La ironía de los “planes” y los prejuicios clasistas: cuando el Gobierno promete beneficios económicos a ciudadanos israelíes, mientras repite que “no hay plata” para salud, educación u obra pública.
Durante años se acusó a las mujeres pobres de embarazarse “para cobrar un plan”, en nombre de un supuesto esfuerzo fiscal. Hoy, el mismo gobierno que recorta universidades y hospitales ofrece incentivos económicos a israelíes para radicarse en la Argentina. No hay problema alguno con los ciudadanos israelíes: el problema es un presidente que promete plata para lo que quiere, mientras repite que para lo esencial “no hay un mango”.
¡Paren todo! Que alguien me avise, por favor, a cuánto estamos de que las señoras de Recoleta, las mismas que en las sobremesas de sushi y Malbec solían despacharse con teorías sobre “las negras que se embarazan para cobrar un plan”, empiecen a preguntar, tijera en mano, si circuncidarse no es la nueva vía rápida para conseguir un subsidio estatal.
Porque, seamos francos: durante décadas se difundió la idea —tan falsa como clasista— de que las mujeres pobres “se llenaban de hijos” solo para cobrar la AUH o algún otro mísero beneficio social. Nunca importaron los datos que demostraban lo contrario. Ni que los planes sociales fueran un porcentaje ínfimo del presupuesto. Lo importante era señalar con el dedo al “vago” y a la “planera” que, según ellos, vivía de nuestros impuestos mientras se compraba un plasma.
Ahora resulta que el Gobierno libertario de Javier Milei, el mismo que nos repite día y noche que “no hay plata” para universidades, hospitales, jubilados o salarios docentes, anuncia que estaría dispuesto a ofrecer beneficios económicos a ciudadanos israelíes que deseen radicarse en Argentina. Sí, escuchaste bien: planes. ¡Pero para inmigrantes israelíes!
Aclaremos algo fundamental, antes de que nos corran por izquierda o por derecha: nadie cuestiona a los ciudadanos israelíes ni su derecho a migrar donde quieran. ¡Faltaba más! El punto es otro: mientras Milei predica la motosierra para los argentinos, aparece repentinamente la chequera para tentar a gente de otro país.
Si el presidente se llenó la boca diciendo que “no hay plata” para nada, ¿cómo es que sí la hay para este nuevo plan? ¿Acaso la inflación se detiene mágicamente si el billete termina en manos extranjeras? ¿No era que “cada peso que gasta el Estado es un peso que se le quita al sector privado”? ¿O solo es gasto público si se destina a pagar sueldos docentes o vacunas para hospitales?
El verdadero problema no es Israel ni sus ciudadanos. El verdadero problema es el presidente de Argentina, que ajusta a la educación, a la ciencia, a la salud pública y a los sectores más pobres, mientras regala promesas millonarias a los amigos geopolíticos o a las fantasías libertarias de la Ciudad Libre de Eilat en la Patagonia.
Y así como antes se decía que “las negras se embarazan por un plan”, quién te dice que no estemos a nada de escuchar a las señoras de Recoleta preguntando en la peluquería:
—Che, ¿y si mi hijo se circuncida… cuánto cobra?
En la Argentina de Milei, la ironía dejó de ser recurso literario y se convirtió en método de gobierno.
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