El ministro vendió optimismo ante empresas británicas, defendió una baja de impuestos como eje del crecimiento y volvió a negar la importancia del tipo de cambio.
En un encuentro con firmas del Reino Unido, Luis Caputo aseguró que el próximo año será “espectacular” y que el Gobierno profundizará su estrategia de ajuste, reformas laborales y rebaja impositiva. Las corporaciones valoraron la baja de impuestos nacionales, pero señalaron que provincias y municipios siguen asfixiando al sector privado con tributos distorsivos.
Luis Caputo volvió a apostar al optimismo. En una reunión con empresas británicas que operan en Argentina, el ministro de Economía aseguró que 2026 será “un año espectacular”, casi como una promesa de campaña tardía. Lo justificó en una supuesta “convergencia de factores políticos, económicos y sociales muy positivos”, una frase hecha que suena más a deseo que a diagnóstico, especialmente en un país donde la volatilidad cambiaria, la presión fiscal fragmentada y la fragilidad macroeconómica conviven hace años.
Durante el encuentro, Caputo insistió en que la competitividad no requiere un dólar alto sino una baja de impuestos. La idea, repetida como mantra, intenta desplazar del centro del debate la discusión sobre el atraso cambiario, el encarecimiento en dólares de los costos internos y las tensiones que se multiplican cada vez que el mercado percibe que el tipo de cambio queda atrasado. Para el ministro, la solución está en “seguir creciendo” para devolverle aire a las empresas a través de la reducción impositiva. Lo dice mientras los propios empresarios extranjeros señalan que la presión fiscal subnacional —provincias y municipios— sigue siendo asfixiante, y mientras los números del mercado muestran síntomas de agotamiento ante cada nueva señal del Banco Central.
Caputo también adelantó que el Gobierno enviará al Congreso un paquete de leyes que funcionará como “señal” de continuidad del rumbo económico. Allí se destaca la reforma laboral y el proyecto de Presunción de Inocencia Fiscal, medidas que, según el ministro, fomentarán la formalización y la creación de empleo. Ninguna referencia a la caída del salario real, al deterioro del mercado interno ni a la destrucción de miles de puestos de trabajo en sectores productivos. Solo la promesa de que la flexibilización será la llave de entrada al crecimiento, un viejo argumento que vuelve en cada ciclo de ajuste.
El jefe del Palacio de Hacienda estuvo acompañado por su viceministro, José Luis Daza, quien sumó un condimento político: afirmó que, tras el triunfo legislativo de La Libertad Avanza en octubre, se observa “una aceleración de proyectos de inversión”. La afirmación vino sin cifras, pero cargada de convicción. Para Daza, estos proyectos “pueden acelerar los procesos expansivos de crecimiento” y funcionan como aval al programa económico del oficialismo. La línea de comunicación es clara: mostrar un clima inversor favorable aun cuando la economía doméstica permanece sometida a tensiones persistentes.
Pablo Lavigne, secretario de Coordinación de Producción, aportó el capítulo internacional. Explicó que las medidas del Ejecutivo permitieron “transparentar” y dar “previsibilidad” al comercio con el Reino Unido. El concepto de previsibilidad aparece una y otra vez en los discursos oficiales, aunque la realidad indica que la volatilidad interna —inflación, tasas, tipo de cambio— sigue condicionando las decisiones empresariales de corto y mediano plazo.
Del lado de los empresarios británicos, la respuesta fue previsiblemente diplomática pero también sincera. Valoraron la disminución de impuestos nacionales, una bandera que el Gobierno exhibe con insistencia, pero advirtieron que la presión fiscal provincial y municipal continúa afectando la competitividad. Tributos distorsivos, superpuestos y de difícil cumplimiento que golpean a la actividad económica y que señalan un problema histórico de la estructura tributaria argentina. El mensaje fue claro: la lógica nacional puede mejorar, pero las jurisdicciones subnacionales siguen empantanando cualquier ventaja que se intente construir.
Entre los presentes se destacaron representantes de CePu, Terminal Zárate, BritCham, Steplix, Lake Resources, John Crane, Banco Galicia, British Airways, Diageo, BAT, G4S, BMW Mini, Bruchou, Beccar Varela, AstraZeneca, Puente, Schroders, Harbour Energy, Hospital Británico, MSU Energy, SMS, Río Tinto, EY, Haleon, WTW, First Capital Advisors, Pan American Energy y la Embajada Británica. Una lista que muestra el peso y la diversidad de las corporaciones interesadas en el rumbo económico argentino.
La reunión funcionó como una nueva puesta en escena del discurso oficial sobre el futuro inmediato: un 2026 “espectacular”, reformas estructurales, rebaja de impuestos y una competitividad basada en la carga tributaria más que en el tipo de cambio. Sin embargo, el diagnóstico empresarial, incluso desde el extranjero, exhibe matices que contradicen parte del libreto. La presión fiscal subnacional, la incertidumbre macroeconómica y la fragilidad del mercado interno continúan siendo factores determinantes que ningún slogan optimista logra disimular.
Mientras tanto, el Gobierno insiste en que la receta es profundizar el camino actual, aun cuando la economía real —salarios, producción, consumo— sigue sin mostrar señales claras de recuperación. En ese contexto, el optimismo de Caputo suena más a apuesta política que a lectura técnica. La promesa de un 2026 brillante contrasta con la complejidad del presente, donde cada declaración oficial convive con una realidad económica mucho menos festiva. La puja por imponer el relato del “año espectacular” será, sin dudas, uno de los ejes de tensión entre el Gobierno y la sociedad en los próximos meses. El mercado, los inversores y los trabajadores ya están tomando nota.
Fuente:
.https://www.elpaisdiario.com.ar/caputo-se-reunio-con-empresas-britanicas-y-anticipo-que-2026-sera-un-ano-espectacular-150143/






















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