La ingeniería financiera del Gobierno para “surfear” la licitación: entre la ayuda del BCRA y el maquillaje monetario

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La economista y diputada Julia Strada (@Juli_Strada) lo sintetizó en un posteo que expone mejor que ningún comunicado oficial el operativo de salvataje que el Gobierno tuvo que montar para evitar un naufragio financiero: “El Tesoro logra surfear la licitación con ayuda del BCRA”.

Esa frase, quirúrgica y directa, resume una escena que la comunicación libertaria intenta esconder bajo toneladas de épica: sin el empujón del Banco Central, la renovación de los vencimientos hubiese sido un fracaso rotundo.

Porque la realidad es tozuda. El Tesoro enfrentaba vencimientos por $14,5 billones, una cifra gigantesca incluso para estándares argentinos. Y aunque el Palacio de Hacienda festejó haber renovado el 96,5%, el número no podría explicarse sin admitir antes que ese resultado fue posible gracias a una intervención explícita del BCRA, que volvió a acomodar tasas, flexibilizar encajes y modificar regulaciones a medida del Ministerio de Economía. Una suerte de “banca amiga” que contradice toda la retórica de independencia, antiemisión y pureza monetarista que Milei y Caputo reivindican en público mientras operan lo contrario en privado.



Strada, doctora en Desarrollo Económico y directora de CEPA, lo explica con claridad: los vencimientos eran tan altos —sólo superados por los del 13 de agosto— que el Tesoro se vio obligado a ofrecer un menú de 10 instrumentos distintos y, además, a pedirle al Banco Central un movimiento clave. La autoridad monetaria redujo otros dos puntos porcentuales la tasa de las operatorias de simultáneas, llevando al 20% TNA la remuneración por liquidez a un día. La maniobra fue transparente: si el rendimiento del BCRA bajaba, los títulos del Tesoro se volvían más atractivos por comparación. Un truco viejo, pero efectivo cuando el mercado ya está saturado de deuda y empieza a mirar el reloj con desconfianza.

A esto se sumó un factor decisivo que Strada remarca en su análisis: casi el 30% de los vencimientos correspondían a la Letra TAMAR M28N5, un instrumento integrable como encaje. La normativa que permitía utilizar ese título como parte de los encajes remunerados vencía a fin de mes. Si caía, la licitación se desplomaba. Para evitarlo, el BCRA prorrogó la exigencia y aseguró el rollover de más de $4,0 billones bajo esta normativa. Es decir: una regulación hecha a medida para “guiar” —por no decir forzar— a los bancos a renovar deuda en pesos.

Al mismo tiempo, la flexibilización de la normativa de encajes diarios no buscó remonetizar la economía, ni mejorar la liquidez sistémica. Tuvo un único propósito: redirigir pesos hacia la colocación de nueva deuda pública. Nada que se parezca a la ortodoxia fiscal que el Gobierno promete en conferencias, pero sí bastante parecido al intervencionismo financiero que critica en otros gobiernos.

En este contexto, las tasas obtenidas por los principales instrumentos revelan el termómetro real del mercado. El BONCAP al 13/02/26 se colocó al 2,7% TEM, alcanzando $5,0 billones. La TAMAR al 30/04/26 tuvo un margen del 4% TIREA y manejó $2,7 billones. El BONCER al 29/05/26, un clásico de cobertura inflacionaria que el Gobierno demoniza pero sigue utilizando, se ubicó en 7,34% TIREA con $1,2 billones. Y la LELINK al 30/04/26, indexada por tipo de cambio, cerró al 3,52% TIREA con $0,5 billones.

Todas estas colocaciones, celebradas por el oficialismo como reconocimiento de la “confianza” del mercado, esconden una arquitectura de ingeniería monetaria que se sostiene más en el regulador que en la oferta y la demanda real. Porque la supuesta “credibilidad” del plan económico se vuelve, una vez más, dependiente de un Banco Central que hace exactamente lo que Milei jura que no debe hacerse: intervenir para sostener al Tesoro.

Strada lo planteó sin eufemismos. El rollover fue posible, pero no gracias al magnetismo de Caputo ni al “orden macro” de Milei. Fue posible porque el BCRA modificó reglas, bajó tasas y prorrogó normativas para forzar al sistema financiero a renovar deuda. La política monetaria puesta al servicio de la política fiscal. El Estado interviniendo como siempre, aunque ahora con un decorado libertario que lo disfraza de libre mercado.

Al final del día, el Tesoro “surfeó” la ola. Pero lo hizo con chaleco salvavidas del Banco Central. Y cada vez que eso ocurre, queda más claro que la economía real está muy lejos del relato de la motosierra, la competencia de monedas y el ajuste heroico. Lo que está funcionando es otra cosa: un sistema de parches y regulaciones selectivas para evitar que la bicicleta de deuda en pesos se desarme en cámara lenta. Y como recuerda Strada, cuando tenés que pedirle al BCRA que acomode todo el tablero para renovar tus propios vencimientos, lo que sobra no es confianza: lo que sobra es riesgo.

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