Y sin embargo, con este gobierno, todo indica que podría ser solo el principio. Si frente a una tragedia climática la respuesta es el silencio y el abandono, ¿qué podemos esperar cuando el conflicto sea social, económico o político?
La voz de Candela Ocampo es una advertencia, pero también una esperanza. Porque mientras haya quienes se planten, quienes defiendan la historia y proyecten futuro desde la militancia genuina, el cinismo no tendrá la última palabra. Y eso, en tiempos oscuros, no es poca cosa.




















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