La decisión generó indignación en la ciudad que honra a Belgrano. De esta manera, Javier Milei evitó la conmemoración tradicional en Rosario por “razones de seguridad” y eligió celebrar la fecha patria entre banderas privadas y slogans de autocelebración. La jugada política refuerza el desapego del gobierno nacional con los símbolos históricos y con las provincias. ¿Miedo, desprecio o cálculo electoral?
El 20 de junio, Día de la Bandera, se convirtió este año en una postal del país fracturado que deja el gobierno de Javier Milei. Lo que debía ser un acto solemne de unidad nacional se transformó en una metáfora del desgobierno: mientras Rosario esperaba, con su historia y su herida, el Presidente eligió el marketing político en Buenos Aires, refugiado en su burbuja de fans e influencers.
No hubo izamiento frente al Monumento Nacional a la Bandera, no hubo palabras oficiales en la ciudad que vio morir a Belgrano. Lo que sí hubo fue ausencias. La más notoria, la de un presidente que, por segundo año consecutivo, prefirió esquivar el acto más importante del calendario cívico argentino. ¿La excusa? Seguridad. ¿La realidad? Una mezcla de desprecio por lo público, miedo a las protestas y la obsesión con el show personalista que caracteriza al jefe de Estado.
El gobierno informó que la decisión se tomó por “cuestiones de seguridad”, como si Rosario fuese tierra hostil solo por querer hacerle preguntas incómodas o expresar el descontento con un modelo económico que castiga a las provincias. Pero esa justificación se desploma apenas uno observa dónde eligió estar el Presidente: en el Campo Argentino de Polo, en CABA, rodeado de una tribuna a medida, sin disidencias ni voces críticas, y entre banderas argentinas distribuidas por protocolo, no por emoción patriótica.
El contraste es brutal. Mientras en Rosario las autoridades locales lamentaban la ausencia presidencial y buscaban no politizar el acto, en Buenos Aires se montaba una especie de festival libertario. Allí Milei brindó un discurso de autocelebración, donde mezcló datos inflados sobre la economía, arengas ideológicas contra el Estado y su clásico tono mesiánico. “Vinimos a terminar con el saqueo”, repitió, como si estuviese aún en campaña, como si no llevara ya medio año de gestión con resultados devastadores para los sectores populares.
Su decisión de armar un “acto paralelo” no es inocente. Hay cálculo político, por supuesto. También hay una idea de país: uno centralista, blindado, sin contacto real con los territorios. Uno donde las provincias se ajustan, se vacían, y se desangran, mientras la capital celebra los espejismos del ajuste con DJ y pantallas LED. ¿Qué representa Rosario para Milei? Tal vez, una amenaza. Allí confluyen sindicatos, movimientos sociales, referentes culturales y un entramado popular que históricamente se alza contra los atropellos. Allí no se lo aplaude sin cuestionamientos. Y eso, para un presidente que solo soporta el elogio, es intolerable.
El desprecio por la fecha patria también tiene un componente simbólico. Belgrano, además de crear la bandera, fue un patriota con ideas económicas nacionalistas, comprometido con la educación y el desarrollo de la industria local. En otras palabras, el reverso absoluto del modelo mileísta. No es casual que un gobierno que asfixia universidades, desmantela el CONICET y celebra las privatizaciones sin pudor, no tenga nada para decir frente al monumento que honra su legado.
La decisión presidencial causó malestar en Rosario. El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, mantuvo el perfil bajo, pero la decepción se percibía. El intendente Pablo Javkin, por su parte, habló con claridad: “La ciudad siempre estuvo a la altura. El Día de la Bandera se celebra acá y no en otro lugar”. La Nación respondió con indiferencia, como si Rosario fuera un decorado prescindible. Ni siquiera se tomó el trabajo de enviar una figura relevante para representar al Ejecutivo. Apenas una delegación protocolar, sin peso político ni discurso.
En el acto alternativo, lejos de la liturgia republicana, Milei se dirigió a los suyos como un rockstar: arengó contra la “casta”, reiteró sus consignas antiestatales, y posó para las cámaras como si de un evento privado se tratara. El Campo Argentino de Polo se convirtió en el nuevo teatro de su épica de cartón: escenografía pulida, seguidores con merchandising libertario y un mensaje claro: la bandera es mía, no del pueblo.
Pero lo más preocupante no es la estética ni siquiera la ausencia. Lo alarmante es el mensaje institucional que deja esta elección: un presidente que no pisa una de las ciudades más importantes del país en su día más emblemático, que no rinde homenaje al creador de la bandera, que no convoca a la unidad en un momento de fractura social profunda. Milei no está gobernando una nación; está liderando una tribu. Una que lo sigue con devoción ciega, mientras el resto es ignorado o reprimido.
El desprecio por el federalismo es un patrón. Santa Fe, Córdoba, La Pampa, Río Negro: todas las provincias están siendo castigadas por el ajuste brutal, por la caída de las transferencias, por la desfinanciación de la obra pública. El acto fallido en Rosario es apenas la expresión más visible de una política sistemática que margina al interior. Es la política de un gobierno que sólo se comunica con sus aliados porteños, con sus financistas y con su burbuja digital.
¿Y qué lugar queda para la bandera en todo esto? ¿Qué significado tiene el símbolo nacional cuando el presidente no la honra donde corresponde? Cuando se convierte en parte del decorado de un show, en lugar de ser el emblema de un pueblo. El Día de la Bandera se transformó en el Día del Abandono. Belgrano, probablemente, se revolvería en su tumba.
Hay algo profundamente obsceno en la utilización partidaria de los símbolos patrios. No es nuevo, claro, pero pocas veces se había visto una apropiación tan grosera y una renuncia tan flagrante al compromiso institucional. Rosario quedó sola, pero digna. Con sus escuelas, sus banderas de verdad, sus docentes, sus excombatientes. Mientras tanto, en Buenos Aires, Milei festejaba con los suyos, como si la patria fuera apenas un escenario donde representar su narcisismo.
Fuentes:
- https://www.pagina12.com.ar/835327-milei-se-borra-del-acto-del-dia-de-la-bandera
- https://www.unosantafe.com.ar/el-pais/milei-no-participara-del-acto-del-dia-la-bandera-rosario-y-asistira-al-campo-argentino-polo-caba-n10202409.html
- https://www.rosario3.com/politica/Milei-arma-su-propio-acto-por-el-Dia-de-la-Bandera-en-Buenos-Aires-luego-de-confirmar-su-ausencia-en-Rosario-20250618-0047.html
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