CFK denuncia al embajador norteamericano de pretender controlar la política nacional, vigilar a gobernadores y condicional la democracia

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La expresidenta cuestiona con dureza la designación de Marc Stanley Lamelas como embajador de EE.UU. en Argentina, a quien pretende controlar la política nacional, vigilar a gobernadores y condicionar la democracia local al servicio de los intereses de Washington y del FMI. Con una ironía afilada y un tono decididamente político, Cristina Fernández de Kirchner vuelve a irrumpir en la escena pública y denuncia una grave avanzada extranjera sobre la soberanía argentina. Entre advertencias sobre el rol de Milei como peón de intereses foráneos, la expresidenta plantea una elección ineludible: o el sometimiento a las “Fuerzas del Norte” o la defensa irrestricta de la democracia nacional.

En un contexto político cada vez más condicionado por presiones externas, la voz de Cristina Fernández de Kirchner volvió a resonar con fuerza desde su cuenta de X (ex Twitter). Esta vez, el eje fue la designación de Marc Stanley Lamelas como embajador de Estados Unidos en Argentina. Lejos de tratarse de un trámite diplomático más, la expresidenta expuso lo que considera un nuevo capítulo de injerencia directa en los asuntos internos del país. Según sus palabras, Lamelas no se limitaría a representar intereses estadounidenses, sino que vendría con funciones de “fiscal plenipotenciario” enviado desde Mar-a-Lago, con el claro objetivo de monitorear gobernadores, frenar acuerdos estratégicos con China, y hasta asegurar que CFK “reciba la justicia que merece”.

Las declaraciones de Cristina no solo están cargadas de indignación y sarcasmo, sino que desmontan de manera implacable una red de complicidades y alineamientos internacionales que atraviesa el actual gobierno de Javier Milei. En un solo hilo, CFK logra dejar en evidencia el verdadero juego de poder que se libra en la Argentina contemporánea: el intento de disciplinamiento político y judicial desde el extranjero, con Milei como fiel ejecutor local. “Ni Monroe se animó a tanto”, ironiza al referirse a la histórica doctrina imperial estadounidense.

Y es que Lamelas no llega solo. Lo hace en el marco de una avanzada mucho más amplia, articulada con los sectores más conservadores de Estados Unidos —Donald Trump a la cabeza— y con el respaldo explícito del FMI. Una combinación peligrosa que busca moldear la política argentina según sus propios intereses. Cuando Cristina afirma que “la campaña no la hacen los hermanos Milei: la hacen Washington y el Fondo Monetario”, no exagera. Kristalina Georgieva, directora del FMI, ya anticipó que “los argentinos deben votar bien”, en una clara intromisión en la soberanía popular.

Cristina desenmascara este entramado con una crudeza pocas veces vista, no solo porque lo dice, sino porque lo señala con nombre y apellido. El nuevo embajador no es un diplomático, es un operador político con licencia para entrometerse en decisiones soberanas. Y eso, en boca de la exmandataria, remite inevitablemente al pasado más oscuro de las relaciones exteriores de Argentina. “Nada nuevo bajo el sol. Hace exactamente 80 años era Braden o Perón. Ahora es… LAMELAS o ARGENTINA”, dispara, trayendo al presente un dilema histórico que vuelve a repetirse con escalofriante precisión.

Pero hay algo más: Cristina no se guarda nada y plantea una doble vara indecente. Mientras desde Estados Unidos se envían emisarios para “vigilar” a gobernadores elegidos democráticamente, el propio Trump —que impulsa a Lamelas— carga con 24 causas penales y aún no cumplió su promesa de transparentar la lista de implicados en el caso Epstein. “Primero deberían limpiar su casa, antes de opinar sobre la nuestra”, sentencia CFK, y con eso dinamita cualquier atisbo de autoridad moral que el norte pueda pretender ejercer sobre nuestro país.

En medio de una crisis económica y social provocada en gran parte por las recetas del Fondo y las decisiones del gobierno de Milei, la intervención extranjera ya no es simbólica ni velada. Es concreta, descarada, explícita. Estados Unidos, el FMI y Javier Milei conforman un triángulo de poder que desprecia la autodeterminación del pueblo argentino. Lo que está en juego, entonces, no es un simple nombramiento diplomático, sino el destino mismo de la democracia nacional.

El problema es estructural. Y va más allá de Lamelas o de Milei. Se trata de un sistema judicial colonizado, de una economía tutelada por organismos internacionales, y de una dirigencia política entregada a los intereses del capital financiero global. Ante esa realidad, la intervención de Cristina Fernández de Kirchner representa no solo una denuncia, sino un acto de resistencia. Una advertencia sobre la gravedad de lo que se está gestando y sobre el costo que tendrá, para las próximas generaciones, entregar la soberanía a cambio de obediencia y favores geopolíticos.

Por si quedaban dudas de qué lado está cada uno, Cristina remata con dos postdatas demoledoras. En la primera, cuestiona si la supuesta vigilancia sobre inversiones chinas alcanzará también a empresarios cercanos al oficialismo que controlan sectores estratégicos como las telecomunicaciones. En la segunda, pone el dedo en la llaga con una frase que debería interpelar a toda la ciudadanía: “Vos elegís”. Porque de eso se trata: de elegir entre un modelo que entrega la patria a intereses foráneos y otro que, con todos sus errores, todavía cree en el poder del voto y en la voluntad popular como fuente de legitimidad política.

La denuncia de Cristina Fernández de Kirchner no es un capricho personal ni una vendetta judicial. Es un llamado de atención sobre el momento que vive la Argentina. Es una advertencia sobre el precio de la subordinación y la necesidad urgente de recuperar una narrativa propia. En tiempos en que se habla de “libertad” mientras se firma el tutelaje del país, resulta imprescindible recordar que no hay democracia real sin soberanía.

Milei no es un outsider revolucionario. Es el gerente local de un proyecto que busca disolver la política nacional para someterla a los dictados del mercado, de Washington y del Fondo. Lamelas es apenas la cara visible de ese operativo. Pero detrás suyo están los verdaderos titiriteros. Aquellos que no necesitan votos, solo necesitan cómplices.

Cristina, con la claridad que la caracteriza, deja planteado el dilema: o permitimos que este nuevo Braden se meta hasta en nuestros tribunales, o defendemos lo que aún queda de república. En esa encrucijada histórica, la decisión no puede ser más clara.

Fuente: https://x.com/CFKArgentina/status/1948031296388632840

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