El embajador argentino en Estados Unidos, Gerardo Werthein, firmó 80 designaciones en embajadas y consulados alrededor del mundo antes de presentar su renuncia, que se hará efectiva la próxima semana. La maniobra, revelada por el periodista Manu Jove, expone el reparto político y económico que el gobierno de Javier Milei busca consolidar puertas adentro del Servicio Exterior.
Antes de dejar el cargo, el empresario y diplomático Gerardo Werthein decidió asegurarse un último acto de poder. Según reveló el periodista Manu Jove, el hombre de confianza de Javier Milei firmó 80 designaciones en representaciones diplomáticas argentinas en el exterior. Ocho decenas de funcionarios del Servicio Exterior fueron destinados o trasladados a embajadas y consulados estratégicos del planeta, todos con salarios en dólares y beneficios que contrastan brutalmente con la política de ajuste y despidos que el propio gobierno libertario pregona dentro del territorio nacional.
Entre los casos que salieron a la luz se encuentran las designaciones oficiales publicadas en el Boletín Oficial, donde el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto —bajo la órbita de la Canciller Diana Mondino— destinó a diplomáticos hacia países de alto perfil económico y político: Francia, Alemania, China, Brasil, Angola y Barbados, entre otros. Nombres como Ángeles Soraci, Ignacio Donisa, Felipe Giménez Losano, Juan Francisco Padín, Diego Sokolowicz, Conrado Assenza, María Gabriela Mattausch, Carmen Rivero, Mariana Miguel, Christian Machuca y Miguel Arguedas aparecen en la resolución, con fechas de incorporación que van desde enero hasta abril de 2026. Todos ellos ingresan al circuito diplomático con cargos que, en promedio, superan los 10 mil dólares mensuales entre sueldo, vivienda y viáticos.
La noticia no sería escandalosa si no fuera por el contexto en el que ocurre. Werthein, un empresario multimillonario del agro y de las telecomunicaciones, nombrado embajador por Milei como “señal de apertura al mundo”, se retira dejando un tendal de decisiones administrativas que aseguran la presencia de aliados, socios o leales en la estructura diplomática argentina. La renuncia —anunciada para la semana próxima— no lo encontró en silencio: antes de irse, el funcionario se ocupó de sellar nombramientos que comprometen políticamente a la Cancillería y garantizan continuidad en espacios de poder fuera del país.
El dato de las 80 designaciones circuló primero en redes sociales, donde Jove advirtió: “Antes de presentar su renuncia, Gerardo Werthein dejó un regalito. Firmó 80 designaciones en embajadas y consulados argentinos por el mundo. Todos con sueldos de miles de dólares, obvio”. La publicación encendió el debate sobre el uso discrecional del Servicio Exterior de la Nación como refugio político. Lejos de una “diplomacia profesional”, como suele repetir el gobierno libertario en sus discursos de eficiencia, lo que se observa es la continuidad de una lógica de reparto y blindaje económico entre los propios.
Werthein no es un diplomático de carrera. Llegó a Washington de la mano de Milei, tras haber sido uno de los primeros empresarios en acercarse a su campaña presidencial. Fue anfitrión de reuniones con fondos de inversión, banqueros y miembros del establishment financiero norteamericano. En los meses que siguieron, su gestión estuvo marcada por dos rasgos: un alineamiento absoluto con la política exterior de Estados Unidos y una defensa cerrada de las políticas de ajuste económico implementadas por Luis “Toto” Caputo y el propio Milei. Sin embargo, su figura comenzó a desgastarse dentro del gabinete: choques internos con Mondino, roces con la Secretaría General de la Presidencia y diferencias sobre la estrategia internacional precipitaron su salida.
La masiva ola de designaciones —firmadas justo antes de su partida— no parece un simple acto administrativo. En la Cancillería aseguran que muchos de los nombramientos “responden a compromisos personales” y que algunos funcionarios designados “no estaban en la lista de prioridades diplomáticas”. En otras palabras, Werthein habría aprovechado sus últimas horas en el cargo para acomodar piezas dentro del tablero de la diplomacia argentina, con nombres que garantizarían su influencia aun fuera del gobierno.
La contradicción entre el discurso libertario y la práctica administrativa es evidente. Mientras Milei predica la reducción del Estado y el fin de la “casta”, su gobierno autoriza decenas de nombramientos en destinos donde los costos de vida y mantenimiento se cuentan en miles de dólares. Embajadas en París, Berlín o Shanghái implican gastos fijos altísimos, que el Tesoro argentino sostiene aun en medio de recortes brutales a universidades, hospitales y programas sociales. La imagen del gobierno que ajusta a los pobres mientras multiplica sueldos diplomáticos de lujo resulta, al menos, obscena.
La Canciller Mondino, hasta el momento, no emitió comentarios sobre el tema. En ámbitos internos del Palacio San Martín admiten que las designaciones fueron firmadas “en coordinación” con la cartera, aunque el impulso provino directamente del despacho de Werthein. El silencio oficial busca evitar un nuevo frente de conflicto en un momento delicado: la política exterior libertaria acumula fracasos visibles, como la pérdida de relaciones con Brasil y China, el aislamiento en organismos internacionales y la caída de proyectos de inversión extranjera directa.
El episodio, además, se inscribe en una tendencia más amplia del gobierno de Milei: utilizar el aparato estatal como herramienta de consolidación ideológica. En los últimos meses, la administración libertaria designó a exinfluencers, asesores sin carrera y empresarios afines en áreas estratégicas del Estado. Ahora, el Servicio Exterior parece sumarse a esa lista. La diplomacia argentina, históricamente reconocida por su profesionalismo, se convierte en otra pieza del experimento libertario donde la lealtad política pesa más que la trayectoria o la capacidad técnica.
En ese contexto, el “regalo” de Werthein se convierte en símbolo. No solo expone la doble moral del oficialismo, que condena los “privilegios de la casta” mientras los multiplica para los suyos, sino que también desnuda una estructura diplomática cada vez más permeable a la influencia de grupos empresariales. El propio Werthein —que preside la empresa de telecomunicaciones Vrio Corp y fue parte del Comité Olímpico Internacional— representa esa fusión entre negocios y política exterior. Su salida del gobierno deja un vacío, pero también una red de intereses consolidada bajo su firma.
En un país donde el 60 por ciento de los chicos es pobre y el salario promedio en pesos se derrumba frente al dólar, que un diplomático de confianza del presidente firme 80 nombramientos en el exterior con sueldos millonarios es un hecho que merece más que una simple nota al pie. Revela el verdadero rostro del “cambio libertario”: un gobierno que ajusta hacia abajo mientras asegura dólares para los suyos. El relato del sacrificio compartido se rompe frente a la evidencia de que algunos, los del círculo íntimo, siguen gozando de los privilegios del poder, aunque juren que lo hacen en nombre de la libertad.
Fuentes:
- Manu Jove – Publicación en X: “Antes de presentar su renuncia, Gerardo Werthein dejó un regalito. Firmó 80 designaciones en embajadas y consulados argentinos por el mundo. OCHENTA. Todos con sueldos de miles de dólares, obvio.”
- Boletín Oficial de la República Argentina – Resolución del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (Designaciones diplomáticas 2025).





















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