Tras meses de tensiones, desencuentros y desconfianzas, el PJ bonaerense rubricó su unidad en un pacto político con sabor a relanzamiento. A puertas cerradas y sin luces estridentes, los popes provinciales plasmaron una estrategia que, lejos de la dispersión, apuesta a desafiar el modelo de Javier Milei en el principal distrito electoral del país. El desafío, sin embargo, será sortear internas larvadas, diferencias de estilos y el peso todavía gravitante de Cristina Kirchner.
La política argentina es un tablero de ajedrez en constante ebullición, y en el peronismo bonaerense ese movimiento de piezas suele tener la densidad de un drama clásico. Las salas cerradas, los discursos calculados, las miradas que se cruzan con silencios más elocuentes que las palabras, todo eso volvió a ser parte del paisaje cuando, entre la rosca fina y el pulso de la supervivencia, los referentes del PJ provincial sellaron el tan meneado acuerdo de unidad que venían cocinando a fuego lento desde hace meses.
No es casual que la escena haya tenido lugar en la sede de Matheu 130, lugar sagrado de la liturgia justicialista, y que la consigna haya sido discreción absoluta. Nadie está para grandes festivales ni para mostrar demasiadas costuras, sobre todo cuando la oposición que se avecina tiene en Javier Milei un rival tan disruptivo como peligroso. Así, entre cruces de nombres, reparto de poder y la certeza de que el 2025 será una batalla determinante, los dirigentes bonaerenses resolvieron zanjar diferencias y poner negro sobre blanco una estrategia común: no hay lugar para aventuras individuales y menos aún para fracturas que puedan facilitarle a La Libertad Avanza el ingreso a la Legislatura con más fuerza de la que ya tiene.
La señal de humo que encendió la alarma en el peronismo bonaerense fue la misma que retumba desde diciembre de 2023: la avanzada de Milei contra todo lo que huela a Estado, a políticas sociales o a derechos conquistados. El Presidente, con su retórica agresiva, su motosierra como metáfora de gobierno y una voluntad explícita de arrasar estructuras políticas, ha puesto al PJ bonaerense en modo defensa y, al mismo tiempo, en modo contraataque. Porque si algo tienen claro los jefes del partido en la provincia es que Buenos Aires sigue siendo el dique de contención más poderoso frente al avance libertario. Y perder esa fortaleza sería como dejar el gallinero abierto al zorro.
No obstante, sería ingenuo pensar que el peronismo bonaerense es hoy una fuerza homogénea o exenta de heridas internas. Las tres reuniones que se sucedieron en la última semana, y que las notas de Página/12, Noticias Argentinas y Tiempo Argentino detallan con precisión, expusieron tanto la voluntad de unidad como las esquirlas de viejas rivalidades. Hubo nombres sobre la mesa que generan susurros incómodos. Hubo pases de factura. Y hubo, también, cierto recelo ante el rol de Cristina Fernández de Kirchner, quien permanece como un sol gravitante en el firmamento peronista, aunque con luces menos intensas que en otros tiempos.
Cristina, ausente físicamente pero omnipresente políticamente, es la figura cuya sombra se proyecta sobre cada decisión estratégica. Hay quienes en el PJ bonaerense creen que su sola referencia alcanza para mantener unido al frente. Otros, más cautos, saben que la ex presidenta puede atraer pero también ahuyentar votos, sobre todo entre sectores moderados que se alejan espantados ante el discurso polarizante. La pregunta que todos se hacen, y que nadie responde en voz alta, es si Cristina se animará o no a volver al ruedo electoral. Y si no lo hace, quién puede llenar ese vacío sin que las bases peronistas se sientan huérfanas.
Mientras tanto, la rosca sigue. Porque, en rigor, el acuerdo firmado no es un cheque en blanco sino apenas un borrador, un marco de entendimiento que ahora habrá que llenar de contenido. “Fuerza Patria” es el nombre que se baraja para el futuro frente electoral, una etiqueta con fuerte carga simbólica, pensada para aglutinar bajo un mismo paraguas a las diversas tribus peronistas, y para contraponerse a la narrativa libertaria que demoniza el Estado y santifica el mercado. El desafío, admiten los propios armadores, será ordenar listas, contener egos y evitar que las PASO se conviertan en una carnicería que termine beneficiando al mileísmo.
Los dirigentes más experimentados del PJ bonaerense entienden que no pueden regalarle a Milei la narrativa del caos interno. Por eso, aunque las reuniones estuvieron atravesadas por diferencias palpables —como la puja entre kirchneristas puros, intendentes del Conurbano y sectores más ortodoxos— el cierre del acuerdo se vivió como una señal potente hacia la militancia. Hacía falta dar la imagen de que el peronismo está vivo, respira y está dispuesto a dar pelea.
Y vaya si hay motivos para pelear. La provincia de Buenos Aires no es solo el corazón electoral del país. Es, además, el lugar donde los efectos del ajuste libertario golpean más duro. Cada dirigente presente en Matheu 130 lo sabe. Lo ven en las calles, lo escuchan en las bases y lo padecen en los comités de distrito: inflación persistente, caída del consumo, parálisis de la obra pública y un clima social que se enrarece día tras día. Esa olla a presión, que el Gobierno nacional alimenta con su dogmatismo económico, es tanto una amenaza como una oportunidad para el peronismo: la amenaza de estallidos sociales, la oportunidad de canalizar el malestar en votos opositores.
La unidad bonaerense, por tanto, no es solo un gesto simbólico. Es la respuesta pragmática a un escenario que, de continuar como hasta ahora, podría dejar a Milei en condiciones de expandir su poder territorial en 2025. Porque lo que está en juego no es únicamente la composición de la Legislatura. Es el control de los resortes institucionales en la provincia más grande, más populosa y más determinante del país. Y perder ese bastión implicaría, ni más ni menos, que resignar la posibilidad de construir una alternativa nacional.
Claro que no todo está cerrado. Como bien deslizan las crónicas periodísticas, falta mucho trecho por recorrer. Hay intendentes con ambiciones personales, hay nombres que generan tanto adhesiones fervorosas como resistencias viscerales, y hay, sobre todo, una ciudadanía desencantada que ya no se come el cuento de los acuerdos de cúpula. El peronismo bonaerense tendrá que demostrar en la calle, y no solo en las mesas chicas, que su unidad es algo más que una foto protocolar.
Milei, mientras tanto, sigue a lo suyo: demonizando a la “casta”, prometiendo el paraíso liberal y sosteniendo el relato del ajuste virtuoso. Pero la provincia de Buenos Aires, con su historia, su densidad social y su cultura política, es terreno difícil para experimentos anarcocapitalistas. Y el peronismo bonaerense, pese a sus contradicciones, parece decidido a defender ese territorio como si se tratara de la última trinchera. Porque, en definitiva, de eso se trata la política: de no dejarse arrebatar el presente, ni el futuro, por un gobierno que amenaza con dinamitar hasta los cimientos del Estado.
Fuente:
- https://www.pagina12.com.ar/840557-el-peronismo-bonaerense-redacta-el-borrador-de-la-unidad
- https://noticiasargentinas.com/politica/-fuerza-patria—el-peronismo-bonaerense-sello-la-unidad-rumbo-a-las-legislativas_a686ee9a3d917c7625d392f84
- https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/el-peronismo-bonaerense-sello-el-acuerdo-de-unidad-para-conformar-el-frente-electoral/





















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