Murió un trabajador de Vialidad en plena ruta por el brutal abandono del Estado libertario

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El fallecimiento del trabajador de Vialidad Orlando Carnacini expone las graves falencias en infraestructura, asistencia y conectividad en una de las zonas estratégicas para el desarrollo energético del país.

Sin señal, sin patrullaje y con un simple botiquín como único recurso, sus compañeros intentaron reanimarlo mientras el tiempo corría. La falta de respuesta estatal —en todos los niveles— dejó expuesta la desidia que reina sobre los trabajadores viales. En plena era Vaca Muerta, la vida de quienes la hacen posible no vale ni una antena.


El martes 16 de julio, alrededor del mediodía, Orlando Luis Carnacini —geólogo de 55 años y trabajador de Vialidad Provincial— se desplomó repentinamente mientras realizaba estudios de suelo sobre la Ruta 7, a la altura de la Picada 15, en San Patricio del Chañar. Sus compañeros, desesperados, intentaron socorrerlo sin más recursos que un botiquín. No había señal de celular. No había patrullero. No había ayuda. El Estado, simplemente, no estaba.

Las escenas que se sucedieron parecen salidas de una crónica de hace décadas, pero ocurrieron en 2025, en una de las rutas clave para el desarrollo de Vaca Muerta, epicentro del negocio energético argentino. Alfredo Alex Salazar, delegado del sector y testigo directo del hecho, lo resumió con crudeza: “Lo único que teníamos era un botiquín”.

La emergencia sanitaria se agravó porque los trabajadores no pudieron comunicarse con ningún centro médico debido a la falta de cobertura. La ayuda llegó tarde, y por azar: una ambulancia del ámbito privado que circulaba por la zona fue la que se detuvo a asistirlos. Según relataron, tardaron más de 30 minutos en llegar al hospital local. Para entonces, Carnacini había fallecido de un paro cardiorrespiratorio.

Desde el hospital Dra. Alicia Cruz afirmaron contar con desfibrilador, aunque reconocieron que el paciente ingresó sin signos vitales. A esto se suma el absurdo de una ambulancia que, ya en camino al hospital, debía lidiar con conductores que no cedían el paso. La cadena de responsabilidades, fallos y omisiones es tan extensa como vergonzosa.



El desmantelamiento de Vialidad Nacional, un crimen silencioso

La tragedia de Orlando Carnacini no es un accidente aislado: es consecuencia directa del abandono sistemático de las políticas públicas de infraestructura y seguridad vial, acentuado con brutalidad durante la presidencia de Javier Milei. La desfinanciación de Vialidad Nacional, la paralización de obras, la reducción de personal y la indiferencia estatal ante las condiciones de trabajo en rutas de alto tránsito y riesgo están cobrando vidas.

Mientras se pregona eficiencia desde la Casa Rosada, los trabajadores quedan solos, desprotegidos, librados a la suerte. La conectividad en rutas vitales sigue siendo un lujo inaccesible. No hay inversión en salud de cercanía, ni en logística de emergencia. ¿Cuánto costaba instalar una antena o un puesto de asistencia? ¿Cuántos recursos se destinan a blindar los intereses de petroleras mientras los obreros mueren por abandono?



Vaca Muerta, riqueza para pocos, muerte para los de siempre

La paradoja es ineludible: Vaca Muerta es uno de los motores económicos más importantes del país. Millones de dólares circulan por sus ductos. Sin embargo, quienes ponen el cuerpo en sus rutas lo hacen sin garantías mínimas de seguridad. Orlando no murió solo por un paro. Murió por un modelo de país donde el capital importa más que la vida, donde el Estado se repliega y abandona.

“Orlando somos todos”, dijo su compañero. Y es cierto. Cada trabajador y trabajadora que cumple tareas sin respaldo estatal es un Orlando en potencia. Cada ruta sin señal, cada destacamento inexistente, cada servicio de salud desmantelado es una condena latente.



Un llamado urgente

La muerte de Carnacini debería ser un punto de inflexión, pero en la Argentina de Javier Milei, probablemente sea un número más. Las autoridades provinciales prometieron condolencias, pero no respuestas concretas. Desde Nación, ni siquiera eso.

No se trata solo de homenajear a Orlando. Se trata de exigir lo que cualquier país civilizado debería garantizar: condiciones dignas de trabajo, infraestructura básica, presencia del Estado. Si el gobierno nacional puede mirar para otro lado mientras se desangran sus rutas, entonces que también asuma el costo político y moral de cada vida que se pierde por su inacción.

Porque Orlando no murió: lo dejaron morir.

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