Santander y BBVA admiten que la economía está peor de lo que decían y frenan préstamos incluso a empresas locales
Las advertencias de dos gigantes financieros europeos derrumban el discurso oficial sobre la supuesta recuperación económica. Ambos bancos admiten que el tercer trimestre fue recesivo, sufrieron caídas fuertes en sus ganancias y redujeron casi a cero el crédito, dejando expuesto el deterioro del modelo económico del gobierno libertario.
Mientras el gobierno de Javier Milei sigue insistiendo en que “la economía repunta” y que “el ciclo de confianza ya empezó”, la elite financiera internacional mira los datos duros y llega a la conclusión contraria. Los números reales muestran que el tercer trimestre fue directamente recesivo y que los dólares que el Ejecutivo espera para su salvación siguen sin aparecer. La desconfianza no viene de opositores ni de analistas críticos, sino de dos actores cuya palabra pesa en serio dentro del sistema financiero global: BBVA y Santander, que desde el exterior decidieron romper el silencio y advertir que la situación argentina es más complicada de lo que imaginaban.
Ambos bancos eligieron el medio español Expansión para lanzar un mensaje que golpea de lleno al corazón del relato libertario. BBVA sostuvo que “las perspectivas de crecimiento económico se han deteriorado en el tercer trimestre”, un diagnóstico que desmiente la épica de la “recuperación invisible” que el Gobierno promete sostener a fuerza de slogans. El Santander fue todavía más crudo y confirmó que “la situación es más complicada de lo que pensábamos”, una frase que en la jerga de la banca internacional equivale a marcar una señal de alarma fuerte.
La confesión viene acompañada por un dato central: ambos bancos registraron caídas muy importantes en sus ganancias en Argentina, consecuencia directa de la volatilidad de las tasas, el salto de la morosidad —que ya se ubica en niveles récord— y un deterioro generalizado de la solvencia del sector privado. Este combo los llevó a frenar el crédito de manera casi total. Y cuando los bancos globales cierran la canilla, no es por ideología ni por capricho: es porque consideran que el riesgo es demasiado alto incluso para ellos.
La propia letra de las entidades lo deja claro. “Hemos reducido de forma significativa la producción de préstamos ante el deterioro del entorno”, comunicó BBVA. Santander fue aún más explícito y delineó con precisión quirúrgica su nueva política crediticia:
“Básicamente, los únicos préstamos que concedemos en Argentina son a empresas exportadoras en dólares y a energéticas”.
El resto del aparato productivo quedó afuera.
Ese dato es fundamental porque destruye una de las grandes apuestas del gobierno de Milei: que el crédito será el motor de la reactivación. El problema es que la banca global —la misma a la que el oficialismo busca seducir con reformas, desregulaciones y fotos protocolares— no está acompañando. Si no hay crédito y no hay confianza, la economía queda atrapada en un círculo donde la falta de liquidez y la insolvencia se retroalimentan.
En materia de liquidez, cada intento del Banco Central por bajar la tasa para estimular el crédito termina recalculando expectativas: hay menos incentivo para las operaciones de carry trade y más presión cambiaria. Un eventual alivio podría llegar por el lado del trigo, con USD 1.500 millones esperados para las próximas semanas, pero incluso los propios funcionarios admiten que esa cifra es apenas “un vaso de agua para apagar un incendio”. No cambia el cuadro estructural.
El frente más áspero es el de la solvencia. Enero exige pagos por unos USD 4.500 millones, con reservas netas que —según el propio FMI y estimaciones privadas— ya se ubican en torno a USD 16.000 millones negativos. Una ecuación imposible sin financiamiento externo, y ese financiamiento no aparece por ninguna parte.
Ahí entra en escena el famoso repo, la operación financiera que el Gobierno presenta como la llave maestra para cubrir los vencimientos críticos. JP Morgan coordina la ingeniería y Morgan Stanley figura entre los pocos interesados que no abandonaron la mesa. Pero el nudo del problema sigue siendo el mismo desde el primer día: ¿qué garantía ofrece Argentina?
El país pone sobre la mesa BoPreales como colateral, un instrumento que los estudios jurídicos de Nueva York están intentando traducir a una estructura aceptable para las mesas de riesgo internacionales. No solo se discute cómo valuar ese bono, sino también cómo blindarlo jurídicamente para que no termine siendo papel mojado frente a un eventual litigio. Sin una garantía sólida, ningún banco firma un repo de esta magnitud. Y mientras se discute el colateral, el tiempo corre y los vencimientos se acercan sin planes alternativos.
La escena expone con crudeza una fractura que el Gobierno intenta minimizar: mientras el discurso oficial promete “recuperación”, “rebote” y “vientos de cola”, la banca internacional ve otra cosa. Ve una economía que no crece, que no exhibe señales de solvencia, que tiene reservas negativas récord y que depende de una ingeniería financiera al límite para no caer en un nuevo episodio crítico. Ve, ante todo, riesgo.
Y cuando Santander y BBVA —que conocen el mercado argentino desde hace décadas, que operan en escenarios de alta volatilidad y que no suelen tomar decisiones apresuradas— deciden cerrar la canilla del crédito, es porque el deterioro ya no es una percepción: es un dato.
Las imágenes que acompañan la nota son una postal del contraste. Mientras Luis “Toto” Caputo entra sonriente a la reunión de gabinete del miércoles, los gigantes financieros europeos publican diagnósticos cada vez más duros sobre el rumbo económico del país. Y mientras Ana Botín, presidenta del Santander, monitorea los balances desde Madrid, el Gobierno argentino insiste en una narrativa que ya no se sostiene ni en la plaza financiera local.
En este contexto, no sorprende que la reactivación siga sin aparecer, que los sectores productivos queden asfixiados sin crédito y que las exportadoras y energéticas —las únicas que el sistema financiero global considera posibles de financiar— se conviertan en los únicos oasis dentro de un desierto cada vez más amplio.
La señal política y económica es clara. Los bancos globales no compran el discurso libertario, no ven una economía en recuperación y no están dispuestos a asumir riesgos que ni el propio Gobierno parece querer reconocer. La recesión ya no es una palabra prohibida: es el diagnóstico de quienes mueven las palancas del crédito internacional.
Fuente
.https://www.lapoliticaonline.com/economia/los-bancos-globales-hablan-de-recesion-y-le-cortan-el-credito-a-los-argentinos/






















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