Florencio Randazzo volvió a estrellarse contra su propio ego. Su derrota en las elecciones legislativas 2025 fue tan contundente que ni siquiera en su pago chico, Chivilcoy, logró sostener una mínima base de apoyo. El exministro de Transporte, que alguna vez se presentaba como la “renovación del peronismo”, terminó convertido en una figura residual, desorientada y desconectada de la realidad política del país. Ni su nombre ni su historia alcanzaron para salvarlo del naufragio.
Con apenas el 2,45 % de los votos en la provincia de Buenos Aires, Randazzo quedó relegado al quinto lugar, superado incluso por el abogado mediático Fernando Burlando, que improvisó una candidatura de último momento con el sello prestado de Julio Garro. La caída fue tan profunda que ni siquiera pudo disputarle el tercer lugar al Frente de Izquierda, que lo duplicó en votos y consolidó su posición como tercera fuerza. Lo más humillante, sin embargo, fue la derrota en su propia tierra: en Chivilcoy, su distrito natal, Randazzo quedó tercero a 26 puntos de La Libertad Avanza.
Lo de Randazzo no fue una campaña, fue una parodia. Con un espacio político que intentó inflarse bajo el sello de Provincias Unidas, el exministro apostó a reflotar su carrera rodeándose de viejos aliados y de algunos gobernadores en retirada. Pero el resultado fue el que se esperaba: un producto gastado, un discurso vacío y una estrategia sin conexión con la realidad social. Los votantes lo castigaron sin piedad, percibiéndolo como lo que realmente es: un político de museo que intenta vender novedad con ideas recicladas del siglo pasado.
En los días previos a las elecciones, Randazzo protagonizó un escándalo de proporciones menores pero simbólicamente devastadoras. Se difundió una campaña falsa que mostraba a intendentes peronistas apoyando su candidatura, cuando en realidad pertenecían a otras fuerzas alineadas con Fuerza Patria. El intento desesperado por mostrar músculo político se le volvió en contra y expuso su soledad. Los mismos dirigentes que hace años le daban la mano, hoy ni siquiera se dignaron a mencionarlo.
Su socio político en la provincia, el intendente de Tigre, Julio Zamora, directamente abandonó la fiscalización y tantea un acuerdo con los libertarios. Ese gesto, más que una traición, fue un certificado de defunción. Si los propios aliados de Randazzo prefieren probar suerte con Milei antes que acompañarlo, es porque entendieron que su ciclo político está terminado. Randazzo ya no representa nada ni a nadie.
La derrota también revela un fenómeno más profundo: el agotamiento de ese peronismo tibio, desmemoriado y ambiguo que intenta sobrevivir flotando entre la nostalgia y la conveniencia. Randazzo encarna, como pocos, esa lógica del “ni-nismo” político, del cálculo sin convicción. Fue kirchnerista cuando le convenía, rebelde cuando olió debilidad, y opositor cuando creyó que podía sacar ventaja. Esa identidad errante lo dejó sin pueblo y sin rumbo.
La elección de 2025 fue su epitafio político. Un resultado que no solo lo deja afuera del Congreso, sino que lo desnuda como una figura marginal, sostenida únicamente por los recuerdos de un pasado que ya nadie reivindica. Randazzo tuvo oportunidades, respaldo, estructura y visibilidad. Pero eligió el camino del oportunismo, la confusión ideológica y la soberbia. Terminó pagando el precio de creerse imprescindible cuando hace tiempo el electorado lo considera prescindible.
La caída de Florencio Randazzo es, en definitiva, una metáfora de una dirigencia que no entiende que el país cambió. El votante ya no compra discursos vacíos ni caras conocidas que prometen renovación mientras repiten fórmulas fracasadas. La gente no perdona la impostura ni la falta de autenticidad. Y Randazzo, con su marketing agotado y su proyecto sin alma, terminó siendo el mejor ejemplo de lo que la sociedad argentina ya no quiere ver más.
Fuentes:
.https://www.lapoliticaonline.com/provincia/burlando-le-gano-a-randazzo-que-hasta-perdio-por-paliza-en-chivilcoy/





















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