Día del Padre en la era Milei: una celebración desinflada por la recesión y el consumo en retirada. Las ventas minoristas en el Día del Padre cayeron un 1,7% en términos reales respecto a 2024, marcando el tercer año consecutivo en baja. El contexto económico, signado por la pérdida de poder adquisitivo, la precarización laboral y el endeudamiento, eclipsó las expectativas comerciales. A pesar del esfuerzo del sector por ofrecer promociones, la gente optó por regalos más baratos o directamente se abstuvo de comprar. Los números exponen una verdad incómoda para el gobierno: el modelo de Milei no reactiva, sino que retrae.
Ni la afeitadora de oferta, ni las zapatillas con tres cuotas sin interés, ni el perfume con rebaja si se pagaba en efectivo. Nada alcanzó. El Día del Padre 2025 fue, para miles de comercios argentinos, otra oportunidad perdida. Una fecha emblemática, históricamente clave para impulsar las ventas minoristas, terminó sepultada por una economía cada vez más alejada de las necesidades de la gente. El diagnóstico, lejos de ser alarmista, es numérico y brutal: las ventas cayeron 1,7% en comparación con el ya magro desempeño de 2024. Lo que debería haber sido un alivio para comerciantes agobiados por la crisis, se convirtió en otra señal de alerta roja.

Según el relevamiento de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), este retroceso marca el tercer año consecutivo de caída en las ventas del Día del Padre. A la baja actual se suma el -10,2% de 2024 y el -1,2% de 2023. Estamos frente a un ciclo sistemático de contracción, que no puede explicarse sólo por el «fin de semana largo» o las inclemencias del clima. Lo que hay detrás es una política económica deliberada que estrangula el mercado interno, pulveriza los ingresos y empuja a los argentinos a consumir lo mínimo indispensable.
La foto de esta jornada especial deja en claro una postal que se repite: comercios vacíos, promociones que ya no seducen, financiamiento que no mueve la aguja y consumidores que, entre pagar la boleta de luz o comprar un regalo, eligen sobrevivir. El ticket promedio fue de $41.302, un aumento nominal que, al ajustarlo por inflación, revela una caída del 8,9% en términos reales. Es decir, la gente gasta más dinero pero puede comprar mucho menos.

En este escenario, la estrategia de las tiendas fue una coreografía desesperada de descuentos, cuotas, combos y «regalitos» extra, sin lograr revertir la tendencia. Más del 90% de los comercios aplicaron promociones, pero el resultado fue tibio: apenas un 11% dijo que la fecha ayudó a repuntar ventas. El resto, resignado, admitió que el Día del Padre fue “una semana más”, como si celebrar a los padres hubiera dejado de importar.
Los rubros que históricamente traccionaban esta fecha —como Indumentaria y Librerías— fueron los más golpeados, con desplomes del 12% y 8,6% respectivamente. Ni las camisas “2×1” ni los libros con descuentos salvaron al sector. En el caso de la ropa, los comerciantes apuntan a una pérdida total de rentabilidad: el precio se ajustó tanto para tentar a un cliente renuente que la ganancia quedó en cero. La literatura, por su parte, pagó el costo de competir con gigantes digitales que ofrecen mejores condiciones, en un mercado cada vez más hostil para el comercio de cercanía.

Por otra parte, rubros como Electrodomésticos, Celulares y Perfumería lograron alguna mejora leve, pero anclada más en promociones agresivas que en una demanda genuina. La “trampa” es evidente: sin las cuotas o los descuentos, no hay consumo. Y aun con esas herramientas, el volumen vendido sigue siendo bajo. Los márgenes, afirman los comerciantes, están cada vez más ajustados, y la única forma de sobrevivir es bajando expectativas.
Una constante que se repitió en todos los rubros fue la elección de productos más baratos: pantuflas en lugar de zapatos, afeitadoras de segunda línea en lugar de máquinas de alta gama, perfumes económicos por sobre las marcas premium. Lo que antes era un mimo hoy es una resignación. El regalo dejó de ser una muestra de cariño para convertirse en una carga financiera.

También hubo un aumento de las compras online con retiro en local, un intento por ahorrar el costo de envío y acceder a precios más competitivos. Sin embargo, esta modalidad también expone a los pequeños comercios a una competencia feroz con plataformas que pueden absorber mejor los descuentos. La paradoja del modelo Milei es evidente: promueve la libertad de mercado, pero en los hechos concentra la venta en unos pocos jugadores, liquidando al comercio de barrio.
A todo esto se sumó el efecto del feriado largo: con menos circulación en las ciudades, muchas familias priorizaron una escapada o directamente no celebraron. La falta de movimiento en los centros comerciales fue la estocada final para una jornada que ya venía herida de muerte por la recesión.
Pero sería un error mirar esto como un fenómeno aislado. Lo que ocurrió este Día del Padre es apenas un síntoma de una enfermedad más profunda: un modelo económico que prioriza la especulación financiera por sobre el desarrollo productivo, que licúa jubilaciones, reduce salarios, recorta subsidios, y luego se sorprende porque nadie compra.
La falta de sensibilidad social del gobierno de Javier Milei quedó expuesta una vez más. Mientras el Presidente hace giras por Europa y presume ante empresarios globales un supuesto “milagro económico argentino”, las familias locales hacen malabares para subsistir. Los datos de CAME no son sólo cifras comerciales: son una radiografía del malestar social, de una clase media que ya no lo es, y de un entramado productivo que se desmorona sin respuestas ni contención.
Hay que decirlo con todas las letras: un país donde regalarle algo a tu padre se convierte en un lujo es un país que está en problemas. Y esos problemas no se resuelven con marketing, ni con cadenas de tuits, ni con diagnósticos cargados de ideología libertaria. Se resuelven con políticas públicas que devuelvan poder adquisitivo, que reactiven el mercado interno, que protejan el empleo y que entiendan que sin consumo no hay crecimiento.
Hasta tanto eso ocurra, fechas como el Día del Padre seguirán siendo sólo eso: una fecha en el calendario, con locales vacíos y padres recibiendo abrazos en lugar de regalos. Porque el amor no cuesta nada, pero la dignidad de poder elegir sí. Y eso, en la Argentina de Milei, parece ser un privilegio para pocos.
Fuente:
Deja una respuesta